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Algoritmos Elocuentes, poéticas automatizadas del siglo XXI (II/III)

Por: Ernesto Miranda - 11/30/2013

En esta segunda entrega, Ernesto Miranda continúa analizando los mecanismos que caracterizan la creación poética de la segunda mitad del siglo XXI, como los haikús algorítmicos.

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(Lee aquí la primera parte)

Automatización 

La automatización es una de las características fundamentales de los medios digitales. Cuando todo es reducible a ceros y unos, las posibilidades de manipulación, navegación, reestructuración y comprensión son infinitas con el uso de algoritmos (Miller, Understanding Digital Culture, New York: Sage Publications, 2011). De igual forma, el análisis o procesamiento de grandes cantidades de información (estructurada o no) se simplifica enormemente gracias a la automatización de procesos.

La escritura automática o automatizada (y no precisamente el flujo irrestricto del inconsciente en ejercicios joyceanos o cadáveres exquisitos) se ha vuelto una opción viable para algunas empresas. La empresa Narrative Science  provee de historias generadas automáticamente a medios como Forbes. Por su parte,  ICON Group International INC, fundada por Phil Parker, ha publicado más de un millón de títulos generados por algoritmos. Cabe destacar que estos libros son síntesis de grandes reportes médicos o científicos, donde la prosa y el deleite verbal importan poco en comparación con la inmediatez de sacarlos a la luz.

Según palabras del propio Parker, “The secret is sophisticated programming mimicking the thought process behind formulaic writing. It can take years to create these programs, but once completed, new books can be churned out in minutes.”(Popescu, “Why Write Your Own Book When An Algorithm Can Do It For You?” [en línea], 2013). Para él, todo el canon de la literatura se puede reducir a fórmulas, códigos y repeticiones. Como si memorizando a Vladimir Propp pudiéramos reproducir automáticamente alguna obra fundamental del canon universal. [1]

Su forma de simplificarlo es de una frialdad impresionante y probablemente a muchos les parecerá chocante. No lo juzguemos, habrá que recordar que no pretende derretir a sus lectores con las oraciones subordinadas más exquisitas del idioma:

“The methodologies are extremely old, just like the methodologies of writing haiku poetry are very old. An Elizabethan sonnet is 14 lines - that is a line of code if you think of it that way. The code is constrained. So all genres, no matter what the genres are, are a form of constrained writing.”(Popescu, 2013)

Esto para hacer notar que la automatización de la escritura por medio de algoritmos no es algo exclusivo de programadores o artistas. La industria está buscando formas para afinar cada vez más a sus algoritmos elocuentes y optimizar procesos de producción, como sucede en muchos otros sectores. 

Con respecto a la poesía, hoy día, algoritmos caseros, son capaces de minar automáticamente bases de datos, repositorios, bibliotecas, sitios de noticias,  timelines o reportes de seguridad para crear haikús, poemas o canciones de rap.[2]

Un buen ejemplo es el renacimiento del haikú como forma algorítmica. Haiku Times, Haiku Leaks, Haiku NSA (que utiliza material de las filtraciones de la agencia de espionaje digital) son sólo algunos ejemplos de lo que se puede hacer con un algoritmo no muy complejo. Sus condiciones rítmicas no son tan difíciles de hallar: tres líneas de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente. Otro aspecto característico, y que resulta óptimo para el procesamiento maquinal, es la yuxtaposición de dos imágenes, en apariencia inconexas.

Otro de los muchos ejemplos que a diario surgen en la red es Pentametron 2013 que busca versos yámbicos a lo largo de timelines en Twitter. (With algorithms subtle and discrete / I seek iambic writings to retweet) o Tofu product, que revisa tu timeline, selecciona elementos aleatoriamente y los twittea imitando tu estilo personal.

Por irracionales que puedan resultar estos ejercicios tachados de divertimento insustancial, carentes de reflexión, hay que tener en cuenta que detrás de un algoritmo, por más caserito que sea, habrá un humano, azuzándolo, aventándolo al mundo, a que vaya de caza. Este emisor de código, este creador de líneas de programación capaces de procesar lenguaje y contenido a una velocidad y a un volumen imposible para el humano, tiene siempre una pregunta detrás. Este emisor individual o colectivo es el que hará sentido de los resultados, y el que buscará hacer sentido con él.

Así, podríamos decir que los algoritmos han alcanzado cierto grado de expresividad, una elocuencia, sin duda algo más que un balbuceo, pero que, como en muchas otras ramas de la especulación cibernética, se encuentra lejos de la singularidad.

 

Aleatorización, iteración y proceso

"Un golpe de dados nunca abolirá el azar", decía Mallarmé. Pasando por las combinatorias de Llull, el Chance de Cage, los meandros borgianos del arte y la literatura han estado siempre cargados de azar y combinatoria.

Muchos de los ejercicios que encontramos en línea echan mano del azar para crear robots literarios o poéticos. Por ejemplo, Massaging McLuhan, que publica citas de Marshal Mcluhan, sustituyendo los sustantivos de éstas, por otros obtenidos aleatoriamente de una lista, o el caso de Tofu_Product citado más arriba.

Parte importante de los algoritmos es que iteran sobre elementos, variables y ciclos hasta llegar a algún resultado. La repetición es parte intrínseca de su función, y al mismo tiempo, la repetición es parte fundamental del proceso creativo del programador. Correrlo, regresar, cambiarlo, volverlo a correr.

Lo anterior nos lleva a otro aspecto interesante sobre los bots poéticos: su carácter procesual. Por un lado están los procesos internos de algún loop que iterará hasta donde las condicionales se lo permitan. Por otro, el tinkering o talacheo de un programa. Willard McCarthy, uno de los teóricos fuertes de las humanidades digitales, lo desglosa de la siguiente manera: “the word ‘computing’ is a participle —a verbal adjective that turns things into algorithmic performances.” (McCarty,"What's going on?". Literary and Linguistic Computing, 23(3), pp. 253-261, 2008)

Resulta interesante  notar que lo procesual en la poesía es una de las características más distintivas de las poéticas norteamericanas del siglo XX, o contrapoéticas, como acertadamente les llamó el escritor Heriberto Yépez. Una de las grandes aportaciones de Pound fue la idea de que “en la actividad literal del hecho de escribir […] es donde se realiza toda discriminación, decisión o valoración. Se trata de un principio activo, un proceso” (Power, Una poética activa. La poesía norteamericana (1910-1975),Madrid: Editorial Nacional, 1978 ). Poetas como Charles Olson o William Carlos Williams enfatizarán el valor procesual del poema: el momento en que se genera es la experiencia poética.

Esta analogía no busca justificar la calidad estética de los bots y mucho menos compararlos con los poetas vanguardistas mencionados. Solamente busca cuestionar las propiedades poéticas (o no), de nuestros singulares especímenes de verbo y bits.

 

Desechable y efímera

Una más de las características de esta forma poética es su carácter efímero y desechable, probablemente extensible a mucho del contenido que pasa por nuestras pantallas a diario. Instantánea, horizontal, distribuida globalmente son características que Goldsmith reconoce en estas nuevas formas literarias. (Goldsmith, “The Writer as Meme Machine” [en línea], 2013)

Como mucho de lo que sucede en los medios en línea, el volumen a veces es más importante que la calidad. Mantener un flujo constante y fresco es requisito para muchos portales y blogs de noticias. Volvemos a traer a cuenta a Goldsmith porque su obra conceptual es cercana a este flujo permanente, donde lo más importante no es tanto lo que está dentro sino la continuidad del mismo, como, por ejemplo, transcribir los reportes de tráfico y hacerlos pasar como un poema.

El paso de un tweet por un timeline es equivalente a un microsegundo en la vida de un ser humano. Su temporalidad está determinada por el siguiente tweet. Su densidad es nula. Surfea, va. Aún así, esta impermanencia no desalienta a algunos creadores a publicar sus descubrimientos en plataformas de autopublicación como Lulu (1 millón de libros publicados desde 2002). Uno de los colectivos que publica estos ríos de literatura conceptual es Troll Threath y en su catálogo se pueden hallar obras como Real Kill List de Joey Yearous, hecho de trece páginas de comentarios de Facebook acerca del siguiente threadJosef Kaplan: I am insulted. I am comfortable and not on your list. You must not think I am a FUCKING POET.” O las 93 páginas de encabezados de correo spam, que Ángel Genusa publicó bajo el nombre de Spam Bibliography.

La mayoría de estas obras son gratuitas en formato pdf. La facilidad para crearlas y descargarlas se convierte en un planteamiento en sí mismo que desafía el valor del libro como soporte cultural.




[1] Este ejercicio ya se intentó en ecosistemas virtuales con The Infinite Adventure Machine

[2] Uno de los creadores más prolíficos que he podido detectar es Darius Kazemi. Una compilación de su trabajo, que no  sólo recae en lo lingüístico, sino en muchas formas de remezclar la cultura digital, se halla en Tiny Subversions Resulta significativo el título mismo de su página, pequeñas subversiones, ¿Qué sería de la tradición poética sin las subversiones, quizá en su momento pequeñas, de Petrarca, Góngora, Mallarmé?