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"Fue como hacer el amor con el océano", dice Malcolm Brenner sobre su relación sexual con la delfín Dolly

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El caso de Malcolm Brenner, el hombre que tuvo una relación romántica y erótica con un delfín, puede desestimarse como solamente un caso de perversión sexual, pero es más que esto, es también una hermosa historia de amor sin barreras y una extraña conciencia cósmica.

Brenner ha relatado su experiencia en la novela autobiográfica Wet Goddess, referencia al delfín Dolly (su diosa mojada) y ahora dentro del documental Dolphin Lover. En una reciente entrevista Brenner narra los detalles de su relación con Dolly, una nariz de botella que lo cortejó vehemente cuando tenía sólo 20 años, en un parque temático en Florida. La insistente delfín logró su cometido --recurriendo incluso a la telepatía para formar lazos más que íntimos-- e inició una relación sexual con Malcolm.

A los 63 años, Malcolm ha perdido las inhibiciones y cuenta que fue abusado por un terapeuta de la escuela de Wilhelm Reich, cuya doctrina de la orgonomía ve el mundo como una radiación de energía erótica: todo exuda erotismo y todo está sexualizado. En este estado conoció a Dolly: "Me sentía avergonzado. No estaba cómodo con mi zoosexualidad --no quería ser un zoofílico. Intentaba hacer todo lo posible para evitar al delfín, pero parecía saber mi secreto. Le tomó como 3 a 4 meses lograr ganarme y convencerme de que en realidad era intelectualmente mi par".

Recordemos que los delfines son seres altamente sexuales, con un cerebro tan grande o más que el del ser humano, y algunos científicos los consideran "personas". Brenner dejó de colocarse a la defensiva y concluyó que si una mujer lo deseaba tanto no debía rechazarla. El coito entre hombre y delfín ocurrió después de varias avanzadas de Dolly: "Ella se me aventaba y frotaba su vulva contra mis rodillas. Cualquier parte protuberante era cancha reglamentaria para ella. Usaba mi cuerpo para masturbarse".

Inicié frotándole la frente --parecía gustarle esto-- así que le frote también la espalda, yendo poco a poco hacia su cola, y mientras hacía esto, Dolly empezó a girar sobre su eje. Para cuando había bajado mi mano por su cuerpo ya no le estaba frotando la espalda sino su vientre; entonces ella nadó hacia delante, así que le estaba frotando su apertura genital.

Para penetrarla Dolly tuvo que colocarse de manera horizontal, mientras que él estaba en posición vertical. Lograr este complicado acto de amor acuático rindió frutos tántricos: "Se sintió como fusionarme con ella... como hacer al amor con todo el océano". Brenner y Dolly incluso llegaban a sincronizar los momentos de sus orgasmos: "Algunos científicos dicen que las hembras animales no tienen orgasmos, pero yo sé que esto no es así, ella incluso vocalizaba en el momento del orgasmo" (pueden imaginarse el sonido de un orgasmo femenino de cetáceo, con sus poderosos sonares). 

Además de su naturaleza ninfómana, Dolly también desarrolló conductas de una novia posesiva. Brenner cuenta que una vez que se metió a nadar con una mujer, Dolly simplemente la sacó del agua, arrojándola violentamente contra los muros de la piscina.

Lo más extraño de todo es que Brenner estableció una fuerte conexión telepática. Primero escuchó una voz que quería jugar con él juegos de mesa y cosas del estilo. La voz regresaba, siempre con un tono lúdico y benevolente. Brenner cree que era la voz de Dolly.

El doctor John Lilly, pionero en estudios de comunicación entre hombre y delfín, también relató en su momento episodios de comunicación telepática con delfines, utilizando LSD como facilitador.