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En estos tiempos donde la tierra tiembla, la lluvia ahoga y azota el viento, bien vale escuchar la voz de la natura y mirarnos en la otredad que nos conforma; así, desde esa mirada que nos refleja, desde esa mirada que nos conforta, darnos cobijo, regazo y aliento, darnos en un mar de abrazos a cada momento

La vida es una quimera; el amor, la esperanza

La del 19 septiembre de 2017 ha sido una larga noche de brazos alzados, de máquinas en movimiento, del silencio que anhela escuchar palabras de vida, de escombros que van de mano en mano, de generosidad vertida en los acopios; una larga noche de solidaridad donde el día se ha hecho y no sobran los esfuerzos compartidos desde todas las trincheras posibles. Ha sido una larga noche donde fuimos uno, y ante el cansancio de las horas, llegaba el continuo aliento de otras manos, de lágrimas alegres que brotan al escuchar los aplausos que indican el rescate de una nueva vida. Ha sido una larga noche de muchos días que vendrán, donde seguirá necesitándose la ayuda, con el legado infalible de que la esperanza habita.

El 19 de septiembre de 1985, un terremoto de magnitud 8.1 con epicentro en Michoacán, destruyó gran parte de la Ciudad de México causando muerte y destrucción, y el profundo dolor en miles de familias que sufrieron los embates de la muerte calculada en más de 10 mil vidas. Los dejos a recuerdos en blanco y negro, anidados desde el sismo de 1957 cuando cayera la Columna de la Independencia, quedaban en escombros de la tragedia que envolvió de luto al país justo a la mitad de la década de los 80, y a 1 año de la organización del Mundial México 86.

Ironía, casualidad, la funesta coincidencia, acontecieron de nuevo en septiembre y por partida doble. Primero, el día 7 casi a la media noche, un sismo de magnitud 8.2 con epicentro en el golfo de Tehuantepec, Oaxaca, el más fuerte en 100 años en México, provocó daños considerables y pérdida de vidas humanas especialmente en los estados de Oaxaca y Chiapas, lugares en cuyas costas se encuentra la placa de Cocos, que provoca sismos continuos en la subducción que ejerce contra la placa Norteamericana.

Una docena de días después, y otra vez en 19 de septiembre, un terremoto de magnitud 7.1 se presenta con epicentro en la confluencia de los estados de Puebla y Morelos causando al momento la muerte de más de 350 personas, el colapso de varios edificios, el daño estructural de miles de construcciones y el consecuente desalojo de los mismos. Los estruendos del sismo causaron dolor inmediato pero también una súbita reacción social, acciones diversas que han dado la vuelta al mundo y permitido, en la medida de lo posible, responder ante la adversidad y brindar al devenir un hálito de esperanza.

En esta edición especial de DECÁLOGO, hacemos una pausa cinematográfica para destacar 10 acciones, 10 ecos de este lamentable cataclismo que nos obliga redoblar esfuerzos compartidos y apelar al deseo de su continuidad en la construcción de un mejor país, tal y como sucedió en 1985 con la participación social que se hizo presente en las calles para definir desde su energía a una generación. Los seísmos del 2017 sacudieron la tierra, causaron sufrimiento, y en medio de esta catástrofe, asomaron las sombras de pendientes culpas, y las luces de mejores mañanas compartidos.

 

10. Conciencia-Prevención 

Conciencia del entorno, de la perenne actividad sísmica que nos rodea, aprendizaje del pasado, o el interés por saber qué hacer para sobrevivir ante diversos siniestros, han sido puestos de manifiesto durante los dos megasismos recientes. Por una parte la detección del sonido de una alerta sísmica, que lamentablemente en el segundo sismo, no pudo prevenir sino informar cuando ya acontecía el siniestro. No obstante, emitiendo su aviso al menos con 1 minuto de anticipación, podría activar la evacuación de inmuebles, la protección en espacios abiertos, la toma de objetos personales, en fin, diferentes reacciones prevenidas. La macabra coincidencia de fechas hizo que el día 19, una gran cantidad de habitantes de la capital hubieran hecho un simulacro; 2 horas después, la alerta avisaría sin margen la aproximación de las ondas sísmicas. Una parte de la población logró por suerte salvaguardarse antes, durante y después del sismo, abandonó edificios, casas habitación, detectó el olor a gas y a combustible. Los dejos de la historia han marcado nuestra conciencia de habitar un lugar impredecible como la natura y nuestras reacciones.

No obstante se cuente con alarmas en lugares estratégicos, no todas funcionan de inicio, ni todas tienen alcance para reaccionar con suficiente tiempo, y finalmente, esta es una condición de privilegio que tendría la Ciudad de México pero con la que no se cuenta en las localidades cercanas a los epicentros o en las inmediaciones de los mismos, que no tienen la mínima posibilidad de estar avisadas por segundos del movimiento que vendrá. Hacen falta campañas informativas en protección civil que permitan conocer las formas posibles para protegerse antes, durante y después del sismo, de revisión de inmuebles, de licencias y permisos de construcción que en mucho ayudarían a la prevención del daño ante lo que no se puede evitar.

Cierto es que existen avances informativos en algunos sitios, escuelas, centrales de transporte, centros de trabajo y en algunas unidades habitacionales que lograron resistir el embate del movimiento de la tierra y permanecer de pie, en contraste con aquellas donde la devastación llegó por desgracia, por la edificación corrupta que logra engañar a quien tiene poder adquisitivo y a quien no, y por la marginación aducida a la pobreza más que al abandono mismo de un desarrollo equitativo e igualitario; la misiva: estar informados, prevenidos, alertas y preparados para enfrentar un cataclismo de este tipo.

 

9. Solidaridad

La inmediata reacción de la sociedad civil demostró que aquella energía desplegada en 1985 y en sucesivos desastres naturales en México a lo largo de las décadas recientes no fue la quimera de un momento sino que se reactiva en cada acontecimiento; si bien para muchos analistas esa colaboración no es continua y suele diluirse ante la división política, lo cierto es que la solidaridad mostrada por la población de todos los niveles económicos, de todos los estratos sociales, de todas partes de la ciudad y el país, desbordó una energía extraordinaria.

Apoyar al herido, brindar ayuda al afectado, acudir al rescate de la vida, fue la reacción que de súbito sacudió tanto o más que el temblor, en cada localidad donde se destruyeron casas, iglesias quedaron en ruinas, carreteras agrietadas, los puentes derrumbados, edificios vueltos escombros, y lamentables pérdidas humanas.

El auxilio inmediato, la solidaridad como instinto de súbita colaboración, la atención adyacente, la disposición a colaborar, el apoyo incondicional por el otro, hicieron de los cubrebocas un aditamento, de los cascos un símbolo y de los puños levantados la señal de una actitud ante la muerte desde la vida.  

 

8. Voluntariado-Participación

Se unen dos voluntades para lograr un deseo

Si en 1985 la autoridad quedó perpleja ante la situación y atestiguó el nacimiento de una nueva sociedad civil, en el 2017 la participación abrió las puertas de hogares para recibir a quienes quedaban en desamparo, y vio abrirse y también correr el cauce de ríos de voluntarios que atestaron los llamados de colaboración, en un libre albedrío expresado desde la potestad.

Una generación criticada por su aparente apatía se unió a otra que había vivido un mismo dolor, e incluso en ocasiones lideró los esfuerzos por orientar el voluntariado.  Así, el ímpetu cargó de víveres autos, de medicinas cajas de cartón, lámparas, cubrebocas, botellas de agua, galletas, tortas, sándwiches, ollas de tamales de café negro y con canela, jugos, panes y alimentos enlatados que en diferentes esquinas, camellones y parques públicos, conformaron el acopio de la intencionalidad, un deber-ser que rebasa la ética moral de la ayuda por principios cívicos o religiosos por lo estrictamente humanitario.

Así, el voluntariado que hizo de las calles un flujo interminable de rescatistas en la Ciudad, derivó en la atención a otras localidades que en los estados de Morelos y Puebla se vieron afectadas, municipios como Chietla y Chautla vieron derrumbarse el 50% de sus viviendas. El voluntariado entonces ha estado a aplomo consiguiendo palas, picos y materiales urgentes para en principio levantar los escombros y para después ponerse en la disposición intencional hacia la reconstrucción que se viene como una voluntad común.

 

7. Organización-Liderazgo

La voluntad desbordada requirió de organización y liderazgo comunitarios, personas de todas las edades se aprestaron acorde a sus habilidades u oficios para formar una cadena de roles que facilitó la participación y por consiguiente la ayuda. De esta forma los centros de acopio en voces de mando disponían las recién llegadas manos y las ansias por sumarse a la jornada. Las cubetas llegadas vacías traían de regreso escombros y dolencia pasados de mano en mano sin importar su peso, así como de mano en mano se descargaron víveres, medicinas, los utensilios, herramientas y aditamentos necesarios para los rescates y la prevención de los recursos. Líderes naturales dispusieron labranzas y gestas continuas, relevados al cansancio de las horas por nuevas voces y nuevos liderazgos.

Esta organización en las zonas de desastre, se trasladó en pocas horas a los albergues y a los permanentes centros de acopio, donde se diseñaron estructuras de flujo para la obtención de los requerimientos, y así como las señales de rescate se convirtieron en un lenguaje común, los códigos de ayuda fluyeron de forma permanente y con la intensidad de la información que circulaba a través de otros líderes y de otras organizaciones que inundaron los medios de comunicación, y en especial, las aplicaciones y redes sociales que resultaron vitales para el proceso de organización comunitaria.

 

6. Difusión

Los medios de comunicación estuvieron muy activos, como tradicionalmente están en estos acontecimientos; no obstante, fueron los medios electrónicos los que se apoderaron de dispositivos y equipos de cómputo, de la atención natural de la gente en las calles. En cualquier parte, las redes sociales mantuvieron segundo a segundo la actualización de los informes, convocatorias y necesidades y generaron un despliegue incalculable de recursos para atender la emergencia. Reporteros de a pie transmitían cada avance, la situación, el estado de las cosas, daban informes, guía y seguimiento a las acciones. Al tiempo, surgieron nuevos reporteros que abrieron canales informativos con tonos más activistas y arengadores, y desde su palestra, lograron con gran liderazgo informar a la comunidad.

Incluso por la cantidad de informes, existieron algunas confusiones normales entre tanta angustia y desesperación, pero por otra parte, algunas imperdonables desde la ética periodística, como la penosa focalización mediática en un caso en específico, que por implícita o tácita culpabilidad, acusó de forma sensacionalista el rescate de una niña que nunca existió. Esto añadió más veracidad a las páginas y sitios de Internet que resultaron vitales para la disposición y actualización informativa; Facebook, Twitter e Instagram publicaron cada detalle, cada dirección y cada proceso.

En cuanto un lugar se sobresaturaba de voluntarios, pronto se avisaba la necesidad de asistir a otro lugar donde hacía más falta o era escasa la participación. Importante para la difusión fueron también las aplicaciones; WhatsApp no sólo permitió brindar cierta calma a los habitantes de la ciudad respecto al estado de sus familiares e inmuebles, sino que además y sobre todo, permitió salvar varias vidas de quienes gracias a un mensaje lograron dar aviso de su supervivencia y dar celeridad a su rescate. Mientras las líneas telefónicas quedaron bloqueadas en su servicio y las señales de celulares suspendidas, la aplicación de mensajería siguió en su mayoría activa, logrando que la ansiedad disminuyera, la acción se acrecentara y, repetimos, lograran salvarse vidas humanas.

 

5. Denuncia-Transparencia

Corrupción, robo, saqueo, confiscación, son palabras lacerantes que por desgracia emergen ante las emergencias o durante los análisis de las probables causales que apoquinaron o potenciaron las trágicas consecuencias de un siniestro. Los atenuantes afloran y se descubren ante las pérdidas humanas y materiales, ante el impacto de los edificios colapsados, de la indignación por los centros de acopio donde se extravían los enseres, de las donaciones hechas a tiento en la antesala por la infamia de los hurtos sin descaro, de brigadas de víveres y equipamiento saqueadas al medio de sus diferentes trayectos, o los decomisos por la fuerza o por la ley del dolo.

En momentos en los que tenemos ganas de celebrar la participación ciudadana, la solidaridad entre paisanos, las muestras de humanidad y el heroísmo de quienes se han lanzado a las calles con el destino manifiesto de ayudar en la tragedia, la denuncia se convierte en una parte fundamental de ese mismo actuar ciudadano.

La previsión de los grupos ciudadanos emitió alertas para hacer más eficientes los traslados, las posibles las labores de rescate y la asistencia a las zonas de desastre, y es la denuncia lo que en un futuro inmediato permitirá que los esfuerzos no sean abandonados, los donativos confiscados ni los afectados olvidados por la memoria; es una labor que por nuestro vicio a heredad de los prejuicios conlleva acciones de supervisión, manejo y control que serán importantes, urgentes y colaterales acciones a llevarse a cabo durante las labores de reconstrucción ciudadanas.  

Una vigilancia permanente en la aplicación de los recursos, nuevas legislaciones o la pericia para revisar los informes y las licencias de construcción, la revisión y el cumplimiento de los requerimientos indispensables para rehabilitar los espacios públicos será determinante en la siguiente etapa, como también lo será el derecho a la información, a la prevención ante los desastres y a la capacitación ante las contingencias que se han derivado de los temblores. La denuncia ha sido tal, que incluso a los buscadores de reconocimiento por ayudar se les ha hecho ver lo pueril de sus informes y protagonismos.

 

4. Influencia

Y en esta línea de necesidades, aparece la influencia que en la suma del colectivo social se tiene ante los recursos públicos y la transparencia en la procuración de los recursos privados destinados al proceso de reconstrucción. Una iniciativa, que de inicio ha solicitado que los dineros destinados a la próxima campaña electoral que elegirá presidente y diputaciones federales, entre otros cargos públicos, ha sido expuesta y valorada por los partidos políticos. La influencia ciudadana en la elaboración de las políticas públicas tiene más fuerza que nunca y, de aprobarse esta iniciativa, veríamos de supuesto disminuidos los recursos erogados en pendones, comerciales y demás vías de difusión de los mensajes políticos.

La dinámica que detona la creación de nuevos grupos de poder representados en la fuerza de las redes sociales, la elaboración de campañas sociales y la conciencia sobre las prioridades ciudadanas fortalecerá un ambiente oportuno de iniciativas, propuestas y proyectos que desde ya están conformando asociaciones, fundaciones e instituciones no gubernamentales para solventar la crisis.

De esta manera, la influencia que los sismos tendrán en un futuro inmediato permeará diversos sectores de la vida política y social del país. Resulta imaginable, quizá, que en un futuro en México veamos políticas públicas de proximidad y programas incluyentes, abiertos e integrales como un verdadero y genuino presupuesto participativo, o incluso una consulta ciudadana amplia y extensiva en la elaboración de los futuros planes de desarrollo en todos los niveles de la administración pública, donde participen universidades, asociaciones y sobre todo esa sociedad civil que ha, sin una organización formal como fuerza de cohesión, unido los esfuerzos ciudadanos. 

 

3. Impacto

Las muestras de solidaridad, la invaluable ayuda de todos los sectores de la población, las brigadas conformadas por miles de voluntarios, la persistencia del salvamento ante la adversidad, las imágenes en movimiento de los rescates, las fotografías vívidas de una población entregada a la otredad en el instante, el heroísmo de rescatistas y perros entrenados en salvar vidas, los trabajos continuos ante la lluvia y nuevos temblores, los silencios en la búsqueda de una voz, los aplausos en el rescate de una nueva vida, han tenido un impacto mundial. Las notas de la destrucción llegaron a ser rebasadas por las noticias que reflejaron la pronta reacción de la gente, ante lo cual, además del reconocimiento internacional por las labores, se contó con el generoso envío de cuerpos de rescate especializados y de campañas en pos de conseguir más fondos para atender la contingencia. Los titulares del mundo imprimieron páginas sobre los acontecimientos.

Así mismo, los ejemplos del heroísmo desmedido inspiraron a más personas a sumarse a las tareas, la conciencia del respeto a las mascotas y a los animales quedó asentada en la adopción del reconocimiento por los perritos rescatadores, brindando un respiro de ternura ante la intensidad del horror que parece no terminar con las ondas sísmicas sino sugestionar aún más las angustias. Los jóvenes que han vivido la colaboración no serán los mismos, nadie será el mismo, así como hace más de 30 años, la fuerza de la naturaleza unificó lo que otras causas habían polarizado. Pero el sismo no olvida los demás pendientes de la denuncia: aún hay inseguridad, cientos de muertes por la violencia y los feminicidios que, cual amenaza, también emiten alertas.

En esta entrega de DECÁLOGO, destacamos la extraordinaria e incuestionable vocación de ayuda que tiene el mexicano ante sus semejantes. La diferencia es la cualidad del enemigo; ante la naturaleza no es posible tener bandos, las pérdidas humanas son lamento de zonas populares y exclusivas, urbanas y rurales, ricas y pobres, los desastres naturales nos muestran la vulnerabilidad del ser humano ante aquello que ha pretendido pero que jamás podrá controlar, y a lo cual más bien ha lastimado: la naturaleza. El impacto del sismo tuvo un efecto inmediato alrededor del mundo; veremos en el mediano y largo plazo qué tanto es una sensación de celeridad humanitaria, para transformarse o derivar en una verdadera reconstrucción que priorice las vidas y no los intereses.

 

2. Compasión-Empatía

Pero más allá de cualquier otra consideración, el meollo de los ecos detonados por los sismos reside en la compasión. Sentir al otro, sentirse en el otro, reflejarse en el otro, confrontarse en esa alteridad que nos convoca, no es compasión o un sentimiento de lástima, sino la asimilación del sufrimiento y saberse en la necesidad de intentar acompañarlo y aliviarlo en la medida de lo posible y desde cualquier esfuerzo. Compasión ante el dolor ajeno para sentirlo propio, y atender a los impulsos por acudir al llamado de la conciencia, del apego, de los sentires, es la tristeza que nos invade por ver que alguien se duele y aliviar su dolor en el intento.

La empatía por las convocatorias, por los héroes, por las acciones; la empatía con las brigadas y sus rescatistas, por las iniciativas de organización comunitaria, por los centros de acopio espontáneos, por los gestos, por los símbolos, significó un aliciente para los miles de afectados y para quienes se duelen ante la muerte de sus seres queridos. Pero la compasión sin afán de protagonismo ni poder, sin la nomenclatura que atienda la posibilidad de sentirse en posibilidad de ser cura, sino la veta semántica de sentir en alteridad los pasos del otro y su circunstancia, hicieron que quienes no se sumaron desde un inicio a los esfuerzos, se sumaran después con mayor energía incluso que aquellos que primero llegaron al auxilio.

Ante esta desgracia que literalmente sacude la tierra que habitamos todos, ante esa sinergia de sentirnos vulnerables, es necesario hallar los medios para encontrarnos, para que esos abrazos espontáneos no sean fugaces sino de a de veras y para siempre. El mismo temblor lo sentimos todos pero a no a todos nos sucedió lo mismo: lo que le pasó al vecino podría habernos pasado, así como aquello que no es coyuntural a la naturaleza sino a la dinámica social, también acontece de forma desigual en la misma ciudad y en el mismo país que habitamos. Lo que le sucede al prójimo, sin afán religioso ni espiritual sino humano, me compete y me alerta; uno asimila que bien pudiera también haber sucumbido al estruendo y haber necesitado esas manos, esas luces, esos silencios y gritos, esas voluntades, esos puños al viento levantados.

 

1. Esperanza

Y como en DECÁLOGO atendemos siempre a los apegos y a las percepciones, en lo personal, y tras como todos vivir intensamente cada una de las jornadas en estos días que han sucedido como si fueran muchos, de angustias que no cesan mas preocupan, y de emociones que alientan e inspiran, quisiera cerrar esta entrega con la palabra que más define para mí esta suma de esfuerzos: esperanza.

Cierto es que los problemas de un país como el nuestro siguen siendo muchos, que esteterrible acontecimiento resulta impactante y nos ausenta de la ocupación en otras lides que por resolver tenemos pendientes, que tenemos situaciones y vicios por atender que no podemos soslayar por este crujir de la tierra, pero precisamente por ello, porque los ejemplos han sido muchos y las inspiraciones infinitas, apelamos a la esperanza como la fuente inagotable que motive futuros cambios desde el presente.

Los deseos de que perdure aquello que hace 30 años despertó conciencias ciudadanas y políticas, hacer votos porque sea permanente esa actitud de ayuda refrendada en huracanes, cuyos vientos han desatado su furia sobre los campos como la lluvia ausente en las sequías. Que ese ímpetu por hacer equipo y organizarnos no quede en el momento del dolor sino también en la terapia, en el tratamiento, en la búsqueda de una cura para la desolación del alma en estos momentos.

Que bien pudiera ser la equidad, el respeto a los derechos humanos, la inclusión, la transparencia, vivir la democracia como forma de vida y no como un proceso político, la búsqueda de justicia, de la plenitud compartida, de un mejor mundo. Muchos cambios se derivan de las tragedias, muchos movimientos sociales se generan desde los desastres, pero más allá de esta observación social que pudiera abrir debates que no son el propósito de este artículo, quisiera centrarme en la esperanza que esta energía de participación, colaboración y solidaridad ha dejado en las y los niños que observan que la suma de esfuerzos puede construir lazos en los escombros desde sus ruinas, y que la palabra cuando se pronuncia, puede seguir replicando voces desde su eco.

 

Queda mucho por hacer y tras el polvo esparcido, asoman los problemas, los retos, los pendientes temas; las deudas con la historia, los saldos a deuda en la injusticia, inequidad y desigualdad latentes, mas también emergen el orgullo y los valores nacidos en la lucha constante y desde diversas trincheras. Nuestro reconocimiento a todas y a todos los voluntarios, rescatistas, brigadistas, bomberos, médicos, colectivos y autoridades que desde su corazón y honesta vocación de servicio han colaborado en cada jornada de dolor pero también de esperanza.

 

* Iván Uriel Atanacio Medellín. Escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Sus novelas El surco y El Ítamo, que abordan la migración universal, han sido estudiadas en diversas universidades a nivel internacional. Dirigió los documentales La voz humana y Día de descanso. Es Director Editorial de Filmakersmovie.com.

 

Imagen: Televisa NEWS