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La cruel fabulación de los "cuentos infantiles" alemanes (IMÁGENES)

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 05/29/2012

Niños que ven amputado el dedo que chupan o que mueren si no comen su sopa, que se queman hasta la carbonización si juegan con cerillos o pierden los ojos de tanto llorar, son algunas de las historias para antes de dormir que un médico alemán compiló para su hijo de 3 años.

Durante cierta época los así llamados “cuentos infantiles” sirvieron como vehículos de la educación y la disciplina, del conocimiento transmitido con supuesta sutileza sobre asuntos que nos siempre es fácil tratar entre niños y adultos (por ejemplo "Caperucita Roja", que varios investigadores han ligado con las enseñanzas sobre la menstruación).

El siglo XIX, rico en expresiones que oscilan entre la perversidad y las buenas maneras, tiene también ejemplos de cuentos infantiles que a la luz de nuestros valores contemporáneos creeríamos excesivos para la percepción de un niño. Descontando el hecho de que quizá en nuestra época seamos más timoratos, parece difícil creer que miembros sangrantes y personas ardiendo hasta quedar reducida a cenizas sean, por decirlo de algún modo, apropiadas para la imaginación infantil.

Las imágenes que presentamos forman parte del Struwwelpeter, una colección de cuentos para dormir reunida por Heinrich Hoffman en 1845, un médico de Frankfurt que escribió las historias luego de que una Navidad no encontró nada que regalarle a su hijo de tres años. El tomo tuvo además cierto éxito hasta bien entrado el siglo XX, cuando algunos padres todavía consideraban las perturbadoras escenas realmente formativas para los niños.

Aquí una breve muestra del contenido de Struwwelpeter. Que nuestros lectores juzguen qué tipo de sueños tendría un niño con estas historias.

 

 

“Pedro Cabeza-Erizada”: una fábula sobre lo que la falta de higiene corporal podría desencadenar

 

“La terrible historia de Harriet y los cerillos”. El título y la imagen son suficientemente elocuentes entre sí sobre el destino de la niña

 

“La historia del hombre que fue a tirar”

 

“La historia de un pequeño chupa-pulgares”: porque quizá en el siglo XIX esto es lo más probable que le pasara a los niños que se chuparan el dedo

 

“La historia de Augusto, que nunca quería sopa”: si no comes, mueres; así de sencillo

 

"La niña que lloró hasta perder sus ojos"

 

"La pequeña glotona", que tuvo su merecido al intentar comer miel directamente de la colmena

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