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El sonido del "silbato de la muerte" o "silbato del diablo" recuerda a una gata en celo o a una mujer a la que le quitan la piel, y era utilizado en diversas ceremonias aztecas relacionadas con la guerra y los ritos fúnebres

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Sabemos que los aztecas afianzaron firmemente su dominio sobre diversas culturas a través de la guerra, además de medidas económicas centralistas. La guerra, como ritual y negocio, no guardaba contradicción; y como buenos guerreros, los aztecas no sólo confiaban en la fuerza de sus huestes, sino que echaban mano de otro tipo de elementos para granjearse la victoria.

Uno de los aparatos más infames para infundir terror psicológico en el enemigo eran los Ehecachichtli, aerófonos de doble diafragma o de muelle de aire, como son conocidos por investigadores en acústica prehispánica. Su nombre proviene de Ehécatl, el alado dios del viento.

Los arqueólogos descubrieron la función militar y ritual de estos "silbatos" en fecha reciente, e incluso pueden comprarse en tiendas de artesanías en el centro de México. Se cree que los silbatos eran usados por muchos soldados como estrategia de terror psicológico antes de la batalla --escuchar 100 o más de estos al mismo tiempo (junto con batimento de tambores y la presencia de guerreros águila y jaguar armados hasta los dientes) seguramente generaba estados alterados de conciencia. Asumimos que el miedo puede catalogarse precisamente como un estado alterado de conciencia, claro.

Además eran utilizados en otros ritos mortuorios para ayudar al difunto a su descenso al Mictlán, la tierra de los muertos. El sonido recuerda a una gata en celo, o a una mujer a la que le quitan la piel. Aquí una muestra de su poder: