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6 formas científicamente probadas para tranquilizarte y hackear un mal día

Ciencia

Por: Jimena O. - 05/17/2016

Estas 6 sencillas prácticas tienen dos cosas en común: te llevarán a un estado de calma y, por otro lado, su efecto está sustentado en investigaciones científicas.

Las cosas pueden cambiar de un instante a otro, eso lo sabemos bien. En cierto momento nos sentimos bien, alegres quizá, contentos, satisfechos y al siguiente, por una circunstancia inesperada, nuestro ánimo puede virar hacia el otro extremo, sentirnos enojados, frustrados, impotentes.

Pero si esto sucede así, ¿no será posible también ejercer una suerte de influencia sobre nuestra propia realidad y hackear ese marco mental?

A continuación compartimos seis prácticas orientadas a dicho propósito, todas con un denominador común: poseen un estudio científico que respalda sus efectos como remedio contra el estrés, la tensión y, en general, contra todo aquello que puede generar la impresión de tener un mal día.

 

Respira profundamente

La respiración es una de las formas más efectivas pero, sobre todo, más al alcance e instantáneas de combatir el estrés. La respiración lenta y profunda reduce de inmediato el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, lo cual trae calma inmediata a nuestro cuerpo y nuestro estado de ánimo.

Cómo hacerlo: Llena tus pulmones con tanto aire como puedas y siempre sintiéndote cómodo. Infla tu estómago hasta la cuenta de 5 y después libera lentamente el aire, de nuevo contando hasta 5.

 

Aprieta y libera

Por instinto, cuanto estamos estresados tensamos ciertos músculos de nuestro cuerpo. De hecho, antes de que el vocablo “estrés” se populariza en el habla hispana era usual hablar de “tensión”, pues coloquialmente pero también a un nivel de inconsciente colectivo la preocupación, el enojo, la angustia y otros estados de ánimo negativos se han asociado con esta respuesta corporal.

Sin embargo, así como involuntariamente tensamos nuestros músculos, conscientemente podemos hackear esta reacción destensándolos, y así poder recuperar cierta tranquilidad.

Cómo hacerlo: Tensa tu cuerpo a propósito y después libera esa tensión. Repite varias veces hasta que te sientas auténticamente relajado.

 

Escucha música clásica

En el marco de la mitología griega se cuenta que con la música que salía de su lira Orfeo era capaz de calmar a las bestias salvajes, incluido el mismísimo Cerbero, el perro guardián del inframundo, a quien durmió con su canto.

La ciencia moderna no ha explicado esta capacidad legendaria de Orfeo, pero sí ha demostrado que la música de ritmos lentos puede reducir el estrés e incluso generar un efecto positivo en la salud cardíaca.

Cómo hacerlo: Sólo elige una pieza y escúchala. A manera de comentario editorial es necesario decir que aunque desde la generalización se habla de “música clásica” como un género más o menos homogéneo y similar, lo cierto es que dentro de éste los tipos de composición, temperamentos y efectos que ejercen sobre quien la escucha, pueden ser muy diversos. El Concierto para violín de Alban Berg, por ejemplo, es música clásica, pero también puede crispar los nervios de una sensibilidad poco habituada a esos sonidos. O, en otro sentido, puede ser que una composición más que tranquilizarnos nos deprima o desate aún más nuestra ansiedad. Con la música, nos dice Slavoj Zizek, siempre hay que tener cuidado, pues es capaz de sacar a flote nuestras pasiones más profundas.

Con todo, en este asunto es difícil recomendar tal o cual compositor. Los grandes exploraron prácticamente todo el espectro de las emociones humanas, de la alegría a la tristeza, y aun alguien como Mozart, a quien músicos tan opuestos como Nikolaus Harnoncourt y Pierre Boulez califican de “jovial”, tiene sus propias composiciones que planean bajo, por las zonas oscuras del espíritu.

En este sentido quizá la única recomendación sea estar guiados por la curiosidad, gusto y respuesta propios.

Al respecto, en Pijama Surf tenemos estas dos playlists de música clásica:

13 composiciones breves para piano que ya nunca saldrán de tu cabeza

9 piezas musicales que harán tu vida aún más épica de lo que ya es

 

Camina

Otro recurso sumamente asequible y sencillo de poner en práctica: las caminatas breves, espontáneas y sin rumbo definido. Además de despejar nuestra mente, las caminatas son una forma de ejercicio moderado que reduce significativamente los niveles de cortisol en la sangre, una de las hormonas encargadas de provocar reacciones del estrés como el aumento del ritmo cardíaco o de los niveles de adrenalina.

Cómo hacerlo: Sólo sal a caminar y ya. En la medida de lo posible, en un área donde puedas tener contacto con la naturaleza. Y también, si puedes, haz de esto un hábito.

 

Lee un libro

Leer es una práctica capaz de calmar los nervios más tensos. Quizá no con la inmediatez que tienen las otras que hemos indicado, pero sí de manera igual de efectiva. En buena parte, porque depende de la disposición a la que llevamos el cuerpo para realizar la acción: tomar el libro, arrellanarnos en un asiento cómodo, dejar que la mente se concentre en un tema ficticio (lo cual en cierta forma es como llevarla a un paseo), etc. Por eso, según algunos estudios, leer relaja y tranquiliza.

Cómo hacerlo: Básicamente, como dijimos en el párrafo anterior. Elige un libro, un lugar cómodo para leerlo y suelta un poco tu mente para que salga de la tensión y se coloque más bien en el ánimo necesario para concentrarte en la lectura. En cuanto a ésta, quizá lo mejor sea tomar una obra de ficción, cualquiera, pues a diferencia de la música, es muy probable que cualquier ejemplar simplemente te distraiga (lo que, después de todo, es un poco el propósito). Autores muy rebuscados o profundos (exigentes) –digamos Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Juan Carlos Onetti, Kafka mismo– pueden lograr o el efecto contrario o que te des cuenta de que después de 10 o 15 minutos “leyendo” la verdad es que no has comprendido nada y sólo estuviste recorriendo líneas de palabras sin de verdad ponerles atención.

 

Haz nuevos amigos

Hace poco la Universidad de Harvard publicó un estudio que, de algún modo, confirma algo que ya se intuía cultural y subjetivamente: que tener amigos, estar con amigos, fomentar vínculos amistosos también tiene efectos positivos en la salud, y no sólo psicológicos y sociales. En especial, tal parece que el sistema circulatorio se beneficia claramente de los amigos, pues en una situación amistosa la presión sanguínea se mantiene en niveles óptimos y los vasos sanguíneos permanecen relajados.

Cómo hacerlo: En este punto la recomendación es sencilla pero quizá no muy fácil de ejecutar. Un amigo, lo sabemos bien, no se hace de un instante para otro, pero sí es cierto que ser amistoso/a depende de cada uno de nosotros. Y quién sabe, quizá en uno de esos vínculos surgirá alguien a quien podremos considerar como una nueva amistad.

 

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