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Trump puede ser gracioso en pantalla, como un video de caídas dolorosas, pero tenerlo en la Casa Blanca no es sólo una amenaza para Estados Unidos sino también para el mundo entero

 

John Oliver lo hizo de nuevo: teóricamente no debe de ser muy difícil desestimar al payaso Donald Trump, pero hasta ahora nadie lo había hecho con una mezcla tan elocuente de humor y evidencias documentales de que Trump no sólo es mentiroso, delirante, bravucón, inconsistente y potencialmente genocida, sino que su nombre ¡ni siquiera es Trump!

En su segmento principal de Last Week Tonight, Oliver utilizó declaraciones que Trump había hecho contra él para demostrar la capacidad para mentir del posible candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, como la entrevista donde Trump afirma no saber quién es John Oliver y la evidencia de tuits escritos previamente donde lo ataca por haber cambiado su nombre de Jonathan Lebowitz a John Oliver. Probablemente al señor Trump le hubiera gustado que Marilyn Monroe "se sintiera orgullosa de sus orígenes" y utilizara el nombre Norma Jeane Baker --pero resulta que la propia familia de Trump cambió su nombre hace un par de generaciones del original: Drumpf.

Trump literalmente "se ha hecho un nombre" a partir de repetirlo en televisión, cine y cualquier cosa donde pudiera cortar una tajada para sí. Su nombre se hizo sinónimo de grande, rico y de mal gusto, justo como él. Pero no sólo sus productos, series televisivas y negocios han sido poco exitosos, sino que sus finanzas son un desastre. Trump no sólo presume de financiar su propia campaña (desestimando a sus "pequeños" competidores, que financian las propias gracias a la gente que cree en ellos) sino que ha aportado poco más de 200 mil dólares a la misma --una inversión no modesta sino mezquina para alguien que afirma tener un valor neto de 3 mil millones de dólares.

Pero esta cifra exorbitante es otra fantasía, o mejor dicho, mentira del magnate: su dinero proviene sobre todo del negocio inmobiliario, un ámbito profundamente devaluado y afectado debido a la crisis de 2009; a pesar de ser --en el discurso-- uno de los hombres de negocios más prominentes invirtió millones en una compañía de construcción poco antes de la devaluación, de lo que se deduce que sus asesores tienen la cabeza tan metida en el recto como él (eso explicaría el peinado). En el minuto 12 del video, Oliver demuestra cómo no sólo Trump no vale 3 mil millones de dólares sino que el personaje asigna valor a su marca basado en "sus sentimientos" del momento, más fluctuantes que las bolsas de valores.

Podríamos seguir haciendo chistes a costa de Trump (o Drumpf), pero lo que Oliver deja claro es que tener a un racista en la Casa Blanca (lo que ha atraído la simpatía del Ku Klux Klan) no es ninguna broma: no sólo ha atacado sistemáticamente a los inmigrantes mexicanos y a los refugiados sirios en los últimos meses sino que también ha declarado que continuará con la estrategia belicista de expansión, diciendo que para deshacerse de ISIS es necesario "ir por sus familias". Trump no quiere hacer política sino entrar legalmente al negocio de la guerra, uno de los más rentables del mundo.

Y como en realidad siempre se pueden seguir haciendo chistes sobre Trump, Oliver lanzó una extensión de Chrome llamada Drumpfinator, que reemplazará el apellido Trump por Drumpf en tu navegador.