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Este estudio demuestra cómo las sociedades que viven en climas extremos veneran a un dios más castigador y moralista que aquellos que alaban quienes viven en climas más estables

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Un clima extremo definitivamente influye en las personas que lo viven, pero también influye en el dios que veneran esas personas que lo viven. De acuerdo con este estudio, un clima extremo es sinónimo de un dios moralizador, un dios duro.  

El estudio muestra que la prevalencia de sociedades humanas que creen en dioses moralizadores puede ser predicha con un alto nivel de exactitud (91%) a partir de data ecológica. Los climas extremos se prestan para que las sociedades que los sufren crean que hay algo más allá que gobierna su realidad, algo que interviene en sus asuntos y refuerza su comportamiento moral. Y es lógico pensar que si vives en lugar donde caen muchas tormentas, hay vientos fuertes o sequías tremendas, tengas la intervención metafísica más presente que otros; la naturaleza se vuelve un constante recordatorio. Y como el humano es proclive a creer que todo lo que sucede en la naturaleza le sucede a él, las tormentas y las heladas son asuntos personales; son el castigo de un dios.  

La investigación también muestra la contraparte obvia: si una sociedad vive bajo un clima estable o tiene recursos abundantes, lo más probable es que su dios sea más relajado y quizá también esté menos presente (sea menos necesario). El dicho que reza que “El clima es Dios” quizá tenga más fuerza de lo que creíamos.