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El uso medicinal de la marihuana permitiría tratar dolencias para las que otros fármacos resultan inefectivos, mayor investigación y comprensión científica y una posible respuesta a la crisis por consumo de opiáceos

Los humanos han utilizado medicinalmente la planta de cannabis o cannabis sativa l. durante siglos. Incluso el emperador chino Shen Nung se ocupó de escribir sobre los beneficios de usar la cannabis para tratar reumatismo, gota, estreñimiento y falta de atención en el año 2737 AEC. La administración de esta planta, ahora conocida popularmente como “marihuana”, aunque el término sea un fruto de la propaganda prohibicionista, también incluía la elaboración de ungüentos, aceites y tinturas. De hecho hace menos de 2 siglos, en 1823, el doctor de la reina Victoria, Sir Russell Reynolds, le prescribió marihuana para sus cólicos menstruales, añadiendo la observación de que era “una de las medicinas más valiosas que poseemos”. 

Las deformaciones propagandistas fruto de la prohibición de la marihuana se ocuparon de difundirla como una droga satánica, pero los gobernantes no siempre estuvieron en contra de la cannabis. De hecho la reina Elizabeth I, lejos de criminalizarla, declaró en 1563 que los terratenientes poseedores de más de 60 acres debían incluir cultivos de cannabis o pagar una multa de 5 libras. En todo caso y a pesar de que el cambio de estatus de la marihuana como una droga sin potencial medicinal quede pendiente a nivel legal, existe evidencia de que esta planta puede ayudar a combatir numerosos males incluyendo insomnio, estrés, dolor crónico, esclerosis múltiple, enfermedades epilépticas, Alzheimer, trastorno de estrés postraumático, enfermedad de Crohn y síndrome de Tourette. 

Gran parte del corpus anecdótico con el que contamos actualmente sobre los poderes medicinales de la cannabis se debe a que la prohibición no ha impedido que las personas busquen alivio a sus dolencias a través de la marihuana medicinal. Una de esas personas fue Rick Simpson, quien en 1997 sufrió una lesión en la cabeza, la cual derivó en un síndrome poscontusión que le hacía escuchar constantemente un sonido similar al de una podadora adentro de su cabeza. Los médicos le recetaron farmacéuticos que en lugar de aliviarlo le provocaron una serie de efectos secundarios disfuncionales, evitando que tuviera una vida normal, de tal manera que cuando supo de los beneficios médicos de la marihuana se animó a empezar a fumarla y al notar que le proporcionaba el alivio que las otras drogas no le habían dado Simpson le pidió a su doctor que se la recetara, pero el galeno se negó rotundamente, además de recomendarle que dejara de fumarla. 

Así que Simpson continuó con sus malestares, pero empezó a preguntarse qué pasaría si pudiera administrarse una dosis concentrada de cannabinoides, una mucho más concentrada de la que podría obtener fumando, por lo cual empezó a cultivar sus propias plantas y a extraer aceite de las flores, el cual tomaba en dosis pequeñas diariamente. Al poco tiempo Rick Simpson declaró que sus síntomas se habían mitigado, mejorando su sueño, presión sanguínea y sus niveles de dolor. Esta fue una de las primeras experiencias positivas que Simpson tuvo con la cannabis y que lo motivaron a compartir su receta para la realización del aceite de cannabis con el mundo.

Sin embargo la legalización de la cannabis en diferente puntos del globo, tanto a nivel medicinal como recreativo, ha permitido la apertura necesaria para la investigación. Un ejemplo de esto es Tikun Olam, la agencia israelí encargada de la administración de cannabis medicinal, cuya existencia es posible gracias a que hace años Israel aprobó el uso terapéutico de la cannabis y apoyó el desarrollo de investigaciones en este centro, de tal manera que han logrado desarrollar variedades medicinales de contenidos específicos de THC, CBD y otros compuestos e investigar su relación con el tratamiento de enfermedades específicas, además de establecer dosis apropiadas para cada dolencia y contribuir al entendimiento de cómo los más de 400 compuestos químicos de la cannabis sativa l. interactúan con el cuerpo humano.  

Una vez explicado lo anterior, no debe sorprendernos que el pionero del descubrimiento del sistema endocannabinoide del cuerpo humano haya sido liderado por el profesor Raphael Mechoulam de la Universidad de Jerusalén, quien incluso creó una nueva rama de la bioquímica para estudiar la relación entre el cerebro y la cannabis. De acuerdo con Mechoulam:  

El sistema endocannabinoide ha sido estudiado usando sistemas genéticos y farmacológicos. Estos estudios han revelado que los cannabinoides actúan como neuromoduladores para una variedad de procesos fisiológicos incluyendo el aprendizaje motriz, la plasticidad sinóptica, el apetito y la sensación de dolor. 

Los investigadores creen que los receptores de cannabinoides son más numerosos que cualquier otro sistema receptor en el cuerpo, de tal manera que su estimulación está detrás de muchos procesos fisiológicos y esto explica por qué la cannabis tiene el potencial de tratar un abanico tan grande de enfermedades. Hasta ahora los investigadores han identificado dos de estos receptores, el CB1 y CB2. El primero se encuentra principalmente en el cerebro pero en años recientes también ha sido encontrado en el tejido periférico. El segundo se manifiesta casi exclusivamente en las células y órganos conectados con el sistema inmune y el sistema cardiovascular. Su más grande concentración se encuentra en el bazo y es responsable de las propiedades antiinflamatorias de la cannabis.  Pero esto no es todo, pues existe la probabilidad de que muchos otros receptores de cannabinoides estén en diferentes partes del cuerpo. Así que queda aún mucho por descubrir en este campo.

La cuestión es que el uso medicinal de la marihuana podría significar un éxito en materia de salud durante los próximos años, tanto en los países desarrollados que enfrentan una crisis de muertes por el consumo de opiáceos que además merman significativamente la calidad de vida de quienes los consumen como en los países en vías de desarrollo, donde muchas personas no tienen la solvencia económica para tratar sus dolencias con fármacos de grandes laboratorios. Pero sobre todo sería la oportunidad de que muchas personas encontraran la oportunidad de acceder a un tratamiento menos costoso, con menos efectos secundarios nocivos y más efectivo que muchos fármacos. Resulta hasta cierto punto poético pensar que en un mundo que se enorgullece de sus logros tecnológicos y en el que pareciera que el hombre y la máquina están cada vez más unidos, sea una planta la que logre salvar al mundo. Aunque claro, eso sólo podría suceder en un escenario poslegalización. 

Twitter de la autora: @diosaloca