La noticia corre como pólvora por la prensa francesa: revistas como Elle y Le Express publican sobre uno de los cambios culturales más tristes de los últimos años: según las encuestas, sólo 2% de las mujeres menores de 35 años conservan la tradición de asolearse topless en la playa.
Las razones de que los senos femeninos estén cubriéndose púdicamente detrás de lo que El País ha llamado “una pandemia de pudor”, sin embargo, son bastante razonables:
A partir de que grupos como Femen o su contraparte estadunidense Free The Nipple comenzaran a utilizar la exposición pública de los senos con fines políticos, el significado cultural de esta práctica comenzó a tomar un tinte radical.
Recordemos que desde la “revolución sexual” de finales de los '60 (y, muy literalmente, desde La revolución guiando al pueblo, icónica pintura de Delacroix, de 1830), los senos femeninos fueron banderas de emancipación y cuestionamiento del statu quo.
Sin embargo, a través del exceso, la práctica ha tomado un tinte activista del cual las mujeres parecen querer desmarcarse, al menos cuando van a la playa.
Cada día abrimos nuestro feed de Facebook para encontrar una noticia más acerca de cómo Miley Cyrus o Lady Gaga se masturbaron en público, mostraron los senos o cabalgaron un dildo gigante. A principios del siglo XXI, la desnudez simplemente ya no es contestataria, pues se ha convertido en una herramienta más de la absurda promoción de los íconos de moda.
El nudismo parece estar sufriendo su cuota: a través de la saturación visual, parece que las francesas identifican el topless no con una cultura de vuelta a la naturaleza sino con un acto de provocación hueco, del cual no desean participar.
El voyeur de las playas nudistas ha sido sustituido por algún imbécil con un smartphone a la caza de pezones en las playas nudistas. El hecho de que dentro de cualquier teléfono se esconda un ojo que reportará en tiempo real cualquier cosa que hagamos al resto del mundo, parece ser la razón final por la que las mujeres se abstienen de asolearse topless: simplemente no desean que sus fotos aparezcan en Facebook, Instagram o PornHub.
Y quién podría culparlas.
Le topless est mort. Vive le topless.