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Una entrañable crónica de la efervescencia contracultural que se vivió en las décadas de los 60's y 70's.

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Para Johanna Lawrenson, with love.

Los jóvenes deben ser educados para perder el respeto a la autoridad, de otro modo, la democracia es una  farsa. Se mide una democracia por la libertad que tienen sus disidentes, no por la que tienen sus conformistas

Abbie Hoffman

Conocí a C.C. en un pequeño restaurante en el Greenwich Village, a unas cuadras de la Universidad de Nueva York, donde yo estudiaba. Al sentarme, en lo que era una pequeña barra, nunca imaginé que por medio de ella, llegaría a encontrarme una vez más con Abbie Hoffman.  Era  septiembre de 1970.

C.C. trabajaba como modelo para unas pequeñas empresas que fabricaban productos de belleza para la comunidad negra de Nueva York. Era el tiempo de “Black is Beautiful”, uno de los slogans más famosos que exaltaban los valores de la negritud. Ella,hacía sin duda honor a esto. Una noche, después de dos o tres “dates”, C.C.me llamó para invitarme a una reunión del Black Panther Party, que se llevaría a cabo ahí en Manhattan,  en una de las calles del Village. Me dio la dirección y al otro día por la tarde noche, nos encontramos frente al lugar. Era una  vieja construcción de dos pisos, el típico brownstone neoyorquino, en la calle  McDougal. Vimos entrar a varios miembros de los Black Panthers, con sus emblemáticas  chamarras negras y a varios otros asistentes al evento, y bajamos a un pequeño sótano, con un estrado de madera, sobre el cual había una mesa y unas sillas, todo iluminado por unas viejas mamparas de teatro. Frente al estrado, en filas, unas  treinta sillas metálicas para los asistentes. Un lugar sencillo para una reunión con los seguidores cercanos del Black Panther Party. Lo que yo no sabía, era que la hermana mayor de C.C. era miembro activo de los Panteras Negras, y por eso la había invitado a aquella reunión, para como me dijo C.C, tomara consciencia de su papel de negra en los Estados Unidos. A la mesa se sentaron tres miembros de las Panteras, jóvenes negros en sus treintas, de los que no recuerdo sus nombres  y un abogado desaliñado, con traje y corbata, William Kunstler, de  unos cincuenta, que era ya famoso por su trabajo con las causas de la “izquierda radical” en el país.  Después de unos cuantos minutos de haberse iniciado la reunión, mientras los Panteras Negras vociferaban con su acento  afroneoyorkino, de súbito un hombre cruzó apurado casi corriendo el recinto, se subió de un brinco al estrado y acercándose a un Pantera le susurro algo al oído, este se lo comunicó a los otros y resulto que habían llamado por teléfono anunciando que había una bomba en el sótano. En medio de los comentarios entre los asistentes al evento, todos salimos a la calle. Era un “bomb scare”,(amenaza de bomba) frecuente en aquellos tiempos.  C.C. y yo nos alejamos unos metros del lugar, por si las dudas, encendimos un cigarro, comentamos el hecho como lo hacían los demás, y esperamos  parados ahí, para ver qué pasaba.  Era una noche calurosa y húmeda de aquel verano neoyorkino. Tras unos cuantos minutos, 3 patrullas del NYPD llegaron al lugar y dos patrulleros armados y nerviosos, bajaron al sótano aquel. Arriba en la calle otros cuatro patrulleros también armados, miraban con interés a los Panteras Negras y a todos los peligrosos seres de pelos largos camisetas y jeans que estábamos ahí reunidos en la calle, y que según la propaganda del gobierno de Nixon querían derrocar el Sistema e imponer “el Comunismo”. No era raro ver a Policías y Panteras juntos, era más bien usual. Mientras todo esto sucedía, vi para mi sorpresa que por la calle venían caminando muy campantes  dos figuras familiares  de aquel tiempo, eran  Abbie Hoffman y Jerry Rubin, famosos y reconocidos líderes del Movimiento contra la Guerra, y venían caminando del mismo lado de la calle donde C.C. y yo estábamos parados.  Abbie al verme, me reconoció: “Hey man…NYU” me dijo recordando nuestro encuentro en la Universidad de N.Y. ** y  yo sonreí: “Yeah…NYU” contesté. Miro a C.C, con alegría y sonrió, luego preguntó “¿Que está pasando?” mientras miraba las patrullas, con sus torretas  de luz encendidas, iluminando intermitentes de azul y rojo, toda la calle. “It´s a bomb scare” le contesté.  “Who the fuck called the pigs”(¿Pero quién chingados llamó a los polícias?)  preguntó. “No lo se”, le respondí. “Son los que van a poner la bomba” dijo a continuación sonriente, y junto con Jerry Rubin que acababa de publicar su libro “Do It”, se fue todo acelerado hacia el sótano del lugar. Nadie los detuvo, ni a él ni a Rubin, y tras unos minutos los policías apurados y casi perseguidos por Abbie, abandonaron en sus patrullas ruidosamente el lugar, con luces y sirenas encendidas.

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Después de todo ese desmadre,  la reunión se reanudo. Los Panteras dieron información sobre el estado que guardaban los dos líderes  y fundadores del Black Panther Party,  Huey P.Newton y Bobby Seale, ambos encarcelados en diferentes prisiones del país, los dos acusados  de homicidio. (Vale decir para los que lean esto, que el Black Panther Party surgió primero como un grupo de jóvenes negros armados que protegía las comunidades negras de los excesos policiacos, y más tarde incluyó toda una plataforma política que exigía igualdad, empleo para los jóvenes, exención del servicio militar y varias propuestas más).  Pero volviendo a nuestra reunión, los Panteras Negras nos exhortaron a todos para que apoyáramos la liberación de Huey P. Newton y de Bobby Seale. William Kunstler el abogado informó sobre el estado legal que guardaban los dos líderes, y que los cargos que se les imputaban eran falsos; en medio de gritos y consignas de apoyo, la reunión terminó.

A la salida, mientras C.C. se despedía de sus amigos Panteras Negras y de su hermana, yo me acerqué a un pequeño grupo donde Abbie y Rubin se encontraban, me uní a ellos y me quede escuchando lo que hablaban.  El tema lo recuerdo, los recientes y secretos bombardeos gringos en Camboya.  La Guerra de Vietnam estaba en ese momento en un muy violento apogeo, morían decenas de civiles vietnamitas, de soldados gringos,  norvietnamitas y miembros del Vietcong, y todo esto se veía, y se vivía  día tras día magnificado y mistificado, por la presencia constante de la TV,  que literalmente en sus noticieros, bombardeaba los hogares,  de  toda la sociedad gringa, la que silenciosa o no, se daba cuenta que de una u otra manera, la T.V. había  traído ya, la “guerra a casa”,  tal y como los grupos de la “izquierda radical” demandaban.  Y en “casa”, las cosas  por tanto no iban bien para el Gobierno de Nixon ; el movimiento en contra de la Guerra cobraba día a día adeptos, hasta las amas de casa empezaban ya a manifestarse en contra la guerra, y  en contra de los “Masters of War”(B.Dylan), que Nixon y Kissinger representaban. La reciente Manifestación en Washington, en el Lincoln Memorial, había reunido a mas de 300 mil personas, la mayoría claro, estudiantes, entre ellos yo, pero también a muchos negros, del Movimiento de Derechos Civiles, y “grupos radicales” como los Panteras Negras y los musulmanes de Malcolm X, y claro  obviamente al movimiento estudiantil con sus distintos líderes y organizaciones, el que  parecía avanzar rápidamente en la radicalización de la conciencia estudiantil en contra de la guerra. Era un ambiente enrarecido, sobre todo  para la “izquierda radical”, que a pesar de las amenazas y persecuciones, gozaba en ese momento de su mayor poder mediático para  influir y radicalizar la opinión del pueblo contra la guerra. La T.V  había hecho de los líderes del movimiento una especie de anti-héroes  que con sus consignas atraían sobre todo a los jóvenes y que marcaban la temperatura y el ritmo que tomaba el movimiento. Abbie Hoffman por ejemplo, que destacaba sin duda entre todos los líderes, sabía  muy bien que “los medios” jugaban un papel fundamental en su estrategia de subversión,  porque Abbie con esa rápida y espontanea inteligencia que lo caracterizaba, y con esa franqueza y espontaneidad  con la que exponía sus ideas, las que además vivía intensamente, Abbie era todo un maestro en la manipulación de los medios, ya que sabía atraer hacia él la atención de cámaras  y micrófonos para exponer airadamente y con su característico lenguaje agresivo y lleno de “fucks”, las ideas más molestas y caústicas en contra del gobierno de Nixon.  Y Abbie sobresalía, porque a pesar de su teatralidad y su sarcasmo que le servía siempre para destacar o subrayar una idea, Abbie no actuaba su papel ante las masas, sino que Abbie vivía su papel, él era su papel y lo actuaba no para los otros, sino para el mismo, y lo que le trasmitía a la gente era por tanto, esa posibilidad de ser y de vivir  honesta y sinceramente por y para sus ideas. Por lo tanto, la vida del líder “yippie anarco-comunista” gringo iba muy  bien con su personalidad, con su carácter y con su descuidado aspecto. Basta decir que él llevaba esa vida muy bien, honesta y sinceramente bien, ya que su trabajo se reducía finalmente a ser sí mismo.  Y ser sí mismo para Abbie, significaba vivir siempre hasta el extremo y con gran valentía su momento histórico. Eso era lo admirable de Abbie Hoffman. Y en 1970, en ese momento histórico en el que se respiraba una atmósfera de lucha, de subversión social y política, de destrucción de papeles y reglas, un líder auténtico como Abbie Hoffman era lo que muchos esperaban y buscaban, y  sin duda lo encontraban en él.

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Tal era el ambiente de subversión y de lucha política en contra del gobierno de Nixon, que este, sintiéndose personalmente agredido y amenazado, había optado por una abierta represión contra todos los grupos radicales, pero especialmente contra los activistas de la comunidad negra. Además de los líderes de las Panteras Negras encarcelados, Huey P. Newton y Bobby Seale,  Angela Yvonne Davis, la filosofa marxista y alumna de  Herbert Marcuse, estaba prófuga, y formaba parte de los 10 más buscados del FBI; George Jackson, el autor de “Soledad Brother” y “Blood in my Eye”  famoso ya, purgaba cadena perpetua por asesinato;  Eldrige Cleaver (“Soul on Ice”)otro escritor y combatiente del momento, que acuño la famosa frase “Si no eres parte de la solución, entonces eres parte del problema” se había escapado de la prisión y había terminado en Argelia. Timothy Leary, en pleno viaje de LSD, y con ayuda de los Weather Underground, también se había escapado de prisión y estaba prófugo y reunido con Cleaver. Herbert Marcuse, el gran teórico neo-marxista, daba en ese momento un curso en el New School for Social Research ahí en Nueva York, al que por falta de cupo no pude asistir.  Había manifestaciones por todo el país, y además de las marchas continuas de los negros del Sur en pro de los Derechos Civiles y su asesinado líder Martin Luther King, también los musulmanes radicales de Malcolm X , las mujeres del Movimiento Feminista, y hasta el Movimiento Gay que había salido del closet, se manifestaban y protestaban por las grandes ciudades. En América Latina  grupos de guerrilleros surgían y amenazaban  con tirar a los gobiernos y establecer el socialismo  en sus países. El “Che” Guevara y Fidel Castro eran todavía héroes. En suma, para todos los que compartían esas ideas todo parecía conspirar en ese momento para  “derrumbar  al Sistema” y hacer una Revolución. Yo, por mi parte, y a diferencia de  todos los ahí reunidos en ese intimo círculo, no creía que esa conspiración que se tramaba en la “izquierda radical” gringa llegaría algún día a triunfar y que todo el Sistema se derrumbaría, puesto que como mexicano, yo había vivido, afortunadamente sin consecuencias para mí, la represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz en 1968, y  por tanto, veía con franco escepticismo todos aquellos planes q la “izquierda radical” gringa buscaba imponer en su país.   Tampoco pensaba que el marxismo era la respuesta a los problemas de la sociedad gringa, ya que habiendo  leído ya  a Orwell, a Zamiatin, a Huxley, a Koestler, y el ensayo de J.P.Sartre “El Socialismo que vino del Frío” no veía como la “izquierda radical” gringa pudieran llegar a influenciar y hacer cambiar al pueblo estadounidense. Sin embargo, pensaba que detener la guerra de Vietnam y hacer cumplir los derechos civiles de los negros eran metas realmente posibles, y por eso me interesaba participar en aquellas reuniones y manifestaciones que sucedían en ese momento.  De pronto, a unos metros de nosotros,  los miembros de las Panteras Negras empezaron a gritar  “Power to the People” y reunidos en un compacto grupo, levantaron los puños en alto. “Power to the People” volvieron a gritar y se fueron caminando, perdiéndose en las calles del Village.

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Al contrario de lo que los Panteras y todos en aquellos grupos pensaban, el poder no estaba ahí, en los grupos de la “izquierda radical” en NY y en ese paraíso rebelde que era Greenwich Village, y menos estaba entre la gente, en el pueblo gringo, ya que el poder como hubiera dicho Milan Kundera, estaba en otra parte, estaba en el NY de los ejecutivos y dueños de las grandes compañías, estaba en los macizos e inmensos rascacielos del Upper Manhattan, ahí donde los encorbatádos y trajeados hombres del Sistema trabajaban. Ahí estaba, y en Washington, y ahí estaría y está desde siempre. Los sueños de la “izquierda radical” gringa eran eso, sueños, sueños de subversión, de rebeldía, de protesta juvenil contra un Sistema que amenazaba con triturar y hacer de nuestras vidas algo normal y desechable.  Y el Sistema como decía Marcuse, podía “absorber  todo”, ya que en contra de todas las voces que protestaban, el Sistema contaba con los millones de silencios conformistas de las grandes mayorías, y mientras nosotros soñábamos en cambiarlo todo, ellos, las mayorías, seguían trabajando como hormigas inconscientes, esclavos perfectos que se sacrificaban por un empleo que odiaban, pero que  agradecían tener.

Después de unos cuantos minutos alguien invito a los ahí presentes a su departamento, a unas cuadras de donde estábamos, pero  C.C. y yo,  sintiéndonos extraños entre ese  grupo de gente casi todos mayores que nosotros y que parecían conocerse desde hacía años, decidimos que ya nos íbamos y empezamos a distanciarnos. En ese momento, Abbie nos alcanzó y me dijo “come along with us man” (ven con nosotros) y tomando del brazo a C.C. se la llevó, caminando muy ufano; yo mirándolos los seguí unos pasos atrás y luego me uní a ellos.  El departamento a donde llegamos, era un lugar amplio, que ocupaba todo el segundo piso de aquel bronwstone. Al entrar, dos chavas con unos extraños atuendos tipo hindú, y que estaban forjando unos toques en una mesa, se levantaron y sorprendidas  fueron a saludar a los recién llegados. En el tocadiscos recuerdo bien, una canción “Purple Haze” de  Jimmy Hendrix, que hacía tan solo unos días había muerto, llenaba el recinto. Yo llevaba unos  cinco o seis toques que iba a regalarle a C.C., pero los saqué en ese momento y los repartí entre los asistentes. Era una mota muy buena, de pura cola, que me había mandado un amigo desde México, por medio de una gringa que vivía en N.Y y que él había conocido en el D.F. Sin duda eran otros tiempos, la mota imagínense llegaba por avión y claro en ese tiempo la mota mexicana era mucho mejor que la gringa. Todos los que fumaron se pusieron hasta la madre incluidos nosotros, y Abbie admirado por la calidad de mi “mexican weed”, se puso a hablar conmigo y me preguntó sobre el movimiento estudiantil de 68. Yo le conté sobre la forma espontanea como había surgido y como las manifestaciones iban jalando cada vez más gente, y luego sobre cómo empezó la represión y como acabó ese 2 de octubre de 68 con la matanza de Tlatelolco, de la cual por un azar me salvé. Fue ahí, en esa reunión donde Abbie Hoffman y yo nos hicimos amigos. Dos o tres horas después, C.C. y yo salimos de aquel departamento y en medio de esa noche cálida y húmeda de Nueva York, nos fuimos caminando rumbo a mi departamento,situado en la calle 22, en el barrio de Chelsea.

Y ahora, cuarenta y tantos años después, recordando aquella noche, no puedo dejar de sentir que esa experiencia vivida en N.Y., fue parte de un sueño , del sueño de mi vida, y este una pequeñísima parte de ese otro gran sueño  vuelto ya una pesadilla, que es el sueño de nuestra historia.

Autor: Julio Riquelme Capdevielle

Valle de Bravo, México. 2013 

P.D.: Y vale decir que en este sueño-pesadilla de nuestra historia común, la mayoría de las personas que he mencionado en esta larga contribución para Pijama Surf, han muerto. Eran mayores que yo y que C.C., ya que  por lo menos nos llevaban 10 años.  Abbie Hoffman murió en abril de 1989,  pero de su controvertida muerte hablare en otra ocasión. Jerry Rubin se volvió business man en los 80’s y murió atropellado frente a su casa en L.A. en 1994. Eldridge Cleaver que  siempre me pareció un extraño oportunista,  se transformó en un Born Again Christian y luego para colmo en un republicano conservador. Murió en 1998.  Por otra parte, Huey P. Newton autor de “To Die for the People” murió asesinado por un dealer de crack en octubre de 1989. George Jackson que se volvió marxista revolucionario y se se unió al Black Panther Party estando en prisión, también murió asesinado por un guardia en San Quintín, pero eso en 1971. Angela Yvonne Davies vive todavía y es maestra de Historia de la Consciencia en la Universidad de California. Bobby Seale también vive, y es un activista social que trabaja en una fundación para niños.  Obviamente, el Black Panther Party también murió, ya que fue disuelto por sus fundadores en 1982, a pesar de la oposición de muchos de sus miembros. A mi amiga C.C. (Caroline Coretta Jones), la vi en varías ocasiones y después de un tiempo me dijo que se mudaba a Oakland, Calif. y nunca más supe de ella. Yo aquí sigo, vivo todavía, ahora en este pintoresco pueblo de Valle de Bravo, leyendo, escribiendo, y entre cosas, como se habrán dado cuenta, recordando mis años de estudiante en N.Y.  Pero bueno, hasta la próxima, y solo espero que no hayan tenido problemas de atención como el común de los cibernautas y que por lo menos hayan llegado a leer hasta aquí.

 ** “Encuentro Cercano con Abbie  Hoffman”.  Publicado en Pijama Surf.