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Malas decisiones familiares, sentimentales o profesionales podrían perseguirte el resto de tu vida

¿Qué tan agobiantes pueden ser tus decisiones, a grado tal que se convierten en un constante remordimiento? O, peor aún, ¿qué tan desalentador puede ser para la mente humana el no haber intentado lo que se desea, permaneciendo en el eterno letargo del “hubiera”? Un estudio publicado por la Social Psychological and Personality Science sugiere que las personas podemos lamentarnos más una inacción que una acción en nuestras vidas. Dicho de otra forma, lamentarse no haber hecho ciertas cosas puede ayudar a engendrar el más escabroso de lo remordimientos.

En dicho estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Illinois, se preguntó a cerca de 400 personas sobre sus remordimientos. Atendiendo a la encuesta –de mayor a menor– ésta es la lista de los remordimientos más frecuentes:

Romance (amores perdidos) 18.1%

Familia 15.9%

Educación 13.1%

Carrera 12.2%

Finanzas 9.9%

Crianza de hijos 9.0%

Salud 6.3%

Otros 5.6%

Amigos 3.6%

Espiritualidad 2.3%

En una sociedad cada vez más individualista, promotora de la soledad mal empleada pero sobre todo con un ritmo de vida bastante acelerado, no sorprende que el desamor o la falta de él sea el más desgarrador de los remordimientos. Y aunque ésta pueda ser una encuesta tan básica como cualquier otra, nos permite deducir, quizás un poco, la psicología del inconforme moderno, esa persuasión cargada sobre todo de influencia social y poco de no sabernos conducir con ligereza.

Como es bien sabido, el lamento es un componente esencial de la experiencia humana. Y, por el contrario, la ligereza es también una cualidad innata en los seres humanos. En este sentido, es importante recordar que la mejor cura para ese sentir de pesadumbre siempre será la aceptación de los actos; reconocerse así mismo como el autor de los acontecimientos, pero sobre todo, hacer uso de la ligereza –y en buena medida la ironía– para manejar los errores. De esta encuesta solo nos queda dialogar con nuestro yo interno, y descubrir que es mejor intentar las cosas que nunca haberlas vivido.