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El Inversor: Tábula rasa (la atención escolar como relación entre el saber y el deseo)

Sociedad

Por: Pablo Doberti - 07/09/2013

La atención escolar no es consecuencia de un buen control y una adecuada disciplina; al contrario, es consecuencia de la construcción eficaz de la relación entre el saber y el deseo.

tabula

No nos gusta aquella metáfora, desacreditada y falsa, del alumno como tabla rasa y el maestro, la escuela y los libros como fuente única e inicial del conocimiento.

No nos gusta porque insistimos con que el alumno no es una tabla rasa, sino que contiene cosas previas, conocimientos previos –que les llamamos. De ahí viene ese recurso tan típico en los libros de texto de la “activación de los conocimientos previos”. Reconocerlos y ponerlos en juego. Luego no lo logramos, pero por lo menos nos lo proponemos.

Sin embargo, yo creo que el problema de la tabla rasa no es ése que decíamos, sino otro, mayor. No me preocupa tanto la discusión de si el alumno posee o no conocimientos previos a su escolarización. No me preocupa porque la respuesta positiva no trae consecuencias pedagógicas profundamente diferentes a la negativa. La discusión que me interesa es la de cómo generar adherencia en la tabla.

No me gusta lo de tabla rasa porque en ella todo resbala. Preexistan o no a la escuela, el problema es que los conocimientos no se quedan en el alumno. No se fijan. No se adhieren. No hacen “click”; no se escucha “plug”.

Hay varios sustantivos que nos podrían ayudar a darle más contenido a la noción de adherencia. Se trata de que los conocimientos se vuelvan significativos para los alumnos; pertinentes. Es decir, que liguen con su vida y con su subjetividad. Que hagan sistema con la vida y el esquema simbólico de la persona. Que se imbriquen.

Esa adherencia, que es la clave, es también la complejidad. Adherencia no es retención; menos que menos, memorización. Es entronización constitutiva.

¿Cómo hacer para que lo que rueda por mi tabla se adhiera, es decir, me importe? ¿Cómo darle la necesaria rugosidad a mi pista como para que lo que por ahí pase deje huella? ¿Cómo evitar el cotidiano derrape de todo y esos indeseados y permanentes accidentes fatales en las curvas de la educación?

Vuelvo una y otra vez a aquella idea de que lo que importa no es lo que nos interesa, sino lo que nos ocurre. Es decir, lo que enlaza nuestra subjetividad y la pone en juego. Aquello –justamente-, no que hago el esfuerzo de recordar, sino que no consigo olvidar.

Son posiciones antitéticas ante el conocimiento. Las unas interesadas y las otras implicadas. Unas evanescentes, las otras indelebles. Unas ocasionales, las otras para siempre. Unas decorativas, las otras constitutivas.

Más allá –entonces- de si tabla es rasa o trae historia, sigue siendo tabla rasa porque no adhiere. La adherencia es la necesaria formación para que la información se pegue, se quede, haga sentido. Ese es el objetivo principal de la escuela: desarrollar niños adherentes, pegajosos; con la consistencia inolvidable de la miel. No se trata de niños atentos, haciendo esfuerzos por concentrarse; se trata de niños obsesionados, haciendo esfuerzos por desengancharse. Esa relación que establecen constantemente con lo que les importa. La atención escolar no es consecuencia de un buen control y una adecuada disciplina; al contrario, es consecuencia de la construcción eficaz de la relación entre el saber y el deseo. Por eso la escuela falla tanto; porque repara en la superficie lo que está dañado en el fondo. Emparcha una y otra vez. Y discrimina a los alumnos sintomáticos (que en realidad son síntoma de la propia falla institucional): los TDAH.

No es el problema de activar nada previo, sino de conseguir que algo quede. Y nada bueno quedará si no toca el deseo, que es el eje vertebral de la constitución subjetiva de las personas.

Eso se puede hacer. No tengo ninguna duda. El problema –creo- no es hacerlo, es lograr que este diagnóstico básico tenga consenso. Con ese consenso, hacerlo y conseguirlo se vuelve un trabajo más fácil. El problema es de arranque, no de llegada.

Yo sé que cargo las tintas en la escuela, porque creo que es el lugar del problema, pero también de la solución. Aunque –nobleza obliga- tal vez sea justo dejar una última reflexión que reabre el debate y lo coloca en su justo lugar: ¿no habrá también otros componentes de la vida social que aceitan la tabla de manera pertinaz consiguiendo que todo resbale?

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