*

Reconocer que la materia, o en concreto un objeto, es en sí consciente, nos da una perspectiva distinta sobre el mundo que nos rodea y nuestra relación con él.

 

escultura buda y cristo de ceniza de incienso 

Hace un par de días publicamos una nota en la que el genial biólogo y bioquímico inglés, Rupert Sheldrake, nos alerta sobre los diez dogmas que mayor perjudican la evolución de la ciencia, por cierto una rama fundamental en el desarrollo evolutivo de la humanidad. Uno de ellos se refiere al como los científicos entretejen sus teorías partiendo de la suposición que la materia es inconsciente, lo cual se traduce en la perspectiva de que todo el universo está hecho de materia inconsciente que misteriosamente se vuelve consciente en el cerebro humano.

Si bien es cierto que nuestro cerebro es un excelso configurador de realidades, cualidad sin duda apasionante, coincido por completo con Sheldrake en que la consciencia de las materia, de las cosas ‘inanimadas’, y en si del universo en su totalidad, no depende del procesamiento que le damos a partir de nuestra propia conciencia (lo cual sería obscenamente antropocéntrico). 

Hace unas semanas di en la Red con un par de piezas del artista chino Zhang Huan. Se trata de una escultura de Buda y otra de Jesucristo, ambas moldeadas a partir de ceniza como principal material. Hasta aquí suena interesante la propuesta, sin embargo al leer que esa ceniza provenía del incienso que fieles y peregrinos encienden en diversos templos dedicados a sus respectivas deidades, entonces me resultó fascinante.

El resultado de su proceso artístico son dos bustos envueltos en una estética de cierta melancolía grisácea, generando así una especie de acogedora sobriedad. Ambas piezas fueron exhibidas, en Macau, al suroeste de China, en una exposición llamada  ‘East Wind, West Wind’. Las figuras aparecían confrontadas en un silencioso diálogo. El mensaje era claro, las semillas de cada una de las grandes religiones, en este caso la budista y la católica, resuenan en perfección armónica entre sí. Los eventuales conflictos que se han derivado de diferencias religiosas tienen que ver con la institucionalización y la vinculación a agendas de poder, control, finanzas, etc.

Si bien en lo personal me parece admirable la labor artística de Huan, particularmente en torno a estas piezas, debo confesar que más allá de la técnica, la estética, y el discurso conceptual a partir del cual emergen, lo que en realidad me produjo una especie de fascinación es el que me remitieran a reflexiona, una vez más, sobre la conciencia de la materia. Más allá de su apariencia física, estoy seguro que esas esculturas ‘emiten’ una presencia inusual: el hecho de que estén hechas a base de la ceniza de inciensos que catalizan la genuina devoción que personas dedican a sus deidades, me hace pensar que la materia prima de estas figuras está dotada de un ‘algo’ especial, incluso poderoso. Y esto aún sin tomar en cuenta las virtudes psicoactivas, científicamente probadas, que el incienso tiene sobre las personas que lo consumen. 

En las piezas convergen no solo las intenciones del artista o el galerista, sino las de cientos de peregrinos resonando con sus proyecciones de lo divino. Y aquí es necesario preguntar ¿la presencia o frecuencia irradiada por estos bustos sería la misma que si estuviesen hechos de cera, madera, o incluso incienso quemado por el mismo artista con el único fin de obtener material para su obra? Para mi la respuesta es obviamente una negación.

En este sentido la materia actúa como una especie de depositario de información, la cual quizá resulta de las manifestaciones eléctricas o electromagnéticas asociadas con los sentimientos, pensamientos, acciones, y palabras, o incluso fenómenos ‘aleatorios’ como el clima, la geografía, etc., que ocurren en torno a ella. Y precisamente este cúmulo de información sensible que impregna cada objeto podría considerarse como la conciencia de la materia (un patrón de vibraciones irrepetible, ‘individual’ y con capacidad de auto-modificarse.

Ya para concluir está peculiar reflexión que hoy decidí compartir contigo, me gustaría hacer referencia a una práctica de una tribu que habita el Amazonas brasileño (no recuerdo con precisión cual) en la que las mujeres del grupo se dedican a tejer una especie de faldones para los guerreros de la tribu. Solo que esta práctica la hacen junto a un río, y cada vez que intervienen la tela con la aguja hacen una oración particular (la cual durante todo el proceso de manufactura seguramente repetirán miles de veces). Ellas consideran que este faldón que vestirá a sus maridos, padres, o hijos, durante la batalla, estará permeado de una protección especial asociada a este escudo de oraciones que ellas imprimieron.  Una vez más pregunto ¿la aventura o experiencia de uno de los guerreros sería la misma utilizando un faldón que no estuviese recubierto de plegarias?

Por cierto, si alguno de los lectores tuvo la posibilidad de presenciar las esculturas de Huan en persona, agradecería mucho que me compartiera su experiencia frente a ellas. Espero algún día poder sentirlas en vivo para complementar sensorialmente está teoría que recién les compartí. 

Twitter del autor: @paradoxeparadis