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Un proyecto de crowdsourcing hizo real la operación de reasignación de sexo de esta bloguera.

samalen

El Internet es lo más parecido a un espacio utópico: un lugar fuera de todos los mapas donde todos los tiempos se dan cita, y donde todas las subjetividades pueden manifestarse y encontrar afinidades. Pero la mayoría de los grandes sitios convocan también lo más granjeado de la hipocresía heteropatriarcal y las prácticas de exclusión más intolerantes. Ese es el Internet que personas como Samantha Allen conocen a diario.

Samantha es una mujer transgénero, lo que quiere decir que nació con sexo masculino pero se identifica como mujer. Estudia el doctorado en el departamento de estudios de género de la Universidad de Emory, y es una connotada bloguera en temas de feminismo y videojuegos. Pero fue cuando decidió someterse a una cirugía de reasignación de sexo que Samantha entendió realmente la fuerza del Internet.

Una vagina, en nuestros días, tiene un precio de instalación, por decirlo así. $20,000 dólares. El seguro médico podría cubrir parte de la cirugía, pero aún necesitaban mucho más. Samantha y su esposa decidieron hacer su situación pública y crearon una página de IndieGoGo para financiar la operación. Pusieron en línea una campaña que explicaba la situación de Samantha y el uso que se le daría al dinero; luego, como se tira una botella al océano, oprimieron publicar.

"Luego", escribe Samantha en un artículo del Daily Dot, "oprimí el botón de actualizar de mi navegador. $500. Actualizar. $1,000. Actualizar. $1,500. Miraba con incredulidad a medida que Twitter y Tumblr diseminaban la campaña como pólvora a todo lo largo y ancho del Internet. Incluso tipos que me habían molestado en línea abrieron sus billeteras virtuales y me enviaron algunos dólares. Mi esposa y yo no podíamos creerlo."

Al final del primer día, la campaña había recaudado $5,000 dólares.

El Internet en el que nos gustaría vivir es uno donde lo que somos pueda servir de inspiración para los demás. El caso de Samantha ilustra a cabalidad la naturaleza profundamente transgresora del Internet, en términos de comunidad y complicidad: la empatía y la solidaridad de perfectos desconocidos puede significar la diferencia entre la aceptación y la vergüenza, o entre un proyecto "virtual" y uno real. Materializar lo virtual también es magia.

Así, luego de varias semanas de campaña y de una operación exitosa, Samantha escribió en su Twitter: "Tengo vagina."

El conmovedor mensaje de Samantha a los que la ayudaron a reunir más de $10 mil dólares en donaciones termina así:

A donde quiera que vayamos, tú y yo siempre estaremos juntos; lo que me has dado siempre me recordará a ti. Me has dado algo que tocaré, usaré, en lo que pensaré todo el día. Podrías ser mi amigo más cercano o podríamos nunca tener ocasión de hablar. Algunos de ustedes no saben quién soy yo y algunos de ustedes podrían no necesitar saber mucho de mí fuera de mi necesidad. No importa, porque estamos todos en esto juntos.