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Por una traducción radical

Por: Jimena O. - 08/09/2015

"La traducción es un ajuste silencioso, casi imperceptible, de voltaje y señal dentro de un sistema de lenguaje. Pero cada ajuste es una declaración ideológica"

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por Tim MacGabhann, Mariana Rodríguez y John Z. Komurki

Cada frase que lees acarrea una corriente subliminal de voltaje. La lengua es el circuito total de las relaciones de poder que tienen lugar dentro de una cultura a través de dicha lengua. Si la traducción significa el movimiento entre lenguas, entonces el acto de traducir es, en cierto sentido, el desvío de ese voltaje lingüístico.

Parafraseando a David Bellos, sin embargo, una “relación asimétrica” tiene lugar en todo acto de traducción. La traducción ascendente (upwards) se mueve de una lengua menos prestigiosa/poderosa hacia una lengua considerada “más fuerte”. Casi todas las traducciones al inglés, por ejemplo, se conciben como traducciones “ascendentes”. La traducción descendente (downwards), por tanto, implica el movimiento de una lengua fuerte hacia una lengua con menos lectores, o que cuenta con menos prestigio cultural y económico.

¿Has notado qué poco japonés parece Haruki Murakami comparado con otros escritores japoneses? Parte de esto es su propio proyecto de escritura, nacido como fue por admiración de tipos como Raymond Chandler y J. D. Salinger. Pero en lo que concierne a sus traducciones, se siente como si los detalles o giros que podrían entorpecer la lectura de su audiencia en lengua extranjera fueran dejados fuera o ignorados.

Uno podría esperar que Murakami se sintiera mucho más extraño incluso. Él opera en un territorio estético similar al de Yoko Ogawa y Ryu Murakami, donde los tres comparten una preocupación por los espacios cerámicos y fríos que meditan con impaciencia.

Pero lo que ocurre con Haruki Murakami es uno de los efectos más tenues de la traducción ascendente, a saber, una reducción de la otredad cultural al punto donde el texto traducido se disuelve sin rastros en su nuevo hogar.

La traducción ascendente juega con la idea de un centro cultural. El punto de estar en el centro cultural es no tener que ir a ninguna parte, no tener que colaborar con nadie. Parecería como si cualquier cosa “demasiado extranjera” en la escritura fuese ensombrecida por la traducción para que parezca mero color local. En gran medida, la traducción ascendente revierte la premisa del formalismo ruso de “provocar extrañeza” para “provocar su domesticación”.

La traducción descendente hace lo opuesto. La lengua de llegada se sale de forma para expresar lo mejor posible el texto original. Piensa en todas esas extenuantes palabras compuestas en las traducciones de Heidegger al inglés, por ejemplo, y en sus guiones como momentos donde el texto se detiene y trata de recuperar el aliento. Lo mismo ocurre en un contexto de habla hispana, donde la práctica predominante no es traducir términos alemanes como Realität y Wirklichkeit, sino añadir largos pies de página para explicarlos.

La traducción es un ajuste silencioso, casi imperceptible, de voltaje y señal dentro de un sistema de lenguaje. Pero cada ajuste es una declaración ideológica.

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Los textos que elegimos para traducir en Mexico City Lit dicen mucho de quiénes somos, pero dicen incluso más acerca de quiénes pensamos que queremos ser. Pues en todo cuanto ocultan, la dirección de estos ajustes del voltaje lingüístico —ascendente/descendente, inglés estadounidense/español mexicano— es fundamentalmente ideológica.

Como escritores y traductores literarios debemos estar conscientes de que nuestras decisiones sólo pueden hacer una de dos cosas: o bien refuerzan —aun sutilmente— las estructuras dominantes de poder, o bien se enfrentan a dichas estructuras. Las traducciones nunca tienen un efecto ambiguo o neutral: como tal se nos presentan las confrontaciones constantes y las preguntas sobre cómo traducimos, y a quién.

Ni siquiera tenemos que perdernos en Foucault para observar cómo la traducción tiende a reforzar los desequilibrios en cualquier ambiente lingüístico dado: basta ver algunos números. Revisar someramente el índice de las antologías de poesía traducida puede darnos una idea de lo que está en juego ideológicamente para cualquier cultura literaria.

Los poetas traducidos en México entre 1995 y el presente incluyen a Virgilio, Homero, discípulos de Anacreonte, Baudelaire, Mallarmé y Leopardi. De los 10 libros de poesía traducida publicados en México durante 2013, Rae Armantrout y Ali Ahmad Said Esber (aka Adonis) se codean con Homero y Mallarmé. El año siguiente, 12 libros de poesía traducida se publicaron en México. Sólo uno de una mujer: una selección del trabajo de Adrienne Rich.

Es importante notar aquí que este aspecto del statu quo no representa el mapa entero de la literatura mexicana. Algunas de las escrituras más acerradas y brillantes del mundo están ocurriendo aquí, y merecen una audiencia sin importar si el escritor resulta ser hombre o mujer.

Lo que es más, la baja exposición de autoras en la escritura mexicana no se debe a prácticas individuales dentro de la cultura, ni puede resolverse como problema a través del trabajo de voces críticas, aisladas a menudo. De hecho, el problema es sintomático de la baja exposición de las mujeres en traducciones. Cuando se opera en un mercado que valora las voces masculinas, lo mejor que se puede esperar es una pequeña inclinación de las balanzas.

Como consecuencia, a menudo las verdaderas marejadas comienzan fuera del mercado. Editoriales independientes como Bongo Books son un claro caso. Su antología Mexican Poets Go Home representa en igual número a poetas hombres y mujeres. No se trató de una cuota de género: después de todo, el ejército de poetas mexicanos es y siempre ha sido tan numeroso que los poetas de alto calibre —de uno, otro o ningún género— no son difíciles de encontrar.

Mexican Poets Go Home es un documento radical de poesía en traducción. Eugenio Tisselli, por ejemplo, invoca el espíritu de Oulipo (el Taller de Literatura Potencial) en un poema de 79 líneas autogeneradas basadas en un algoritmo diseñado por el propio poeta. También aparece en la antología la recapitulación de Karen Villeda sobre la extinción del dodó, un tejido épico y polivocal de citas de revistas científicas contemporáneas, documentos coloniales y los monólogos imaginarios de marineros. Estos y los demás poemas del libro son textos indóciles: se sentirían incómodos de permanecer dentro de los confines de una tradición literaria nacional. Pero el formato bilingüe, gratuito y de distribución digital de Mexican Poets Go Home los coloca en la vanguardia de las políticas de la traducción.

Otro ejemplo actual es el proyecto , de Danez Smith, Ánuar Zúñiga Naime y Ámbar Past, que traduce desde la perspectiva del collage un imaginario de cultura de masas compartido: un poema escrito a tres voces, o mejor dicho, un poema que escribe a sus autores mediante los referentes compartidos y la diferencia en cuanto a la aproximación a los mismos.

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La traducción tiene una fenomenología. El modelo de meter la cara en la página usualmente funciona para gente cuyo interés es analítico, pero la mayoría de los lectores buscan una experiencia más visceral.

Como consecuencia, la traducción debe ser una experiencia tan satisfactoria como leer un texto por primera vez en una lengua cercana a la suya. Los lectores merecen una inmersión en un texto sin orillas, sin interrupciones cada dos páginas —o sin la tentación de echar un vistazo al sacrosanto texto “original”.

Con esto en mente, Mexico City Lit deja de lado las nociones tradicionales del estatus asociado a los roles de editor, traductor e incluso autor: nuestros editores actúan más como programadores de software. El trabajo involucra eliminar los obstáculos culturales y lingüísticos para dejar la dinámica de poder fuera de la ecuación.

De este modo, Mexico City Lit se opone discretamente al desequilibrio tradicional de la representación en proyectos actuales que juegan con apropiaciones trilingües de poetas mexicanos, latinoamericanos y voces estadounidenses tradicionalmente excluidas de las imprentas. Todas estas prácticas de traducción empleadas desde la edición ayudan a compensar los desequilibrios de la traducción literaria. Tal vez más importante, sin embargo, es que estas mismas prácticas radicalizan los roles tradicionales de autor, editor y traductor.

Traducción de Javier Raya