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Así se siente morir por la picadura de una serpiente venenosa

Por: Jimena O. - 11/03/2015

La extraordinaria historia de un científico que documentó sus síntomas tras ser mordido por una de las serpientes más venenosas del mundo

snakebitediary

¿Cómo reaccionaría una persona "común y corriente" frente a la mordedura de una serpiente? Probablemente con miedo, pánico y una carrera frenética a los servicios de emergencia. Pero en 1957 uno de los herpetólogos más capaces de su tiempo, el doctor Karl P. Schmidt, reaccionó de una manera muy distinta al ser mordido por una serpiente venenosa.

Se trataba de un ejemplar de la serpiente boomslang (Dispholidus typus) que su colega Marlin Perkins, director del Zoológico de Lincoln, le envió a su laboratorio para identificación. Schmidt no tuvo problema en catalogarla como miembro de la familia de las colubridae, serpientes con pequeños colmillos ubicados en la parte posterior del maxilar superior. Las colubridae, como sabía Schmidt, no suelen ser especialmente venenosas --pero toda su experiencia manejando serpientes mortíferas pudo ser precisamente la causa por la que no tuviera suficiente cuidado al manipular a la boomslang, que es la más letal de la familia, por lo que tampoco buscó ayuda médica cuando la pequeña serpiente le hincó los colmillos en la mano.

Después de todo, Schmidt sabía que el antídoto para la boomslang sólo se producía en África, por lo que dedicó las últimas 15 horas de su vida a detallar en su diario los síntomas que identificaba en él: náusea, mareo y ligero sangrado en las encías y la nariz, además de somnolencia. 

Entre 1 y 5 millones de personas sufren mordeduras cada año, aunque sólo 1/5 parte de esa cifra resulta en muertes. Sin duda esa cantidad era mucho mayor en 1957, cuando la hemotoxina de la boomslang ejercía todo su mortífero poder sobre el cuerpo de las víctimas: esta toxina inhabilita la coagulación de la sangre, por lo que la muerte se produce a causa de lentas hemorragias internas y externas. Debido a la lentitud con que aparecen los síntomas, la víctima puede creer que el veneno no es letal, como le ocurrió a Schmidt, quien murió el 26 de septiembre de aquel año, dejando tres detalladas páginas en su diario que dan cuenta de su compromiso con la ciencia.

Aquí una pequeña cápsula en inglés con algunas imágenes del diario de Schmidt, así como de los periódicos que recogieron la noticia.