Todo comenzó con un email aparentemente inocente que llegó a cuentas de diversos empleados bancarios. Al clickear el enlace que incluían dichos correos, un grupo de hackers obtenía acceso a las redes internas de los bancos. Una vez adentro localizaban las cuentas de aquellos empleados que tenían acceso a las transferencias de dinero y los ATM's. Según el NY Times, el monto total robado sería de alrededor de mil millones de dólares.
Más de 100 bancos en 30 países fueron afectados por este masivo robo electrónico, entre estos instituciones bancarias de Rusia, Suiza, Japón, Holanda y Estados Unidos. Básicamente los hackers imitaron los patrones de transacciones de los bancos para que nada pareciera sospechoso y simplemente se percibieran como parte de la actividad cotidiana. Ya con el control sobre los fondos, el dinero fue transferido a cuentas falsas en Estados Unidos y China, y en otros casos fue enviado directo a cajeros automáticos en los que, del otro lado, esperaban las manos de los criminales electrónicos.
Si bien los robos electrónicos perpetuados por hackers podrían representar una grave amenaza a la seguridad financiera de las personas, cuando estos se cometen directamente contra instituciones bancarias es difícil evitar recordar aquella frase que reza: "ladrón que roba a ladrón" –no olvidemos que los bancos y sus banqueros, desde cierta perspectiva y aunque respaldados por la ley, nos roban sistemáticamente a los ciudadanos.