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El artista estadounidense Brice Bischoff ha contribuido con un espectro más a las míticas Cuevas de Bronson

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Cuevas construidas por el hombre hace más de 100 años han sido el escenario de innumerables películas de Hollywood –grutas explosivas, escondites de bandidos y pinturas rupestres, las Cuevas de Bronson han sido transformadas por el artificio cinematográfico. Resulta apto y altamente simbólico que la magia y la ilusión de Hollywood se instalara en una cueva –esa gran metáfora de la ilusión, de la realidad como una película proyectada, que fue imaginada por Platón.

El artista Brice Bischoff ha hecho una aportación al linaje de estas cuevas, escenificando una serie fotográfica en la que fabrica un espectro iridiscente que ronda la boca de la famosa caverna en el Griffith Park de Los Angeles. Las fotos, tituladas simplemente Bronson Caves, retratan una metamorfosis áurica: lo que podría ser el cuerpo de luz elusivo maestro ermitaño o de un fantasma de policromático desdoblamiento. Bischoff materializa un arcoíris surgiendo de la cueva, bailando entre el cañón a la distancia y derritiéndose en el suelo. Todo esto basado en un proceso fotográfico sin utilizar elementos digitales. Fotos de larga exposición que captan el dinámico performance de grandes pliegues de papel de color oscilante. Papel, ese sí, que es alterado por el uso y la perforación, entre el caos y la intención artística.

El espectro iridiscente se convierte en un personaje, habitante de una narrativa no lineal en torno al vacío potencial de la cueva: esa boca que es un infinito surtidor de misterios.