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La expresidad de un emoticón o un emoji contra toda la potencia de pinturas como el San Jerónimo de Caravaggio o las soledades de Edward Hopper; una intervención gráfica de Nastya Ptichek.

Der Schrei der Natur (El grito de la naturaleza, 1910), Edvard Munch 

¿Cuántas veces has preferido usar un emoticón (o un emoji, según la denominación en boga) como sustituto de las tres o cuatro palabras que te tomaría describir esa emoción? ¿Cuántas veces los íconos precargados de Facebook, WhatsApp u otras redes sociales  y aplicaciones te han ahorrado un comentario o una explicación y, mejor, han servido como una herramienta de síntesis y economía del lenguaje?

Retomando en parte la presencia de esta gráfica cotidiana y casi siempre a la mano, Nastya Ptichek, artista de origen ucraniano que ha intervenido obras pictóricas emblemáticas para establecer un puente expresivo entre la potencia artística de cuadros como los de Hopper y la aparente nimiedad de un ícono que representa un rostro enviando un beso.

El resultado es paradójico, también un tanto cómico, pues además de dar cuenta de ese desfase al respecto de las posibilidades casi infinitas de la expresión y las emociones, de algún modo también muestra que el ingenio es en esencia la actualización de viejos conceptos a la realidad presente.

 

hopp

Early Sunday Morning (1930), Edward Hopper

 

Summer Evening (1947), Edward Hopper

 

Seika kobai (Arreglo floral con ciruela roja, ca. 1810), Kitagawa Utamaro

 

Avant l'entrée en scene (Deux danseuses) (1874), Edgar Degas

 

Conference At Night (1949), Edward Hopper

 

San Girolamo (San Jerónimo escribiendo, 1605-1606) Caravaggio

 

Ascensione di Cristo, Dosso Dossi

 

 El juicio final (1525), Jan Provoost

 

El Jardín de las Delicias (detalle, 1490-1510), Hieronymus Bosch

 

Creazione di Adamo (La creación de Adán, 1511), Michelangelo Buonarroti