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Arte y tecnología: la relación simbiótica que nos descubre los secretos de la existencia

Por: Luis Alberto Hara - 12/03/2013

En nuestra época la notable presencia de la tecnología ha influido el quehacer artístico, popularizándolo y haciendo ver que, como quería Nietzsche, la vida puede ser una obra de arte.

danceEl arte y la tecnología son dos rostros de la creatividad humana, dos que además se encuentran estrechamente relacionados, a pesar de las diferencias que en apariencia tienen entre sí. Aquello que hace el arte en no pocas ocasiones se ha logrado gracias a un desarrollo técnico específico, una tecnología cuya existencia permite al artista hacer o dejar de hacer determinada obra. Sí lo condiciona, pero posiblemente también lo incita a trascender esas limitaciones. Igualmente, no son pocos los casos en que los desarrolladores de tecnología se inspiran en el arte para generar nuevos artefactos que faciliten o mejoren nuestra vida cotidiana.

En este sentido, la relación entre una y otra actividad humana podría encontrarse en prácticamente cualquier época, pero sin duda es en tiempos recientes cuando la tecnología posee una presencia, tan persistente, de algún modo tan ineludible, que el arte se ha encargado de incorporarla a sus procesos, tanto como un recurso, un instrumento, como parte del examen de la realidad contemporánea, cuando muchas de nuestras prácticas e interacciones pasan casi necesariamente por un dispositivo tecnológico.

Las proyecciones digitales, el desarrollo del sonido de alta fidelidad, el videomapping, el uso de apps que complementan una exposición o una obra, la transformación del cine gracias a tecnologías como el 3D, la influencia de las redes sociales y su particular forma de comunicación en la literatura y la poesía, son algunas muestras de cómo la tecnología se ha ido filtrando hacia el quehacer artístico, tomando el lugar de los óleos de antaño y en muchos casos generando nuevas formas de aprehender fragmentos de la realidad desde la perspectiva estética.

Curiosamente, esta última característica de nuestra época es de algún modo recíproca, pues también ha derivado en una suerte de popularización de cierta actitud artística frente a la vida. El hecho, por ejemplo, de que un teléfono portátil esté equipado con una cámara fotográfica de buena calidad, hace posible que al menos potencialmente cualquiera pueda tomar una buena fotografía, acaso también, por qué no, una fotografía artística. La tecnología moderna, a través de todo tipo de gadgets, pero especialmente a través de los smartphones que han logrado una enorme penetración, ha empoderado a los ciudadanos del mundo con la capacidad de ejercer y compartir una veta artística y capturar los momentos más significativos de su existencia de manera fluida. Entre los últimos avances de esta tecnología de cámaras en smartphones podemos destacar el Nokia Lumia 925, que cuenta con óptica Carl Zeiss y seis diferentes lentes, además de la tecnología PureView que permite capturar imágenes de alta calidad en la noche (captando hasta cinco veces más luz que la mayoría de los smartphones). Asimismo, la posibilidad de ajustar manualmente el enfoque, la velocidad del obturador, el balance de blancos y una serie de innovadores funciones, vuelven a este dispositivo una cámara profesional que amplía el margen de creatividad para el usuario, llevando las posibilidades de captación estética de un smartphone a un nuevo nivel. Como se ha demostrado ampliamente en la historia de la fotografía, es la manipulación de la escena, el juego de luz y del movimiento, la sutil y delicada conjugación de circunstancias materiales y técnicas, lo que hace posible el milagro secreto, el descubrimiento inesperado de esos detalles de la existencia que la lente revela al ojo profano y escéptico, imágenes que nuestro ojo desnudo creería imposibles y que, no obstante, gracias al artificio de la fotografía, se vuelven parte de nosotros y de la mirada con que hacemos nuestro el mundo.

Nokia-Lumia-925

Así, de alguna forma se cumple el ideal profesado por Nietzsche sobre la necesidad de transformar la vida en una obra de arte, pero esta vez por la vía de los dispositivos tecnológicos que llevamos en nuestro bolsillo. De algún modo la sensibilidad estética, el descubrimiento de lo admirable o lo francamente bello que cualquiera de nosotros puede realizar per se, encuentra un vehículo, un medio de transmisión y de expresión en los gadgets y sus características técnicas, y hacer ver que en realidad cualquiera puede ser un artista, al menos de su propia experiencia, y que éste no se trata de un estatus reservado a unos cuantos.

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