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Para Marte, la Tierra no es más que una estrella vespertina; imágenes del Mars Curiosity Rover de la NASA que nos revelan una inesperada poética del cosmos en nuestra cotidianidad.
tierra_marte_1 (NASA / JPL)

La realidad es, en esencia, un asunto de perspectiva. De la especulación filosófica más remota a los descubrimientos de la ciencia más contemporánea, esta especie de axioma se itera y se comprueba, como si quedara de manifiesto que eso que creemos único no es más que una versión de otras muchas posibles.

Así, por ejemplo, con los astros y los planetas. “Cuando piensas en cosas como las estrellas, nuestros problemas parecen no importar mucho, ¿no?”, escribió alguna vez Virginia Woolf, aludiendo a ese cambio de perspectiva, del lugar desde donde estamos habituados a considerar siempre lo que somos y lo que percibimos, que una vez realizado nos permite dimensionar esto mismo, darnos cuenta de que las cosas no tienen necesariamente que ser de un modo u otro, que bastaría una leve modificación para quizá alterar el panorama completo.

Por estos días la NASA difundió imágenes tomadas por el Mars Curiosity Rover que, como su nombre lo indica, desde hace ya un par de años fue enviado al planeta rojo en una misión de exploración y recopilación de datos. Las fotografías han cobrado relevancia porque en el atardecer del horizonte marciano despunta un pequeño punto brillante que, para sorpresa nuestra, es la Tierra, ese planeta que llamamos hogar y que visto así nos coloca en una inesperada hermandad, pero sobre todo en una condición ínfima que estamos acostumbrados a olvidar y pasar por alto.

Así, Marte tiene su propio “lucero de la tarde”: eso que para nosotros es Venus, para los hipotéticos marcianos es la Tierra, un astro lejano al que a veces acompaña una mota todavía más diminuta, la Luna. 

tierra_marte_2 (NASA / JPL)

Nuestro planeta es imponente si lo miramos como también lo mostró la NASA en 1972 en una fotografía tomada por la tripulación del Apollo 17, la célebre “Blue Marbel”, actualizada después en 2012 pero sin perder ese orgullo antropocéntrico de quien, así sea sutilmente, se considera el centro del universo.

Pero aquí no hay de eso. Aquí no hay más que un “pálido punto azul” en la inmensidad del cosmos. Un astro que aparece en los atardeceres desnudos de Marte.

En Internet, las Crónicas marcianas de Ray Bradbury en PDF:

 Twitter del autor: @saturnesco