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Una práctica brutal pero de propósitos elevados: la emasculación de niños derivaba en un registro vocal incomparable, tal y como se aprecia en estas raras grabaciones

En buena medida fue gracias a la película Farinelli (Gérard Corbiau, 1994) que la noción de castrato ingresó al imaginario pop. Antes de eso, sólo los eruditos, especialistas, amateurs de la música clásica y algunos curiosos varios estaban enterados de la práctica brutal pero con propósitos sublimes de emascular a niños antes de que alcanzaran la pubertad para impedir así el desarrollo de sus características sexuales secundarias, específicamente el engrosamiento de su voz, típico de esta etapa de la vida masculina, y, a cambio, conservar un timbre alto, similar al registro vocal femenino pero diferente, único.

Según fuentes históricas, la práctica se remonta a los años del Imperio Bizantino, en el siglo V de nuestra era, pero se le identifica más con el Renacimiento, que es también la época en que nacieron formas incipientes de ópera, como L'Orfeo de Monteverdi, también un compositor prolijo de madrigales. Un ejemplo tardío de esta tradición es I Capuleti e i Montecchi, una “tragedia lírica” de Vincenzo Bellini estrenada en 1830, en donde el papel de Romeo no está asignado originalmente a un hombre, sino a una mujer con tesitura de mezzosoprano.

Cabe mencionar que en parte la práctica del castrato se mantuvo por la marginación que se ejercía contra las mujeres en prácticamente cualquier aspecto de la vida social. En lo que respecta al catolicismo, por ejemplo, la jerarquía católica se amparó en una cita de San Pablo, de su Carta a los Corintios, para prohibir a las mujeres entrar a los templos: “que las mujeres guarden silencio en la iglesia” (1 Cor XIV, 33-35), de donde derivó usar a castrati en vez de voces femeninas en coros como el de la Capilla Sixtina.

Pero, a todo esto, ¿cómo sonaba un castrato? Para sorpresa nuestra, la tecnología de la grabación de audio pudo registrar la voz del que quizá fue el último castrato de la historia, al menos como resultado de una emasculación efectiva (otros lo son por algún tipo de malformación fisiológica). Nos referimos a Alessandro Moreschi, quien nació en 1858 en el Lazio italiano, fue castrado cerca de 1865 y comenzó su trayectoria musical hacia 1870. En la época, el coro de la Capilla Sixtina aún conservaba una buena proporción de castrati, y también un exigente sistema de admisión, pero aun así Moreschi consiguió figurar ahí.

Las grabaciones que compartimos pertenecen más o menos a ese período de la vida de Moreschi, los primeros años del siglo XX, entre 1902 y 1903, las únicas realizadas aunque el cantante se mantuvo en la escena pública hasta mediados de la década siguiente.

 

Un testimonio que oscila entre lo excelso y lo sobrecogedor y que de alguna manera sugiere que, en efecto, eventualmente los extremos pueden llegar a tocarse y convivir.

 

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