Esta preciosa comparación de Stefan Zweig explica para qué sirve el psicoanálisis
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Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 11/20/2019
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 11/20/2019
Para muchas personas, la idea de la terapia psicológica suele rondar el misterio y aun el desconocimiento. Por distintas razones, la mayoría de ellas de orden cultural, el tratamiento psicológico suele concebirse como una medida reservada a las personas verdaderamente desequilibradas, los “locos” que por causa de su delirio representan un riesgo para sí mismos y para los demás. Michel Foucault analizó con lucidez este proceso por el cual la enfermedad mental se confinó tanto espacial como conceptualmente, en cierto sentido para tranquilizar a la sociedad y hacerle creer que la locura sólo existe ahí donde se le tiene recluida.
Por supuesto, la realidad es otra. La locura es mucho más cotidiana de lo que usualmente creemos. Dado que, en términos amplios, nos formamos en la realidad humana con un grado elevado de inconsciencia, lo usual es que nos habituemos a considerarla nuestro medio “natural”, tanto en lo general como en sus elementos particulares. Las cosas que percibimos y experimentamos, las ideas que tenemos, el lenguaje que hablamos, los sucesos que vivimos, el curso que sigue el mundo… Todo a priori nos parece muy “normal”.
Sin embargo, un examen atento de la condición humana puede revelar fácilmente que, como apuntó en algún momento Jacques Lacan, la realidad que ha construido nuestra especie está asentada originalmente sobre la locura. Qué puede ser si no locura hacer la guerra, por ejemplo, o inventarse la idea de un dios creador que vigila el desarrollo del mundo. Cómo podemos no ver que conceptos como el amor, la tristeza o el apego no existen “naturalmente” en la realidad, sino que son fantasías de nuestra mente que creemos con tanta certeza (o ignorancia) que las consideramos verdaderas e incuestionables. Esa es la locura fundamental de la realidad humana que a la mayoría de las personas nos cuesta entender, por un lado, porque vivimos enfrascados en la manera personal que tenemos de vivir y experimentar el mundo y, en segundo lugar, por el poco espíritu crítico con que nos formamos. Si el ser humano se atreviera a cuestionar más, a preguntar, a dudar, a pensar en opciones y alternativas, quizá entonces nuestra realidad sería un tanto menos delirante.
Sea como fuere, siguiendo este razonamiento podría comenzar a entenderse entonces por qué la terapia psicológica no está dedicada únicamente a los locos. Si hacemos caso a lo dicho anteriormente, podría decirse que por la puerta de un consultorio psicológico podría entrar cualquier persona porque lo cierto es que, como escribió Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, “aquí todos estamos locos”.
Pero entonces la pregunta que se presenta necesariamente podría ser: ¿qué hace la terapia psicológica al respecto? ¿Qué hace la terapia con esa locura que cada persona lleva consigo y la cual se usa para vivir y habitar el mundo, casi siempre sin que nos demos cuenta de sus premisas y su presencia en nuestra mente?
En La curación por el espíritu (1932), Stefan Zweig trazó un perfil del psicoanálisis a medio camino entre el ensayo biográfico (consagrado a la trayectoria de Sigmund Freud) y el ensayo histórico (dedicado a la génesis de la disciplina). Ahí, en el capítulo titulado “La técnica del psicoanálisis”, Zweig dio con una comparación precisa y comprensiva que da cuenta de la vocación que el psicoanálisis tiene hacia la psique humana. Nos dice el escritor vienés:
Nada más ingenuo que la idea, adoptada corrientemente en reuniones y cafés, de que uno no tiene más que arrojar sus sueños y confesiones a un psicoanalista y, como si se tratase de un aparato automático, ponerlo en marcha con algunas preguntas para obtener inmediatamente un diagnóstico. En realidad, toda cura psicoanalítica es un proceso formidablemente complicado, que no tiene nada de mecánico, sino que más bien se acerca al arte. En sentido estricto, la cura psicoanalítica podría compararse con la restauración, según todas sus reglas, de una pintura antigua, sucia y repintada por una mano torpe, operación que exige una paciencia increíble en la que es necesario, milímetro por milímetro, capa tras capa, hacer revivir una materia preciosa y delicada antes de que la imagen primitiva aparezca por debajo con sus colores naturales. Si bien se ocupa sin cesar de los detalles, el psicoanalista apunta sin embargo hacia el todo, hacia la reconstrucción de la personalidad; de ahí que, en un análisis verdadero, no sea posible conformarse con un complejo aislado: cada vez es necesario reconstruir, partiendo de los fundamentos, toda la vida psíquica del ser humano.
Si hacemos caso a Zweig pero, sobre todo, si aceptamos la premisa de que la existencia humana puede entenderse bajo la idea de una obra de arte –esto es, una obra resultado del entusiasmo por la vida y del efecto de la creatividad, una obra que surja de la puesta en marcha de nuestros talentos, una obra que sea la respuesta inesperada a las preguntas que nos hacemos y las búsquedas que nos inquietan–, ¿por qué entonces preferir vivir en la locura y el malestar? ¿Por qué no adoptar mejor esa restauración que permita hacer surgir el brillo y la luminosidad que son propios de la existencia?
En español, La curación por el espíritu ha sido publicada por la editorial Acantilado; fiel al proyecto original de Zweig, además del ensayo consagrado a Sigmund Freud el tomo incluye también las biografías de Franz Mesmer y Mary Baker Eddy. Los detalles del libro pueden encontrarse en este enlace.
Twitter del autor: @juanpablocahz
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