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La quantum consciousness afirma que nuestra conciencia existe independientemente de la sustancia material y sobrevive aun después de la muerte de un cuerpo físico

Entre el materialismo y el espiritualismo, surgen múltiples cuestiones en torno a la conciencia: ¿hacia dónde se va nuestra alma después de morir?, ¿nuestra esencia desaparece cuando nuestro cuerpo muere? A estas preguntas las acompaña una serie de obras literarias y cinematográficas que reproducen las hipótesis en torno a las ondas lentas del cerebro a un nivel subatómico que abandonan el cuerpo después de la muerte. A ello se le llamó conciencia cuántica –o quantum consciousness.

Entre los principales estandartes de este movimiento están el físico Roger Penrose y el médico Deepak Chopra, quienes consideran que lo que se resguarda en nuestra mente no es forzosamente un producto de nuestro cerebro y que nuestra conciencia existe independientemente de la sustancia material. En consecuencia, la muerte de nuestro cuerpo físico no es el fin de nuestra conciencia. Sin embargo, ¿cuáles son los puntos débiles de esta ola?

De acuerdo con Michael Shermer, colaborador de Scientific American, existen tres puntos principales que se contraponen a la teoría cuántica de la conciencia:

Primero, los defensores de este movimiento consideran que la identidad personal se encuentra en los recuerdos, los cuales están grabados en el cerebro, de modo que de ser posible, se pueden copiar y pegar en una computadora, duplicar e implementarse en un cuerpo renacido. No obstante, la memoria no trabaja como una máquina sistematizada: es un proceso que se encuentra editándose de manera fluida y continua, que depende principalmente de las neuronas cerebrales. Shermer explica que si bien es verdad que los recuerdos desaparecen momentáneamente cuando uno se duerme y se despierta cada mañana o cuando se está bajo los efectos de la anestesia quirúrgica, éstos regresan aun después de una crisis de hipotermia o detención de la circulación sanguínea. Es decir, cuando el cerebro de una persona se encuentra en un estado de hipotermia se detiene su actividad eléctrica y, por lo tanto, se sugiere que la memoria a largo plazo se almacena estáticamente ahí, en alguna parte de las neuronas inmóviles. No obstante, ello no puede suceder cuando el cerebro muere, pues cuando se deja de recibir oxígeno del corazón las neuronas mueren y, en consecuencia, los recuerdos almacenados en el cuerpo.

En segundo lugar, otra suposición es que al copiar el connectoma del cerebro –el diagrama de las conexiones neuronales– en una computadora o en un self físico de alguien revivido, sería como despertar de un largo sueño. Desgraciadamente, eso no es posible, pues “la copia de tus memorias, tu mente o incluso tu alma, no eres tú. Es una copia de ti, igual que un gemelo y ningún gemelo se ve como su hermano o piensa ‘Aquí estoy’”. Ni la duplicación ni la resurrección pueden dar instancia a un ser vivo en otro plano de la existencia.

Y finalmente, la identidad o el self es mucho más que la suma de los recuerdos: es el proceso cognitivo de una metaconciencia –estar consciente de la conciencia. Con esto se quiere decir que aun cuando sea posible transferir los recuerdos hacia otro contenedor, este último no sería tampoco nuestra esencia porque se trata de una continuidad del self de un momento a otro.

Para Shermer, esta toma de conciencia en torno a la mortalidad podría estar enfocada en la relevancia de cada momento, cada día, cada vínculo social; es decir, en relacionarse profundamente con el mundo y con las otras personas para darnos un objetivo y un sentido a lo largo de nuestra vida: “Somos únicos en el mundo y en la historia, geográfica y cronológicamente”. Incluso, agrega el colaborador:

nuestros genomas y connectomas no pueden ser duplicados, por lo que nosotros somos individuos garantizados con conciencia en torno a nuestra mortalidad y metaconciencia de lo que eso significa. […] La vida no es una etapa temporal antes del gran show de después –es nuestro proscenio personal en el drama del cosmos en el aquí y el ahora.