Hace unos días, en el marco del Tianguis Turístico que se celebró en la paradisiaca ciudad caribeña de Cancún, una de las “noticias” más relevantes fue el encuentro aparentemente casual entre Enrique Peña Nieto y Kevin Spacey, actor que regresó a la popularidad y los titulares gracias a la serie House of Cards.
Como es sabido, esta emisión de corte político recurre a la ficción para exhibir los laberintos del poder que se construyen al interior de la Casa Blanca, con Spacey como una especie de “puppet master”, un titiritero que intenta manejar cuantos hilos necesite para mantenerse en el centro de la maquinaria. Por todo este contexto, la aparición del actor junto con el presidente de México se tomó a la ligera (en varios sentidos de la expresión): ambos hicieron un breve comentario en sus respectivas cuentas de Twitter, Spacey compartió una selfie con Peña Nieto y este a su vez bromeó escribiendo “A los fans @HouseofCards, lo siento, no puedo dar detalles de la 3a Temporada”.
El evidente tono amistoso del encuentro tenía su razón porque se consideraba que este había sido casual, una coincidencia entre el actor y el mandatario que devino en una charla de celebridades (así lo manejaron, por ejemplo, dos de los periódicos más importantes de México, El Universal y La Jornada)
El presidente de un país y el actor de moda (estadounidense, pero conocido internacionalmente) acoplados con la naturalidad de dos personas populares, dos hombres que pueden reunirse y “caerse bien” solo porque su fama los precede y hasta cierto punto “habla” por ellos. Basta verse en el lobby de un hotel para saludarse y, como dictan las formas, intercambiar elogios.
¿Pero esto fue así de fortuito? Según afirma Dolia Estevez en Forbes, no. Todo lo contrario. El encuentro fue acordado de antemano y no por mera amistad, sino como un asunto de negocios. En pocas palabras, el encuentro “casual” tuvo un costo.
A partir de la información publicada por el periodista Salvador García Soto, quien aseguró que Spacey recibió 8 millones de dólares por los minutos pasados junto a Peña Nieto y lo que se derivó de esto, Estevez preguntó a Rodolfo López Negrete Coppel, director general del Consejo de Promoción Turística de México, sobre la veracidad de los datos.
López Negrete negó la cifra, pero no que el actor haya en efecto recibido un pago por su encuentro con Peña Nieto. El director general agregó que el presupuesto del Consejo de Promoción Turística de México es de aproximadamente 3.5 millones de dólares, que algunos de los gastos del organismo se “autofinancian” con publicidad y que la actividad de Spacey estaba inmersa en ese contexto.
El actor por su parte no respondió a las preguntas que la periodista le dirigió a través de sus cuentas de Twitter y Facebook.
¿Cuáles son las preguntas importantes en este asunto? Por supuesto, aquella cuya respuesta es el pago que recibió Kevin Spacey por ser el “invitado especial” al Tianguis Turístico de Cancún y, de paso, dar una valoración positiva (superficial pero positiva, de apoyo) sobre la administración de Enrique Peña Nieto. En segundo lugar, por qué un gobierno supone que una maniobra mediática de este tipo es suficiente para inclinar la opinión pública a su favor.