Los peligros del escepticismo "profesional" y sus dogmas
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/24/2014
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/24/2014
La postura escéptica hunde sus raíces en los orígenes de la filosofía griega: frente a la facilidad de dar por sentado lo que nuestros sentidos y nuestras construcciones sociales asumen como real, la postura escéptica se enfrenta a la credulidad de la masa, a la necesidad de pertenencia, y ha encarnado en los más grandes pensadores como un impulso genuino en la búsqueda de la verdad.
Sin embargo, el escepticismo puede tomar también la forma de un dogma si, en lugar de una actitud frente a la realidad, se vuelve una posición política. A pesar de sus importantes contribuciones para desenmascarar charlatanes, es peligrosa la postura de famosos investigadores y periodistas que, como Michael Shermer, navegan con bandera de "escépticos profesionales".
La duda "profesional" es fundamental en cualquier campo de la ciencia. Pero su "marketización" no hace sino cubrir un nicho de mercado. A todos nos gusta sentir que pisamos terreno firme, pero existen ámbitos de la vida en los que simplemente tenemos que creer; aunque el paradigma neuronal de nuestros días afirme que los sentimientos, emociones y sensaciones que experimentamos pueden ser explicados como reacciones químicas de nuestro cerebro (el cuerpo-máquina), es innegable que procesos tan básicos como el humor o la atracción, como la empatía o el amor, requieren un cese de la vigilancia fría de cierto escepticismo.
Es decir: el escéptico es también el portador de una verdad de tipo materialista frente a lo que asume como una amenaza, a saber, la posibilidad de creer.
El papel del escéptico es fundamental, sin duda: el que ha alojado en sí el escepticismo está en lucha militante contra la superstición, la credulidad y la pereza mental; pero existen escepticismos no militantes que asumen una postura tal vez más humilde: la de defender y apoyar la ciencia, no el fundamentalismo científico (es el caso de la estimulante página Skeptical about Skeptics, que recuerda un poco aquello de "¿Quién vigila a los vigilantes?").
No toda creencia irracional es estúpida, ni todo escepticismo es garantía de ciencia "bien hecha". El físico de partículas que busca rastros de fulerenos incansablemente se ve forzado a creer que las evidencias de sus instrumentos son ciertas. Einstein mismo lo dijo: "La imaginación es más importante que el conocimiento".
Y es que, en cierto sentido, el científico necesita prever el resultado de su investigación para guiar su actuar. Todo pensador utópico sabe esto. Es necesario formarse imágenes, construirlas con rigor --y pasión-- para transformar la realidad. De otro modo, el escepticismo se vuelve un instrumento de evaluación efectivo pero inerte, que nos ayuda a develar la falsedad detrás de la credulidad y el fanatismo pero que no sabe construir ni crear.