Erradicar el esnobismo podría servir para acotar la grieta entre clases sociales
Sociedad
Por: Luis Alberto Hara - 10/08/2013
Por: Luis Alberto Hara - 10/08/2013
Un prerrequisito de la empatía es simplemente poner atención a aquellos que sufren. Con esta pequeña adición a nuestro comportamiento nos daríamos cuenta de que en más de una manera “los otros” son como nosotros. Un reciente cuerpo de investigación muestra que las personas con más poder apenas ponen atención a personas con menos poder.
Este resultado ha sido observado, por ejemplo, con extraños en una sesión de cinco minutos a solas, donde la persona más poderosa muestra menos señales de poner atención, como asentir o reírse. Las personas con estatus más alto también son más proclives a mediante expresiones faciales, mostrar desdeño, y más proclives a acaparar la conversación e interrumpir o ignorar al hablante.
Los investigadores sugieren que llevar las micropolíticas de atención interpersonal para entender el poder social tiene implicaciones para las políticas públicas. Y esto hace mucho sentido si pensamos que en toda sociedad, el poder social es relativo. Cualquiera de nosotros puede tener un rango de poder mayor o menor en distintas circunstancias. Y aunque los más poderosos nos presten menos atención a nosotros de los que les prestamos a ellos, en otras situaciones nosotros mismos tenemos más estatus, y también prestamos menos atención a aquellos un escalón o dos más abajo.
Así, desafortunadamente, se manejan las sociedades. Los más poderosos son menos compasivos hacia los de menor estatus, y estos últimos son menos compasivos con los de aún menos estatus. En cambio, cada uno de nosotros se enfoca en las personas que valoramos más. Según Dacher Keltner, profesora de la Universidad de Berkeley, mientras que los ricos contratan sirvientes, aquellos con pocos recursos son más propensos a valorar sus ventajas sociales: como al vecino que cuidará de tu hijo mientras regresan de trabajar. La diferencia económica termina siendo una diferencia de comportamiento, apunta Keltner. Las personas pobres están mejor sintonizadas con las relaciones interpersonales (con aquellos del mismo estrato y con los más poderosos) que los ricos, porque tienen que estarlo.
En la política, por supuesto, esto es un tema muy grave. Si se elige a un presidente de un estrato social alto que nunca ha tenido que preocuparse por las demás personas o por tener una buena relación con los otros, es muy probable que no empatice con asuntos como el seguro social, los impuestos sobre medicinas, las escuelas rurales, etc.
La brecha entre los ricos y todos los demás se ha expandido inmensamente desde la década de 1970. Esto, por supuesto, desencadena la apertura de otra grieta, causada por la inhabilidad de verse a uno mismo en los zapatos de una persona con menos ventajas. Reducir la grieta económica podría ser imposible sin también remendar la grieta de la empatía.