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Donde dura más la noche (sobre el lúgubre magnetismo de la frontera)

Arte

Por: Rafael Toriz - 01/05/2015

A poco de vagabundear por el costado norte de la península queda claro que acá las cosas, si bien con un aire de familia, contienen una energía particular: algo que sucede entre las vastedades del desierto y los bramidos del océano, en la zona metropolitana transnacional más poblada del norte de México

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A causa de la falla de San Andrés de casi 1,300km que atraviesa desde California en Estados Unidos hasta Baja California en México, la zona comprendida desde Los Ángeles hasta La Paz registra un desplazamiento anual de 4.5cm entre la placa norteamericana y placa del Pacífico, lo que origina, sin prisa pero sin pausa, la separación de la península de la República Mexicana para transformarla en una isla a la deriva, mientras la ciudad de Los Ángeles se desliza hacia la bahía de San Francisco, ocasionando la creación de la bahía de Arizona (como vaticinara Tool en su disco señero, Ænima): tal es la razón por la que apenas se pisa el suelo bajacaliforniano es evidente que entramos en un distinto campo magnético; territorio en el que a las 4 de la tarde, en temporada invernal, oscurece de repente, instalando la noche en pleno día, para mirar más tiempo las estrellas.

IMG_20141216_073826_696La primera sorpresa que tuve al abandonar el aeropuerto de Tijuana fue la solícita invitación a fumar marihuana por parte de mis anfitriones, una variedad conocida como Blue Moon fortísima que me tuvo en órbita por más de 8 horas. A pregunta expresa sobre la legalidad del producto, obtuve una respuesta conocida: desde 2009 en el estado de California la marihuana con usos terapéuticos y medicinales es de consumo legal, siempre y cuando se cuente con una prescripción facultativa, lo que es bastante relativo. Tan sólo en San Diego uno puede acudir a uno de los más de 160 dispensarios médicos a comprar todo tipo de variedades de marihuana (índica, sativa, híbrida) y sus derivados –dulces, resinas, cremas, aceites– que se anuncian en múltiples revistas y aun en radio y televisión, haciendo del consumo de marihuana médico y de recreo un negocio constante y sonante debido, además de las adicciones de una sociedad consumista, al extraordinario servicio de delivery. De acuerdo con el LA Times, los servicios de entrega de marihuana medicinal se han triplicado en los últimos años, como puede cotejarse en la página de Weedmaps, un directorio en línea para las empresas que operan por la región.

El hecho contrasta con la realidad mexicana, puesto que mientras los vecinos del norte están haciendo el negocio de su vida al tratar el consumo de marihuana como un problema de salud pública, las erradas políticas del gobierno mexicano –que obedecen a intereses transnacionales– criminalizan la producción, el consumo y la venta de un producto que los estadounidenses están usufructuando con creces, dejando para sus vecinos las guerras intestinas, el terror y la muerte. Por ello, fumar marihuana modificada genéticamente y traída de contrabando a un país donde su consumo es ilegal no puede sino intensificar su fulgor: buena parte de la sociedad norteamericana vive para drogarse y lo hace muy bien, privilegiando por sobre todas las causas una indiscutible calidad.

Yendo de la ciudad de Rosarito hacia Ensenada es posible cruzar por el Valle de Guadalupe, la región vitivinícola del país que gracias a su clima mediterráneo es propicia para tales actividades. Por la zona quedan restos de las antiguas misiones franciscanas, que fueron destruidas por los indígenas de Baja California (cochimíes, cucapás, paipai y kiliwas entre otros). En algo parecidos al fenotipo de los apaches, si uno se adentra lo suficiente es posible acceder a comunidades kumiai, donde la gente vive en colonias de cerca de 200 individuos a los que no les agrada que el forastero tome fotos de sus cementerios, “porque los muertos ya no pueden pararse a saludar”.

A poco de vagabundear por el costado norte de la península queda claro que acá las cosas, si bien con un aire de familia, contienen una energía particular: algo que sucede entre las vastedades del desierto y los bramidos del océano, en la zona metropolitana transnacional más poblada del norte de México (5 millones).

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Tijuana o la condición de la frontera

“No sabes la cantidad de gente que conozco adicta a la frontera” me dijo un cicerone que sabe de lo que habla. Tijuana es la ciudad más poblada de Baja California y la 5a de México. Se calcula que más de 50 millones de personas cruzan hacia San Diego cada año, lo que la vuelve la frontera más transitada del planeta.

Importante centro cultural y comercial –la ciudad contiene numerosos edificios de empresas multinacionales– Tijuana ha construido su propia leyenda y una imagen de exportación alimentada por propios y extraños que la concibe como una Babilonia latinoamericana, epicentro de la corrupción y del vicio semejante a Sodoma y Gomorra, donde la reina la podredumbre, las drogas y toda variante conocida de la prostitución.

Ese carácter entre lo fascinante y lo pervertido la ha vuelto una suerte de Disneylandia del desenfreno, mitología que se vio alimentada durante el último cuarto del siglo XX por muchedumbres de americanos y otros decadentes del orbe que venían a cometer toda suerte de desmanes al amparo de autoridades corruptas, congénita pobreza y una población necesitada de divisas. Hasta hace algunos años, el combo que incluye prostíbulo, hotel y farmacias donde se consiguen drogas sin receta era denominado por los gringos como “cajita feliz”. Tijuana, IMG_20141216_074842_326además de ser uno de los laboratorios sociales y artísticos más estimulante del orbe, es también un gran burdel con precios accesibles, como lo supieron Jim Morrison, Janis Joplin y otros reventados que supieron dar con sus huesos en los abismos del Zacazonapan.

Paisaje social construido por y para el crimen narcorrealista, liminar y en múltiples sentidos más real que lo real, es en Tijuana donde oficialmente comienza América Latina, un lugar que destaca, viniendo del otro lado, por la precariedad de sus construcciones, la suciedad de sus calles y el eterno peregrinar de migrantes mexicanos y de la mayor parte de Centroamérica, lo que muestra una de las asimetrías más escandalosas del planeta: por un lado, las luces que llegan de San Diego, con la promesa de oportunidades y progreso material que no permiten los países de origen. Por otro, los incontables migrantes miserables que se ven del lado mexicano de la frontera, toda suerte de menesterosos y deportados que habitan en El Bordo, un satélite de Tijuana enclavado en un canal seco del río del mismo nombre, donde la pobreza, las adicciones y los múltiples conflictos de la miseria han instaurado su reino.

El Bordo cuenta con una población de más 2 mil habitantes que se dedican a limpiar vidrios, reciclar basura, trabajos manuales y sobre todo a la indigencia. Son incontables los migrantes, nacionales y extranjeros, que no cuentan con papeles de identificación ni protección de ninguna naturaleza, por lo que de continuo sufren abusos policiales, que los violentan de múltiples maneras (las cuevas en las que viven, conocidas como ñongos, son quemadas periódicamente por la policía; las golpizas que les propinan suelen ser brutales).

La criminalización del migrante, exacerbada luego del 11 de septiembre, es moneda corriente en un territorio donde el gobierno no gobierna, un lugar que si no fuera por la sociedad civil –concretamente por grupos como Alianza Migrante Tijuana y Ángeles Sin Fronteras – sería otro círculo del infierno donde no hay cabida a la esperanza.

Para el peregrino en su patria, resulta conflictivo y avasallante tratar de entender los múltiples contrastes que suceden en la frontera, eso que sucede al otro lado del muro de la infamia que separa los países hasta dentro del océano, recordando, pese a la miopía de clases altas y medias mexicanas que van a dejar su dinero a los almacenes americanos, que los migrantes que buscan trabajo no son bien recibidos en suelo americano.

No deja de ser elocuente, ahora que Obama ha decido restablecer las relaciones con Cuba –cancelando los rescoldos de la otrora Guerra Fría– que la noche extendida sobre la reforma migratoria para los migrantes mexicanos y centroamericanos siga en el congelador, postergando un amanecer digno entre naciones que no se ve en el horizonte, no le quita el sueño a nadie y no da señas de mostrar la más leve mejoría.

Twitter del autor: @Ninyagaiden

Fotografías de Jesús Robles