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Spaces, de Nils Frahm, es una estimulante comunión entre una técnica impecable y una exploración sincera; un recordatorio de que la música, esencialmente, comunica.

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La era digital, entre otras mieles, ha facilitado el florecimiento de un versátil paraíso musical. Miles de flujos creativos empapan la Red, con diversidad hasta hace poco inimaginable, de propuestas musicales: géneros, subgéneros, meta-géneros, covers, remixes, Ep’s, álbumes en vivo, inéditos, rarezas, y mucho más, integran esta estimulante fauna sonora.    

Si bien rara vez dejarás de agradecer un recorrido a través del desbordante vaivén de novedades musicales en la Red, lo cierto es que de vez en cuando te encuentras con obras que no solo gozas al instante, sino que puedes imaginarte disfrutándolas diez o veinte años después –tal vez junto a un espejo de agua que refleja las montañas. Se que hay mucha música desechable, quizá cada vez más, y aunque no sabría como definirla, diría que en todo caso es justo lo opuesto a Spaces (Erased Tapes, 2013), el nuevo álbum de Nils Frahm.

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Se trata de un sensible ejercicio, peculiar en tanto que algunos de los tracks que incluye son grabaciones en vivo y el resto en estudio. Aparentemente esto responde a que el berlinés es capaz de generar una magia particular durante sus conciertos –la cual difícilmente queda impresa en sus grabaciones de estudio, y quizá por eso se decidió  por este exquisito híbrido.

Once disímiles tracks componen el álbum. Se trata de una exploración tan elegante que parece más un paseo de acupuntúrica precisión a través de una de las propuestas musicales más finas de la última década. Por cierto, Frahm es un innegable virtuoso del piano, evidentemente iniciado en este instrumento desde niño, y que tuvo la fortuna de estudiar con Nahum Brodski –a su vez discípulo de Tchaikovsky.

En Spaces probamos desde espectaculares interpretaciones de alta estirpe musical, por ejemplo en Hammers, pasando por oníricas sublevaciones estilo Jean Michael Jarre, en Says, y momentos francamente visuales y un tanto melancólicos, como en Said and Done, estos últimos construidos con tal limpieza que solo grandes músicos pueden lograrlo, por ejemplo The Cinematic Orchestra. Además, tenemos atmósferas un tanto pink floydianas, cortesía de un diálogo de expectantes sintetizadores en For-Peter-Toilet Brushes-More.

A pesar de tener solo 31 años, Spaces es ya el onceavo disco de este músico, quien además fundó, en 2005, su propia productora, Durton Studio. Frahm, su refinada escuela pianística y su sensata inquietud electrónica, es uno de los mejores ejemplos de que cuando el linaje técnico de otras épocas convive con la tecno-flexibilidad de nuestros tiempos, entonces ocurre, como en el caso de este álbum, una sublime comunión.    

 Twitter del autor: @ParadoxeParadis