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Investigador sugiere que la función de los sueños puede explicarse desde la selección sexual, en una mezcla de Darwin y Freud. ¿Pero acaso no tienen los sueños funciones más sutiles?

Una de las cosas con las que más se asocia a Freud es con haber interpretado los sueños como manifestaciones de la energía sexual, a grandes rasgos, como formas de cumplir los deseos sexuales que rigen el inconsciente del ser humano. El sueño más famoso en este sentido es el llamado la "inyección de Irma", el cual Freud interpretó como un símbolo de su deseo sexual aunque no era tan evidente para un análisis que no tuviera la sexualidad como eje conductual.

Las teorías de Freud sobre los sueños han perdido tracción entre los psicólogos evolucionistas y neurocientíficos, si bien no existe una teoría universalmente aceptada para entender por qué soñamos. Sin embargo, recientemente la teoría de Freud ha sido resucitada por el profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston, Patrick McNamara, quien cree que en realidad todos los sueños tienen un fundamento sexual.

McNamara ha notado que existe una correlación ente erecciones peniles y agrandamiento del clítoris en los momentos en los que inicia el periodo REM (moción rápida de los ojos que marca el inicio de la imaginaria onírica). Estudios de resonancia magnética indican que durante el REM los circuitos de recompensa se activan y diferentes hormonas asociadas con la excitación sexual y el vínculo emocional del sexo también obedecen ritmos relacionados al REM. Anteriormente, Stephen Laberge, quien ha estudiado extensamente los sueños lúcidos en su laboratorio de Stanford, notó que existe una correlación entre una experiencia sexual en el sueño y los signos corporales que marcan excitación sexual. 

En sus estudios McNamara ha notado dos patrones sobresalientes. Los hombres suelen soñar con algún tipo de aventura, guerra violenta o lucha dramática con otros hombres, mientras que las mujeres sueñan comúnmente con discusiones animadas con amigos y otras personas que conocen. Con cierta fidelidad al psicoanálisis freudiano, esto lo interpreta desde una óptica sexual. Los sueños de los hombres, según McNamara (quien ha estudiado un banco de miles de sueños) tienden a mostrar agresividad hacia otros hombres, los cuales son reflejo de una dinámica de agresividad en contra de potenciales competidores para reproducirse. Esto sería un resabio de un pasado evolutivo en el que el hombre tenía que luchar contra otros hombres para tener acceso a las mujeres fértiles. En el caso de las mujeres, sus sueños muestran agresión, pero verbal, a otras mujeres (un tema común es hacer menos a otra mujer en el sueño), algo que McNamara considera puede ser una estrategia reproductiva. 

El grueso de la hipótesis de McNamara se sustenta en una serie de estudios en los que notó que las personas que están involucradas en una relación de pareja o que están buscando con ahínco tener una, suelen recordar más sueños, compartirlos más y tener un contenido que refleja este tema. Sus resultados sugieren que, de hecho, las personas que están ávidas por una relación recuerdan más sus sueños y tienen más sueños de agresión hacia lo que considera son posibles competidores; las personas con una relación estable les siguen y por último las personas que tienen poco interés en tener una pareja no tienen tanto este tipo de sueños y en general recuerdan menos sus sueños. Eros parece ser la energía que enciende al flujo onírico. 

Para explicar la función evolutiva de los sueños, McNamara se apoya en la selección sexual de Darwin y explora la posibilidad de que los sueños, como la cola del pavo real, que es una especie de aditamento poco económico en términos evolutivos pero que tiene una función afrodisíaca, tengan que ver con la selección sexual. Pese a que el REM nos coloca en un estado de vulnerabilidad de temperatura y hacia ciertos depredadores apagando zonas de respuesta en el cuerpo, podría tener una función de hacernos querer tener más sexo y vincularnos con ciertas personas. No sorprenderá a nadie que las personas que tienen sexo en un sueño suelen tener más probabilidades de tener sexo los siguientes días de ese sueño. 

Para probar su teoría, McNamara se encuentra organizando un estudio en el que piensa demostrar una correlación entre los sueños y la capacidad reproductiva o un aumento de fertilidad. Aquellos que sueñan más deben de tener también una mayor aptitud fisiológica para reproducirse, según su hipótesis. 

La hipótesis de McNamara ciertamente es interesante y podría también asociarse con el dominio psicológico que tienen los sueños en los procesos de enamoramiento. Ya sea por la influencia de la literatura y de la poesía, por algún mecanismo evolutivo o algún proceso psíquico más sutil, cuando soñamos con una persona eso nos parece convencer de que una relación con la misma tendrá una mayor fuerza y significado. En algunas culturas, como parte del proceso de emparejamiento, las personas deben soñar con sus parejas antes de conocerlas; el más bello ejemplo de esto es la llamada "Noche de santa Inés" (The Eve of St. Agnes, inmortalizada por Keats). En esta tradición folklórica se considera que una doncella puede ver a su futuro esposo en un sueño si realiza cierto ritual dicha noche. El rito consiste en ayunar, dormirse completamente desnuda, colocar las manos debajo de la almohada y mirar hacia los cielos (sin mirar hacia atrás). Esto propiciaría que su futuro amado llegara en el sueño y la besara, sellando así su futuro en la magia del amor. 

Por otro lado, la psicología y la psiquiatría moderna, limitados por el materialismo de la ciencia, solamente explican los sueños dentro de una función evolutiva biológica. Lo cual nos lleva a preguntarnos si los sueños tienen sólo una función biológica o también una función de evolución espiritual. Evidentemente tal cosa para la ciencia no tiene sentido, especialmente porque no se puede medir con sus métodos. Sin embargo, también existe una larga tradición que vincula a los sueños con el mundo espiritual, con la profecía, los oráculos y la transformación personal. Personalmente me parece que pensar que la ciencia tiene las llaves de qué es real y qué no y tiene la capacidad de fijar los límites del conocimiento es completamente absurdo. Hay conocimiento interno, hay una ciencia contemplativa (usando el término que el físico y maestro budista Alan Wallace ha acuñado) y no sólo es válido, sino que es necesario para la evolución integral del ser humano. Y es aquí que los sueños tienen mucho que decirnos y seguramente no pueden reducirse solamente al sexo. El ser humano es justamente la especie que tiene la capacidad de crecer más allá de las limitaciones y las definiciones de la biología animal o de la mera subsistencia material. 

Un ejemplo de cómo los sueños pueden ser interpretados espiritualmente también es el caso de los sueños en los que una persona vuela. Para Freud volar en los sueños era un claro símbolo de una energía libidinal, una especie de metáfora de la erección. Pero podemos también interpretar el sueño de volar, un poco de manera más jungiana, ya no como un deseo sexual sino como un deseo de la psique de liberarse. Y es que los sueños en los que se vuela, si bien tienen en ocasiones claras correlaciones sexuales, también suelen ser las antesalas preferidas de un sueño lúcido, de despertar en el sueño, vía el descubrimiento de su naturaleza ilusoria (al violar las leyes de la física de la vigilia).

Los sueños lúcidos desafían en cierta forma el reduccionismo biológico reproductivo de los sueños. Porque un sueño lúcido puede tener el contenido que una persona desee. Si bien esto a veces se manifiesta en una promisicuidad que hace uso de todo el potencial libidinal del individuo (una orgía en el cielo), también es cierto, como documentan casos de soñadores lúcidos expertos, por ejemplo los yoguis tibetanos, que los sueños pueden utilizarse para explorar la naturaleza de la mente e incluso establecer un continuum que disuelva la dualidad entre sueño y vigilia en la claridad de la pura conciencia. ¿No es acaso esta función también importante? El sueño como autoconocimiento, como escenario virtual en el que el soñador puede poner a prueba de qué está hecho el mundo y la mente, y quizás encontrar que ambos tiene la misma sustancia como sugirió Shakespeare en La Tempestad? Y si seguimos el razonamiento evolucionista, el hecho de que el hombre sea capaz de tener sueños lúcidos, habla de que éstos tienen una función evolutiva. Pero, como vemos, esta función evolutiva no puede reducirse a lo meramente sexual. Escribe Alan Wallace:

Los sueños lúcidos proveen el escenario ideal para examinar la naturaleza esencial de los sueños y la realidad y la relación entre el estado de sueño y la vigilia. Según investigación científica, la principal diferencia entre los sueños y la imaginación y la percepción de la vigilia, es que las experiencias de la vigilia son directamente excitadas por los estímulos del mundo externo, mientras que la imaginación y los sueños son creaciones irrestrictas, libres de las influencias físicas y ambientales. Para el pensamiento budista, sin embargo, la ciencia occidental sólo cuenta la mitad de la historia. El budismo y la ciencia, ambos, están de acuerdo en que aunque objetos visuales, sonidos y sensaciones táctiles del mundo alrededor parecen existir allá afuera, no tiene existencia separada de nuestra percepción consciente de ellas. Pero el budismo añade que la masa, energía, espacio y tiempo como son concebidos por la mente humana, tampoco tienen existencia separada de nuestra conciencia conceptual de las mismas --no más que nuestros sueños cada noche–. Todas las apariencias existen sólo en relación a la mente que las experimenta, y todos los estados mentales surgen en relación a los fenómenos experimentados. Vivimos en un universo participatorio, sin sujetos y objetos absolutos. Con este énfasis principal en la naturaleza ilusoria tanto de la realidad de la vigilia como la de los sueños, los budistas tibetanos formularon un sistema de enseñanzas llamado "yoga de los sueños" hace más de mil años, el cual usa el poder de los sueños lúcidos para deshacer las ilusiones y abrir una puerta a la iluminación. 

Éste sería el sentido de los sueños para el budismo tibetano y seguramente también para otras tradiciones filosóficas, que los sueños pueden usarse para descubrir que el mundo también es un sueño y que por lo tanto es una cocreación de la mente y la energía. El sueño, paradójicamente, tiene la función evolutiva de hacernos despertar.