En apenas unas horas Brasil se convertirá en la fiesta más grande del mundo, ¿pero a qué costo? El gobierno brasileño está sacrificando enormes cantidades de recursos en generar una imagen de prosperidad y seguridad que sea propicia para el gran teatro de las transnacionales. Se están descuidando los programas sociales, se está limpiando el area que rodea a los estadios y son miles las familias desplazadas cuyas casas han sido expropiadas a precios miserables (en contra de los acuerdos internacionales).
La prostitución infantil se está volviendo una epidemia. No paran la huelgas y manifestaciones; algunos grupos han llamado a una huelga general para el 12 de junio. Incluso la ONU está levantando la voz contra las violaciones a derechos humanos. Cada vez más, la Copa del Mundo se está volviendo un símbolo, no de hermandad entre las naciones, sino de la injusticia social que subyace a este gran negocio para las grandes corporaciones.
Toda la atención estará puesta en las 32 selecciones que disputarán la copa en los estadios, pero son miles los que están tomando las calles y protestando en contra de las medidas del gobierno de Rousseff. Esta muestra del arte urbano que empieza a diseminarse por las calles de Brasil como síntoma de la epidemia es sólo la parte visible de las cicatrices que está dejando en el país la justa mundialista.
