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Si, como dijera Arthur C. Clarke, la magia es solo tecnología que no comprendemos aún, ambas pueden considerarse fases de un mismo proceso mediante el cual construimos nuestra la realidad.
large Una imagen del Gran Colisionador de Hadrones

“Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, dice una de las tres leyes del escritor Arthur C. Clarke, quien, con sus obras de ficción científica, exploró las posibilidades de futuro de la humanidad a partir de la tecnología existente o hipotética.

En efecto: la magia, tal y como se ha comprendido a lo largo de la historia, ha sido una primera forma de acercarnos al mundo para intentar descifrar sus misterios. Si la realidad es, en primera instancia, una fuente inagotable de asombro, entonces la magia se nos presenta como un método para tratar con ese asombro, para hacerlo nuestro a pesar de que pareciera que no nos pertenece o que a cada momento está dispuesto a escapar. La magia es una forma de imaginar tanto lo que no comprendemos, como lo que quisiéramos existente y, de este modo, ha sido también un primer paso para dar forma al mundo que proyectamos según nuestras necesidades.

Por este motivo, la magia también puede considerarse una suerte de prototecnología, un estado previo de cualquier desarrollo tecnológico para suplir necesidades que el ser humano, en su proceso civilizatorio, genera y vuelve impostergables. En este sentido, probablemente sea en la comunicación donde se encuentren los mejores ejemplos de cómo la magia y sus ensueños transitaron hacia dispositivos que los volvieron posibles y reales.

El poder de desplazarse de un lugar a otro, separados entre sí por una enorme distancia, en un tiempo sorprendente; la capacidad de escuchar a otra persona que igualmente se encuentra en un punto del espacio que no es inmediato ni fácilmente asequible; la transmisión de imágenes y sonidos incluso desde y hacia puntos fuera de nuestro planeta, son algunas situaciones que ahora son cotidianas y normales pero que antaño, si alguien las vislumbrara, si enunciara su posibilidad o presumiera que podría realizarlas, entonces se le creería dueño de poderes sobrenaturales y sobrehumanos, un mago capaz de quebrantar y trascender las leyes físicas y los límites de la realidad, una realidad que se revela de pronto maleable, programable, ajustable a las circunstancias y los requerimientos del momento.

En cierta época (incluso en la nuestra) se creía en la capacidad de algunos para leer el pensamiento o para hacer llegar el suyo a otras personas, la conocida telepatía que permitiría la comunicación entre al menos dos personas con tan sólo pensar en ello, sin artilugios de ningún tipo y prácticamente con nada más que voluntad.

Sin embargo, cuando se piensa en los telépatas y su capacidad y se les compara con lo que hacemos ahora con la telefonía móvil, ¿no se trata de algún modo de poderes equiparables? ¿No se trata de un procedimiento que parece seguir las mismas etapas? Pensamos en alguien y al instante siguiente esa persona ya conoce nuestros pensamientos. Es cierto: de por medio se encuentra el acto de tomar nuestro aparato y marcar un número para entablar el puente con aquel o aquella en quien pensamos, ¿pero no es esto también una suerte de código que, por otra parte, no podemos saber si existe también en la telepatía?

En sintonía con lo anterior, el teléfono Nokia Lumia 925 incorpora algunos de los desarrollos tecnológicos más novedosos de nuestro tiempo, los cuales, incluso a sabiendas de que provienen de un contexto que implica un sofisticado desarrollo técnico o de investigación, bien pudiéramos tomar como una consecuencia mágica.

La posibilidad, por ejemplo, de hacer aparecer tus fotos en cualquier momento y lugar gracias a SkyDrive; de comunicarte vía Skype con quien quieras, sin importar el punto del planeta donde ambos se encuentren; la tecnología Carl Zeiss de su cámara, que al tomar capturas en condiciones de poca luz, en cierto modo te permite ver lo que otros no ven. Cada una de estas herramienta potencializa nuestra percepción, facilita su enriquecimiento y nos permite acceder a estimulantes planos de una comunicación que, hasta hace poco, era para muchos inimaginable. 

La magia al alcance de tu mano: con todo lo que ello implica. ¿Estás listo?

 

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