Pocos de nosotros habíamos tenido acceso a observar un beso desde el interior de una boca. Algo tan cotidiano y familiar como el acto de besar, que en nuestro mapa cultural-emocional definitivamente se asocia al placer, el cariño, el amor y otras sensaciones positivas puede ser percibido de manera radicalmente distinta si cambiamos de perspectiva.
En este sentido, el ejercicio de documentar un beso desde adentro, que llevó a cabo el usuario de Reddit, MrRobotoGotAGato, representa también una especie de microcátedra sobre la naturaleza posible y no absoluta de las cosas. Me refiero a que algo "es" de acuerdo a innumerables posbilidades, es decir, lo observado depende del observador, y si el número de posibles observadores es de, digamos, 7 mil millones, entonces ese acto u objeto será percibido, proporcionalmente, de igual número de formas –incluso considerando que hay patrones culturales que acotan esas posibilidades, aún así cada experiencia perceptiva es única.
Seguramente la pareja que consumó el beso aquí documentado lo disfrutó como ha disfrutado los miles de besos que han experimentado previamente. Sin embargo, lo que el video nos muestra es un extraño y poco sexy espectáculo: una hilera de huesos amarillentos (dientes), rodeados de una especie de membrana lubricada y flexible, que a la vez forma una apertura por la cual súbitamente aparecen unos labios pintados que amenazan con succionar el interior de la cavidad desde la cual observamos la escena.
Pero ¿qué pasaría si en lugar de haber experimentado alguna vez un beso, estuviésemos antes familiarizados con esta escena? ¿Qué lugar ocuparía entonces el beso dentro de nuestro mapa de realidad? ¿Cómo lo definiríamos? Independientemente de las respuestas a estas preguntas, es muy probable que incurriríamos en uno de los vicios más populares en los que cae nuestra "mente cultural" al tratar con imágenes: considerar que es la única forma posible de entender ese acto, y le colocaríamos una etiqueta definitiva y excluyente a partir de los cánones visuales que traducirían esa experiencia perceptiva en un concepto cultural.
En fin, aunque no descarto que esto sugiera rasgos de psicosis moderada o paranoia, me parece fascinante que algo tan simple como cambiar la perspectiva visual con la que percibimos un beso pueda remitirnos a que en realidad no hay una realidad (sino por lo menos 7 mil millones de ellas), a que el resto de la historia se resume en establecer acuerdos entre realidades individuales y editar a placer aquélla que tu estás inevitablemente creando.