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Contrario a la creencia sostenida, Stephen Hawking asegura que existe al menos una forma de escapar a la legendaria fuerza devoradora de los agujeros negros
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Imagen: Ute Kraus, Un agujero negro (simulado) de 10 masas solares visto de una distancia de 600km, con la Vía Láctea en el fondo (ángulo horizontal de la abertura de la cámara fotográfica: 90°)(Wikimedia Commons)

De todos los misterios que aún posee el universo para el ser humano, los agujeros negros se encuentran entre los más desafiantes para nuestros horizontes de entendimiento. Sabemos, sí, que se trata de puntos en donde la gravedad es tan intensa que nada escapa a su fuerza de atracción, como si fuera una gigantesca e incesante aspiradora que arrasa con todo a su paso, de planetas a estrellas e incluso galaxias enteras. De acuerdo con la teoría de la relatividad, la gravedad en un agujero tendría tal potencia que incluso podría deformar el espacio-tiempo, con lo cual, al menos teóricamente, se presenta como una suerte de portal hacia otros planos del universo y quizá también del tiempo.

En términos generales, esta es algo de lo que se sabe sobre dichos fenómenos espaciales. Sin embargo, el reconocido astrofísico Stephen Hawking aseguró recientemente, durante una conferencia ofrecida en el Instituto Real de Tecnología KTH de Estocolmo, que existe al menos una posibilidad de salir de un agujero negro si su fuerza apresa a un hipotético cosmonauta; el problema es que el punto de arribo sería en un universo distinto a aquel del que partió.

De acuerdo con la paradoja de la información, la mecánica cuántica asegura que la información no puede ser destruida, ni siquiera si cae en un agujero negro, pero la teoría de la relatividad predice que la destrucción es el único resultado posible de dichas condiciones. Hawking, por su parte, propuso resolver este dilema suponiendo que la información no se encuentra en el interior del agujero negro, sino en sus límites, el “horizonte del evento”, una noción que se refiere a la esfera en torno al agujero en donde la información no se destruye, sino que sufre una especie de conversión de estado, como cuando un objeto tridimensional se describe en términos bidimensionales, un holograma de partículas entrantes en donde la información se conserva.

El problema de esta solución es que, es cierto, la información persiste, pero en la traducción pierde su forma original, esto es, se transforma a un estado “caótico e inútil”, al menos en términos prácticos.

Si caes en un agujero negro, ahora ya sabes gracias a Stephen Hawking dónde quedarte y qué hacer para que, al menos como información, sobrevivas, aunque nadie puede asegurar en qué condiciones últimas.