Alquimia galáctica: el origen del oro está en las colisiones de supernovas
Por: Luis Alberto Hara - 07/18/2013
Por: Luis Alberto Hara - 07/18/2013
El oro es uno de los elementos más preciados por la humanidad: durante la historia de nuestro planeta, este material ha sido tanto sinónimo de riqueza y majestad como de un fin de purificación expresado por el deseo de los alquimistas medievales de convertir el plomo y otros metales en oro, no solamente por su valor monetario sino como metáfora de una purificación del espíritu. El oro sigue siendo la base para garantizar el valor del dinero que utilizamos, pero hasta ahora no parecía posible "crearlo" a partir de la nada. Al parecer esa es tarea de las estrellas.
Edo Berger, astrónomo del centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, ha revelado los resultados de una investigación sobre las estrellas de neutrones, o propiamente sobre la colisión de estas. Las estrellas de neutrones son objetos estelares de densidad inimaginable; los astrónomos saben desde hace tiempo que muchos metales pesados como el oro, el platino, el plomo o el uranio podrían tener su origen en explosiones de supernovas, además de que el carbono y el oxígeno de nuestros cuerpos también vendría de los gases de alta presión al interior de las estrellas, por lo que Berger se siente muy seguro al afirmar que "nuestra joyería es matería de colisión estelar."
Luego de la explosión de una supernova, el núcleo de alta densidad se forma y gira a gran velocidad (cientos de veces por segundo); pero en raras ocasiones se da que los núcleos de varias supernovas choquen a su vez. Sus cuerpos son relativamente pequeños (del tamaño de una ciudad) pero pueden tener tanta masa como nuestro sol. Se estima que una cucharada del material de una estrella de neutrones pesaría en la Tierra unos 5 mil millones de toneladas.
En las estrellas binarias, los núcleos de las supernovas pueden orbitarse mutuamente durante miles de millones de años hasta que un buen día ponen fin a su flirteo interestelar chocando a gran velocidad, cuya colisión genera un rayo de luz gamma de altísima intensidad, como el que los científicos pudieron ver en junio pasado. Se cree que colisiones de este tipo tienen lugar cada 100 mil años, pero aunque el universo es grande y está lleno de estrellas, el observarlo desde la Tierra es un verdadero regalo inesperado de la suerte y la observación sistemática del espacio.
Luego del choque de los núcleos se forma un hoyo negro, pero parte de la materia remanente se esparce por el espacio. Esta materia es rica en neutrones, lo que facilita la formación de metales pesados, pues a decir de Daniel Kasen, astrofísico de la universidad de Berkley, "necesitas muchos neutrones para plantar algunos núcleos de algo pesado como el oro, el plomo o el platino." Kasen calcula que explosiones como la de junio pasado pueden crear el equivalente a 20 veces la masa de la Tierra en oro, e incluso siete veces más platino.
"Estoy parcialmente a favor del nombre 'blingnova' para describir este tipo de evento, ya que lo que vemos es básicamente el ostentoso brillo de la riqueza", afirma Kasen. Aunque Berger, por su parte, calcula que todo el oro del universo ha sido producido de esta forma, ese oro es básicamente polvo en el espacio, moviéndose a distintas velocidades hasta que forma una nube de elementos similares gracias a la fuerza de gravedad de algún sistema solar como el nuestro.
En los primeros días de la Tierra, asteroides llenos de oro bombardearon la superficie terrestre, y durante mil millones de años las fuerzas geológicas concentraron los átomos de oro en el interior del planeta. El oro --haciendo honor a las prácticas exclusivistas de quienes lo utilizan como diferenciador de clase-- no gusta de unirse con otros elementos, por lo que el planeta mismo funcionó como destilador para este y otros elementos. La mayoría del oro terrestre se encuentra cerca del centro de la Tierra, y minerólogos como Robert Hazen del Instituto Carnegie creen incluso que el centro de nuestro planeta está formado de oro.
¿Un planeta con corazón de oro? Probablemente no sea tan extraño, considerando que nuestro planeta mismo es una anomalía de proporciones gigantescas, al menos por lo que entendemos sobre la vida en el universo.
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