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Visualizando la red cósmica que une a todas las galaxias del universo en una sola madeja de luz

AlterCultura

Por: Luis Alberto Hara - 04/20/2016

El universo es una red de redes. Conectamos esta red de filamentos galácticos con nuestro proceso cognitivo: somos una red que conoce a otra red, que se hipervincula, que se refleja, que espejea el cielo con la mente

El filósofo Manly P. Hall alguna vez dijo: "si podemos sacar la unidad donde la podamos ver puede hacer mucho bien", esto bajo el entendido de que la unidad indivisible es la realidad subyacente de todas las cosas y que la separación es una ilusión que genera sufrimiento. El proyecto Network Universe ha puesto su "píxel de arena" para de alguna manera sacar a relucir a esta unidad, que debemos ser capaces de ver.

La fundación Illustris y la diseñadora Kim Albrecht han materializado esta visión construyendo una simulación en 2D de la llamada red cósmica en la cual se visualizan la densidad gaseosa, la temperatura y la velocidad de filamentos de hidrógeno interconectados, los cuales forman la mayor parte de la materia en el universo y trazan también la distribución de la materia oscura. Sabemos que la mayor parte de la materia del universo no está en las concentraciones de galaxias y estrellas sino en el espacio intergaláctico, en lo que aparenta ser la vacuidad del espacio. Sobre el aparente vacío se teje esta madeja, esta red cósmica.

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Esta visualización matemática no sólo tiene alta fidelidad científica; es también una experiencia inmersiva e interactiva que permite tener una aproximación a la experiencia de recorrer la red cósmica, de estar entreverado en sus entrañas de luz y viajar hacia el corazón de esta telaraña intergaláctica cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no está en ninguna parte (visita este link para seguir los hilos de la red cósmica). El verdadero camino (el Tao) es una red de caminos.

Es esta red de filamentos galácticos la misma que anteriormente había sido visualizada con un misterioso parecido a las redes sinápticas del cerebro animal (VER IMAGEN). Al parecer, como es arriba es abajo, y la forma en la que se conectan las neuronas es similar en su complejidad a la forma en la que se conecta el tejido cósmico. 

A algunos les parecería que proponer una visión unitaria del cosmos de esta magnitud es "estirar la liga" demasiado, pero en realidad no es ni siquiera una metáfora o una hipérbole que nos sirve de poético consuelo ante la inmensidad. Físicos han encontrado que la naturaleza fundamental del espacio es el entrelazamiento cuántico, la propiedad que une a dos partículas --como si fueran una misma-- no obstante la distancia a la que se encuentren y de la cual emerge la geometría del espacio-tiempo. Es decir, incluso más esencial que toda la materia y las fuerzas físicas conocidas es esta concatenación entre los diminutos y fluctuantes ladrillos que constituyen todas las cosas. Quizás de la misma manera en que los electrones están unidos por una misteriosa red de conexiones instantáneas, en el espacio macrocósmico se extiende una red de tenues filamentos galácticos que conforma el sutil esqueleto del universo. En los Vedas se dice que primero fueron los bhandus, los vínculos. El tejido es lo primigenio, eso que mantiene por siempre la unidad. 

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Se produce la sensación de que cuando miramos a la profundidad del espacio estamos mirando un inmenso entramado mental y cuando miramos hacia dentro, en nuestra mente, estamos mirando un pequeño andamiaje celestial. Como si de una primera radiación, de un arquetipo de la emanación de la energía todas las cosas tomaran patrón, en forma y función, y todo lo que ocurre aquí es un eco de lo que ha ocurrido antes, allá. La mente es idéntica al espacio, dicen muchos de los más grandes maestros del budismo tibetano, como Longchen Rabjam:

La mente en sí misma es la vasta expansión, el reino del espacio incambiable.

Su despliegue indeterminado es la expansión de la expresión mágica de su responsividad.

Todas las cosas son sólo los adornos del espacio básico y nada más.

Hacia adentro o hacia afuera, las cosas proliferando y resolviéndose son la energía dinámica de la mente despierta.

Porque esto no es nada en realidad y sin embargo surge como todo lo que puede ser, es su expresión maravillosa y mágica, asombrosa e insuperable.

Esta red cósmica me hace pensar en las grandes imágenes de interconexión que se han ideado en la antigüedad, quizás tan válidas, en su poder intuitivo, como estas visualizaciones científicas. Pienso en el famoso collar de perlas del dios Indra:

Lejos en la mansión celestial del gran dios Indra hay una fabulosa red que ha sido colgada por un astuto artífice, de tal manera que se extiende infinitamente en todas direcciones. En sintonía con los gustos extravagantes de las deidades, el artífice ha colgado una joya resplandeciente en cada “ojo” de la red, y como la red es en sí misma infinita en dimensión, las joyas son infinitas en número. Ahí cuelgan las joyas brillando como estrellas de primera magnitud, una suprema visión que sostener. Si seleccionamos arbitrariamente una de estas joyas para inspeccionar y la analizamos de cerca, descubriremos que en su superficie azogada se reflejan todas las demás joyas de la red, infinitas en número. No sólo eso, sino que cada una de las joyas reflejadas en esta joya también está reflejando todas las otras joyas, así que hay un número infinito de procesos de reflejo ocurriendo. (Francis Harold Cook en su libro Hua-Yen Buddhism: The Jewel Net of Indra)

La red de Indra es una metáfora del concepto budista de originación dependiente, el cual sostiene que todas las cosas dependen de otras, y así sucesivamente sin llegar a una esencia independiente, y por lo tanto no tienen sustancia, son meramente como despliegues mágicos (los reflejos perlados) sobre el vacío. "Según Parménides el propio ser está rodeado por los 'vínculos de cuerda' de la poderosa Ananké [la necesidad]. Y en la visión platónica aparece una inmensa luz 'ligada al cielo como los cañamos que fajan las quillas de las trirremes, abarcando así su completa circunferencia'", escribe Roberto Calasso. El cuerpo de Ananké, la diosa de la necesidad cuyas hijas tejían los destinos, puede observarse como una concatenación de hyperlinks, una vasta red "que ciñe circularmente el mundo, está cubierto por una faja coloreada, que podemos ver en el cielo como una Vía Láctea, o también en perfecta miniatura, en el cuerpo de Afrodita".  

Sólo queda el acto esencial de maravillarnos y celebrar poder ser parte de este misterioso organismo cósmico. El modelo presentado ciertamente es un avance en la visualización de eso que los antiguos sostuvieron como una noción indisputable: que todas las cosas estaban conectadas por una red de simpatías y afinidades y que era el sello de la unidad que en cada parte podían observarse todas las otras partes del cosmos. Esta arquitectura del gran edificio cósmico empieza a vislumbrarse también para la ciencia moderna que inevitablemente llegará, después de mucho esfuerzo y extravío, al origen, a la visión rutilante de la armonía universal.  

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