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Timothy Leary, el profesor de Harvard que se convirtió en popstar promotor de las drogas psicodélicas cumpliría hoy 22 de octubre 92 años de edad.

Timothy Leary, la figura central en la popularización de las drogas psicodélicas en la década de los sesenta, nació un día como hoy hace 92 años en Springfield, Massachusetts. Pocas vidas más interesantes, polémicas e influyentes que la de este picaresco psicólogo de Harvard que se holgó en las mieles dionisiacas del LSD y  convirtió en "el hombre más peligroso de Estados Unidos" según Nixon y después de coquetear con el budismo abrazó el transhumanismo, la exploración interestelar y la realidad virtual para morir en 1996: pero, como dice la banda Moody Blues, Timothy Leary no está muerto "está afuera mirando hacia adentro".

Fue la influencia de Aldous Huxley y curiosamente de Cary Grant la que hizo que Leary se interesara por los psicodélicos. En lo que se conoció como Divinity Lane, en la Universidad de Harvard, Leary entusiasamado por el potencial de estas sustancias sus empezó a realizar experimentos con mescalina, LSD y psilocibina. Sin embargo, este pequeño movimiento intrauniversitario hizo que algunos alumnos, como Andrew Weil, empezaran a experimentar con psicodélicos por su propia cuenta lo que acabó con los experimentos de Leary y produjo su cese de Harvard. Esta tónica seguiría en su carrera, su proselitismo a favor de los psicodélicos, demasiado atractivo para las masas,  provocaría la prohibición del LSD e imposibilitaría la realización de estudios científicos y uso terapéutico con sustancias psicodélicos. El gran promotor del LSD fue también su némesis.

Tim Leary se convirtió en el primer popstar contracultural, con su famoso mantra "Tune in, turn on, drop out", el cual en realidad fue ideado por Marshall McLuhan, quien "estaba muy interesado en las ideas y en el marketing y empezó a cantar algo así como "Los psicodélicos le dan al blanco/500 microgramos, eso es algo" a la tonada de un comercial de Pepsi", lo cual se desdobló en el famoso slogan, comenta Leary. Su mayor aportación seguramente fue azuzarnos a explorar nuestra propia mente: que esta diseñada "para diseñar realidades" y a cuestionar a la autoridad con el fin de individuarnos. Leay encontró en los psicodélicos, con el entusiasmo desbordado de lo nuevo,  su gran herramienta para desprogramarse e internarse en los billones de estrellas y galaxias que también giran dentro del cerebro humano.

Una experiencia psicodélica es un viaje a una nueva dimensión de conciencia. La amplitud y el contenido de la experiencia es ilimitada, pero sus características cardinales son la trascendencia de conceptos verbales, de dimensiones de espacio-tiempo, y del ego o identidad. Muchas experiencias de conciencia aumentada pueden ocurrir de diversas formas: privación sensorial, yoga, meditación disciplinada, éxtasis religioso o estético o espontáneamente. Recientemente se han vuelto disponibles para cualquiera a través de la ingesta de drogas psicodélicas como el LSD, la mescalina, la psilocibina, el DMT, etc.  Claro que la droga no produce la experienca trascendente. Solo actúa como la llave química --abre la mente, libera el sistea nervioso de patrones y estructuras.

El gran problema de que estas experiencias, anteriormente solo disponibles a personas con una práctica espiritual trabajada, se volvieran relativamente accesibles a las masas a través de las drogas, es que muchas de estas personas que pudieron viajar a estas "nuevas dimensiones" no tenían la conciencia necesaria para asimilarlas y llevarlas de manera  armónica a la realidad cotidiana.  Y aunque Leary habló de la necesidad de un "set and setting" (un ambiente físico y mental apropiado), su radical entusiasmo ciertamente hizo, en una cultura propensa a la propaganda,  que abusara de estas poderosas drogas psicodélicas --que  por otro lado tenían una clara apliación medicinal.

Tim Leary se vio seducido por la fama y el poder. Encarnando el arquetipo del trickster o del rascal gurú (una gurú bandido o gandalla en slang mexicano) su malabareo de la realidad lo llevó a una vida de desmesura. En su mansión de Milbrook se llevaron numerosas fiestas orgiásticas en las que se consumía todo tipo de drogas y se mezclaban ligeramente conceptos de tradiciones religiosas milenarias con filosofía new age y teoría de medios. Leary frecuentó los círculos intelectuales y artísticos de su época, codeándose con personas como John Lennon y más tarde, en su faceta de gurú del viaje espacial y la inmortalidad tecnológica, con Johnny Depp, Winona Ryder o Susan Surandon. Pocas personas inseminaron pensamientos más estimulantes en la mente colectiva y las mentes más brillantes de su tiempo que Leary (gran amigo de Robert Anton Wilson y mentor de Douglas Rushkoff, el heredero de McLuhan).

Leary vivió saliendo y entrando a la cárcel en los setenta (logró escaparse en alguna ocasión). Su hija vivió la misma trayectoria pero fuera y dentro de instituciones mentales y terminó suicidándose --lo cual revela una profunda sombra en su personalidad. Acusado de en realidad ser un doble agente y trabajar para la CIA, la figura de Leary es casi indescifrable, pero ciertamente poseedora de un magnetismo y un poderoso lado oscuro. Según Oswald Stanley, ingeniero de audio de Grateful Dead y uno de lo más grandes dealers de LSD de la historia:

Leary fue un tonto. Borracho de ego y celebridad, se convirtió en un payaso mediático --y discutiblemente fue el actor principal y más dañino en la destrucción del movimiento social evanescente de los 60. Tim, con su exhortaciones públicas a los niños a que se sintonizaran, encendieran y desmatricularan, es la inspiración para todas las actuales leyes draconianas en Estados Unidos en contra de los psicodélicos. No nos escuchaba cuando le pedíamos por favor que se calmara, amaba la atención y su notoriedad... Yo no era muy su fan.

Sin duda, un poco más de discreción le habría venido bien a Leary, quien más allá del bien y el mal, seguramente será recordado como una de las mentes más brillantes de su tiempo.

Twitter del autor: @alepholo