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Algoritmos Elocuentes, poéticas automatizadas del siglo XXI (I-III)

Arte

Por: Ernesto Miranda - 11/23/2013

Nuevos hilos dorados de poesía enarbolados por el lenaguaje de programación, el bot como el nuevo aedo; serie que en tres entregas analiza las posibilidades de la creación poética en la segunda década del siglo XXI.

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Le lion est fait de mouton assimilé

-Paul Valery

 

Artists are the antennae of the race

-Ezra Pound

 

 

If poetry already lacks any meaningful readership among our own anthropoid population, what have we to lose by writing poetry for a robotic culture that must inevitably succeed our own?

-Kenneth Goldsmith

 

Una nueva raza de poetas recorre el mundo. Una nueva raza de algoritmos emite señal de manera desaforada algunas veces, sagaz en otras, pero en todos los casos levantando suspicacias, desprecio o fascinación. Como todo surgimiento de una nueva corriente o tendencia, hace ruido. Los bots se han vuelto parte importante de esa arena discursiva que es Twitter, de ese caudal irrefrenable, dialógico de la sociedad contemporánea. Muchos de esos bots se caracterizan por su forma automática de manipular el lenguaje, su capacidad sintética en 140 caracteres, su apropiación del entorno, y muchos también por su elocuencia poética.

Bot poetry o poesía robot es sólo una de las varias disciplinas que se engloban dentro de la e-literature o literatura electrónica. Este género tiene una larga tradición, por lo menos desde 1982, donde aparecen ya algunas obras cinéticas, creadas para ser exhibidas sobre pantallas y signos luminosos o narrativas hipertextuales, creadas con pioneros lenguajes de computadora como BASIC.

A grandes rasgos, la poesía digital podría ser definida como formas poéticas que se valen de herramientas digitales para su creación, representación y/o distribución. Esta definición es tan amplia como las técnicas o métodos que se utilizan para crear e-poetry. Para acotarlo, vale la pena echar mano de la clasificación que hace Leonardo Flores, uno de los teóricos más agudos al respecto, en su blog académico. La clasificación está hecha con base en la temporalidad (desde 1982, por año, hasta hoy), tecnologías (GIF, HTML, Flash, Python), comportamientos (estática, cinética, mutable, programada) y géneros (bot, e-poetry, generativa, ficción interactiva).

No pretendemos hacer una revisión exhaustiva de las características de la poesía digital, de sus géneros y sus implicaciones. Nos concentraremos, más bien, en aspectos que caracterizan, tal vez no de manera exclusiva, a estas expresiones, y que tienden hilos interesantes con poéticas más tradicionales o análogas: la disolución del autor, la automatización, iteración y la combinatoria son algunos de los aspectos que tocaremos a continuación.

Kenneth Goldsmith, artista conceptual de larga tradición y fundador de Ubu Web, uno de los repositorios sobre vanguardias artísticas de mayor prestigio y antigüedad en la red, publicó un artículo reciente reconociendo al meme como la forma cultural que puede sustituir la poesía. En los ejemplos que cita, y en su propio trabajo, encontramos muestras, que en muchas ocasiones pueden parecer demasiado conceptuales, lejos de lo que en términos generales esperamos de una producción poética. Por ejemplo, su reciente intento por imprimir el Internet o la transcripción sistemática de los pronósticos del clima.

Estos ejercicios podrían parecer simples provocaciones, pero en el fondo cuentan con reflexión y una intención estética. Lo mismo podemos decir sobre los bots poetas que, pese a sus detractores, como veremos, muchos han sido creados con reflexión, crítica y fines estéticos. Vale la pena recuperar las palabras del propio Goldsmith en el artículo mencionado, para reconocer el estado de estas poéticas digitales:

In the past decade, writers have been culling the Internet for material, making books that are more focussed on collecting than on reading. These ways of writing—word processing, databasing, recycling, appropriating, intentionally plagiarizing, identity ciphering, and intensive programming, to name just a few—have traditionally been considered outside the scope of literary practice.

Además de las características concretas que analizaremos a continuación, en estas líneas quisiéramos abrir algunas preguntas, más que contestarlas. ¿A dónde va la poesía en la segunda década del siglo XXI? ¿Podrán estas formas híbridas restituir a la poesía en la cosa pública como una parte de la sociedad contemporánea? ¿Será el alfabetismo digital un requisito para los bardos, los visionarios de nuestro tiempo? ¿Serán los poetas los creadores de poesía de nuestros tiempos?

Sin querer agotar todas las preguntas que se abren con el tema, empecemos a recorrer algunas de las características de estos artefactos literarios.

 

La disolución del autor o el bot está hecho de ovejas digeridas

Ya desde 1968 Barthes mató al autor, argumentando, en esencia, que la noción de autor debería de ser sustituida por la de escriba, puesto que el escritor sólo transmite o deletrea lo que reside allá, en el lenguaje puro; es una especie de canalizador autómata de lo que se halla en el inconsciente colectivo.

Es importante retomar esta noción en nuestros días cuando en diferentes expresiones la apropiación o el mashup son parte misma del concepto artístico. El mashup incorpora fragmentos de diferentes obras, incluso de diferentes disciplinas, para crear una obra totalmente nueva. “Networked, digital, hypertextual, databased environments tend to supress narratives and get rid of the authors [...they] allow users to retrieve and recombine existing objects, text and data in an infinite number of ways.” (Miller, Understanding Digital Culture. New York: Sage Publications, 2011)

De la misma forma, el autor como creador único es parte de un paradigma anterior a la cultura digital. Un solo individuo que emite, una sola antena que transmite un mensaje de manera vertical, es difícil de imaginar en tiempos donde cualquier ciudadano con acceso a Internet es capaz de generar, apropiar, remixear y compartir contenidos. El prosumer (contracción de producer y consumer), desafía el concepto hegemónico de autor que venimos acarreando desde por lo menos el siglo XIX.[1]

Volviendo a la poesía bot, resulta relevante recordar el epígrafe de Valery, “el león está hecho de oveja digerida” ¿Quién es el león? ¿El autor/programador que mina oraciones del Arcades Project de Benjamin, twitteando una al día de aquí a la eternidad o el propio Benjamin? ¿Si estos tweets se mezclaran con metáforas programadas por el creador, los tweets serían más suyos? ¿Quién es el creador cuando la obra original cambia de contexto y de connotación?

El mashup y la cultura del hip-hop, del remix, del pastiche y la apropiación ya se han hecho cargo de explorar el tema. Sin embargo, en este caso, se agrega un nivel más de complejidad porque el proceso es automatizado, como veremos en la siguiente sección.

Twitter del autor: @dustrfruit




[1] En antecedente a esto, la cultura digital, o las industrias relacionadas con ella, cuenta con una tradición de colaboración creativa, que no nos resulta tan familiar en las humanidades o en las artes. El desarrollo de software siempre ha sido tarea de muchas manos, algunas anónimas, otras debajo de una firma, pero siempre con la conciencia de que el otro puede ser capaz de complementar o mejorar el trabajo propio. El  tema es común en las discusiones dentro de las humanidades digitales, donde los proyectos pueden ser ideados por alguien, pero la ejecución corre a cargo de varias manos y mentes.