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Apelando a la transformación de la materia y el rediseño de nuestra relación con la naturaleza, el Museo della Merda es una loable iniciativa

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Aunque en primera instancia pareciera que el recién estrenado recinto es una especie de altar escatológico, si indagamos un poco en el concepto detrás del nuevo Museo della Merda todo apunta a una novedosa noción: la conciencia fecal. El peculiar espacio fue establecido en el pueblo de Castelbosco, al norte de Italia, dentro de una granja de leche donde se generan casi 100 mil kilos de excremento diariamente. 

El cuantioso capital fecal que posee Gianantonio Locatelli, propietario de la granja, lo motivó a fundar el Museo de la Mierda, con la intención de educar al público en la historia y sobre todo en el valor del excremento. Básicamente se trata de generar conciencia sobre la relación cultural que se nos ha inculcado alrededor de este desecho orgánico y cómo repensarla para aprovechar el excremento como materia útil utilizándolo, por ejemplo, como combustible para operar la calefacción de una residencia. Para esto el museo despliega arte, material didáctico e instalaciones científicas.

De acuerdo con la información que provee en su sitio, el Museo della Merda aborda la materia desde una perspectiva alquímica, es decir, vislumbrando siempre la posibilidad de transformarla: 

Albergando una serie de instalaciones en continua evolución, dedicado a la transformación, la habilidad de transmutar sustancias naturales y restablecer una relación más sana entre el hombre y la naturaleza. Labores que alguna vez correspondieron a los alquimistas y que ahora son la base de este proyecto que rebasa las normas culturales y los prejuicios.