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Según el comediante Larry David, el dinero permite a las personas dejar de aparentar que sólo les importan las apariencias y los bienes materiales

En un monólogo reciente en el show Saturday Night Live, el popular comediante Larry David bromeó sobre lo que es ser millonario en nuestra sociedad. El humor, sabemos, se puede dar el lujo de transgredir las normas morales en cierta forma sin hacer un daño, ya que uno debe tomárselo justamente como broma. La vida que es tomada demasiado en serio no sólo pierde su chiste, pierde también inteligencia. Dicho eso, ningún discurso está libre de toda una serie de códigos y relaciones que revelan también paradigmas, atavismos y estigmas de nuestra mentalidad colectiva. Lo que dijo David es altamente revelador de la condición moral de nuestra sociedad, que glorifica el éxito económico y la fama al nivel del cinismo. A veces sólo aceptamos decir lo que realmente pensamos bajo el escudo de que es una broma.

"Cada vez que salgo con alguien en una cita, mis amigos me dicen: '¿No te preocupa que ella sólo está saliendo contigo porque tienes dinero y sales en TV?'". A lo que David contesta: "Claro que es por eso que ella sale conmigo. Es uno de los beneficios. Es por eso que hice todo esto en un principio. ¿Acaso crees que tiene una fijación por viejos calvos?". Y también: "¿Se supone que le guste por quien realmente soy? Yo ni siquiera me gusto por lo que soy". El periodista del popular sitio Inc., que publica los comentarios de David, cree que esto es la esencia de ser rico: "cuando uno es rico, deja de de tener que tratar de ser una buena persona. Ya has logrado la inmunidad de las presiones de tratar de ser bueno. Eres un ojete millonario. Lo abrazas. Te regodeas en ello... Puedes olvidar intentar impresionar a los demás, ya lo has hecho sólo por ser rico".

No es mi intención ser el amargado, "hater", conservador, etc., pero creo que es necesario tomar el papel del moralista en el yermo filosófico en el que nos movemos. Encuentro aquí una buena radiografía de todo lo malo que existe en la glorificación de la riqueza material como si fuera realmente un valor, o más aún, un valor que trasciende los valores. La noción que parecen sostener David, el periodista en cuestión y buena parte del sistema de entretenimiento y propaganda, es que el materialismo y la acumulación no sólo son nuestros deseos secretos sino que son las verdades que aparentamos no saber sólo para ser políticamente correctos y no enfrentar que el dinero no sólo mueve al mundo, también mueve lo más profundo de nuestro ser --y no hay por qué negarlo si es verdad. Como si ser consciente de que las personas nos quieren sólo por el dinero y no darle importancia a esto fuera muy inteligente o incluso una forma de trascender la pobre moral de la sociedad --bajo la suposición de que en realidad cualquier persona, si pudiera, cambiaría sus principios por otros (parafraseando a Groucho Marx) si es que éstos fueran más rentables. En otras palabras, es la afirmación completa de la realidad superior de las apariencias por encima de las esencias. El mundo, nos dicen, es una farsa, así que mejor disfrutemos y dejemos de caer en la ilusión de la bondad y la integridad personal como un valor. El dinero, nos dicen, es lo único que realmente nos libera, nos da el privilegio de dejar de pretender que no hacemos las cosas por intereses mezquinos y egoístas. Además, el dinero es la única muestra tangible, cuantificable de que hemos logrado "hacerla", de que nos hemos encumbrado sobre el azar y las dificultades del mundo y por lo tanto es verdaderamente admirable. Se sugiere que no hay nada malo en hacer las cosas por dinero (igualando hacer las cosas por dinero que por necesidad). La moral es para los pobres, ilusos y tontos. Claro que todo esto es broma, y no debemos tomarlo muy en serio. Pero, por otro lado, ¿quién se toma a la ligera el dinero, la fama y el éxito? Éstos son cosas muy importantes en nuestra vidas, no así ser una buena persona.

En nuestra sociedad en busca de emociones fáciles, de gratificaciones y libertad hedonista sin ningún tipo de compromiso, la moral es poco atractiva: es aburrida y no tiene mucho glamour (o sólo lo tiene cuando se trata de dar dinero a los niños de África para mejorar nuestra reputación o poner nuestra foto de perfil como sello de que nos importa lo que pasa en otro lugar del mundo, que somos muy solidarios). Existe, por otro lado, la vieja idea de que trascender la moral no es deseable y de hecho es un comportamiento erróneo e ignorante. Por el contrario, vivir en armonía con las leyes de la naturaleza y el cosmos brinda la más grande satisfacción y dota la vida de un verdadero significado. Lo más noble en algunos de los viejos sistemas de filosofía --donde se concibe al mundo como inherentemente moral-- era servir, no ser servido o tener sirvientes o explotar a los demás y a la naturaleza misma. Y sólo quien seguía la ley con la más atenta disciplina y compasión podía quizás algún día trascender las leyes de este mundo, salir de la rueda de la fortuna y fundirse con el cauce universal del cual mana la ley misma, inscrita inexorablemente en todos los procesos de la naturaleza. Algo así como dejar de ser un alma para ser sólo Dharma.