Mientras en México numerosos políticos y analistas se preguntan sobre el grado de involucramiento del gobierno en la reciente fuga de 'el Chapo' Guzmán --e incluso algunos levantan dudas sobre si todo no es más que un simulacro-- la prensa extranjera empieza a cuestionar al gobierno de Peña Nieto, objeto del ridículo internacional.
The Guardian titula una nota: "El escape del Chapo humilla al presidente de México: 'El Estado parece podrido'". La mención de la putrefacción no viene directamente del periódico británico, es una cita de lo que le dijo el ex director del CISEN, Guillermo Valdés, a su corresponsal en México, pero la elección del titular y el tono del artículo es un énfasis que revela que esta es la consideración general que se hace de la situación en México. La fuga de 'el Chapo' Guzmán ha sido retomada por innumerables medios internacionales como una muestra simbólica de la situación en México: la corrupción que llega a lo ridículo. El presidente y el gobierno se han convertido en una caricatura. Desde el principio de su mandato, con sus pifias intelectuales y su telenovelización de la política, la humillación se veía venir.
En el mismo artículo, el analista en seguridad Edgardo Buscaglia señala que el gobierno de Estados Unidos está sumamente preocupado por la negligencia mexicana y agrega: "podría ser una bendición disfrazada si produce la presión internacional para forzar a un presidente debilitado a implementar las políticas públicas que realmente empiecen a lidiar con ello [la corrupción y la inseguridad]". El problema es ver cuáles son esas políticas públicas, y si no son la renuncia o el despido de altos mandos y la transformación de las instituciones, qué sentido tiene sino provocar de nuevo un momento "chupacabras".
El "enfado" estadounidense estaría sumando el caso de Rafael Caro Quintero, quien en 2013 salió de la cárcel por un "tecnicismo" y se cree que habría reconstruido rápidamente su narcoimperio.
La putrefacción es la primera etapa en la alquimia, donde de la más oscura y baldía tierra se empieza a construir una nueva obra magna. Sería extraordinario que México pudiera transformarse usando la crisis o el abismo en el que está sumergido y sin embargo, como dijo el payaso Brozo, sumando su rostro surrealista a esta absurda tragicomedia mexicana, es inaudito lo que tiene que pasar en México para que alguien renuncie. Nadie renuncia. En la miasma, el cambio se ve cada vez más lejano. Todos se aferran a sus cotos de poder, a sus huesos, y nadie ve la propia putrefacción que es maquillada con 100 mil capas como las que utilizan para recubrir el rostro de los actores y actrices de telenovelas de Televisa, que viven en la irrealidad de la imagen. El Estado está podrido y México está perdido hasta que el poder no reconozca su propia putrefacción y tome responsabilidad de sus actos y sus vicios (algo que parece imposible, por su misma corrupción) o que los ciudadanos logren organizarse y obligar a un cambio radical en las estructuras de poder. Mientras esto no suceda, no hay verdadera distinción entre el gobierno y el narco que el gobierno supuestamente persigue.