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Kierkegaard explica la psicología de los "haters" y de los "trolls" en 1847

AlterCultura

Por: Jimena O. - 01/20/2015

"Haters gonna hate"... La retorica kierkegaardiana es un laberinto complejo pero lleno de interesantes posturas psicológicas que retan al ser humano, en indefinidas ocasiones, a saltar hacia una fase de supremacía de la individualidad

Cloud Berndnaut Smilde 

La retorica kierkegaardiana es un laberinto complejo pero lleno de interesantes posturas psicológicas que retan al ser humano, en indefinidas ocasiones, a saltar hacia una fase de supremacía de la individualidad. El esclarecimiento de esta individualidad --según Kierkegaard-- da lugar a la existencia, y la condición en que toda existencia se realiza (angustia) da lugar a la libertad. El hombre es libre en la medida en que las circunstancias sociales no alteren su individualidad (verdad subjetiva) y cuando lo hacen, cae en la esclavitud de la vida poética, de los deseos y placeres, siempre haciendo lo que se quiere hacer sin importar ninguna clase de consecuencia o mal causado a los demás.  

Partimos de aquí para citar una breve reflexión de The Diary of Søren Kierkeegard en donde el filósofo danés analiza (probablemente de manera espontánea) algunas conductas inherentes al ser humano que para su tiempo no tenían una denominación exacta como la tienen hoy en día: la intimidación o bullying y en general las críticas espesas, rebeldes y fuertemente mesiánicas que esparcen los coloquialmente llamados haters o trollers de nuestros tiempos:

Hay una forma de envidia de la que frecuentemente veo ejemplos, en la que un individuo intenta conseguir algo gracias a la intimidación. Si, por ejemplo, entro a un lugar en el que hay mucha gente reunida, siempre ocurre que uno u otro se levanta en armas contra mí y empieza a reír, posiblemente sienta que es una herramienta para la exposición de la opinión pública.

Esencialmente muestra que me ve como algo grande, quizás incluso mejor de lo que soy: pero si no puede admitir esa grandeza, al menos puede reírse de mí.

henri the existential cat

Quizás esta experiencia pueda evidenciar actitudes de los haters cuando reaccionan bajo el sentimiento de “desesperación”, del temor a la nada, al aburrimiento, generando la necesidad del placer por atacar consecuentemente todo lo que incomoda, siendo dominados por su libertad de elección. Una aporía social y especulación vaga, claro está.

El autor define el libre albedrío como “la cosa enorme concedida" al hombre que a su vez lo mantiene en las cadenas de la “elección”, siendo en sí la única libertad verdadera, la teológica, el acto de fe que “absurdamente” se transforma en necesidad:

¡Oh!, cuánta verdad y experiencia hay en eso que Agustín dice de la verdadera libertad (diversa de la libertad de elección): el sentimiento más fuerte lo tiene el hombre cuando, con una plena decisión, imprime a su acción aquella interior necesidad que excluya el pensamiento de otra posibilidad. Entonces el ‘tormento’ de la libertad de elección ha terminado.

Hemos de suponer que el filósofo danés consideró sus tres máximos estadios de la existencia, en lo que es posible quizás, sí, situar a los haters en un grado “estetopoético”. Su concepto de Estética puede ser comprendido desde su obra Diario de un seductor:

¿De dónde proviene, entonces, que este diario tenga un carácter de creación poética? (…) El que lo escribió tenía una naturaleza de poeta, una de esas naturalezas que no son ni bastante ricas ni suficientemente pobres, para saber separar la poesía (*o fantasía*) de la realidad. (…) y volviendo a invocar esta situación en forma de imaginación poética, gozaba de ella una segunda vez; de modo que así, en toda su existencia, él sabía sacar partido del placer.

Con estas palabras, podemos afirmar que quien lo escribió (el seductor y, para este caso, el hater o troller) no se basta por el placer consumado, sino por la realización que conlleva a este (la posibilidad de pecar y no el pecado mismo).

Un último aspecto de esta condición existencial es la “ironía”, utilizada de manera crítica para burlarse de los demás, para dejarse llevar por el placer momentáneo con una actitud hedónica. Frente a ello, Kierkegaard nos regala una última reflexión, que nos enseña pues, una buena manera de burlar los comentarios y actitudes de los trollers de la web, pagando con la misma moneda de la ironía pura, esa postura radical y absoluta del distanciamiento crítico de la sociedad humana:

Mostrando que no se preocupan por mí o procurando que deba saber que no se preocupan por mí, aún denotan dependencia... Muestran que me respetan precisamente por mostrarme que no me respetan.

Habremos de diferenciar, bajo los razonamientos kierkegaardianos, que las  personas existen bajo los supuestos de estéticas, éticas y religiosas, y cada una posee su verdad subjetiva propia. En la web, todos podemos ser haters. Nos sentimos con la confianza de opinar y atacar desde un punto de vista amargo o sátiro cuando algo no nos parece. Si los puntos de vista discrepan de los nuestros resultan ser una perfecta oportunidad para juzgar sin piedad, y esto muy probablemente nos sitúa en la calidad “estética”, la más baja de los estadios de la existencia. Quizás sea bueno considerar el salto a la ética existencialista en nuestros comentarios, ser un poco más críticos de manera constructiva y no optando por una verdad absoluta.