Quizá, de entre los muchos componentes de la personalidad, el narcisismo sea uno de los que mayor relevancia poseen en la actualidad y también uno de los que más se estudian. Incluso hay quienes señalan que nuestra época, nuestras sociedades, son especialmente narcisistas.
En el plano individual, se dice que las personas narcisistas son hábiles para “leer la mente”, para darse cuenta de esos signos no verbales que, en los otros, denotan significados específicos, lo cual, además, con cierta frecuencia usan para sus propios propósitos.
De acuerdo con ciertos estudios psicológicos, existe en el comportamiento humano una “triada oscura” que consiste en la combinación del “maquiavelismo” —estrategias interpersonales para manipular a los otros—, el narcisismo —la sobreestimación del yo— y la psicopatía —caracterizada por el engaño, la impulsividad y la imprudencia que no mira por el efecto de los actos en los otros. Y si bien ni la triada en general ni sus componentes en lo particular se presentan puros, absolutos, en alguien, la relación entre estos y la capacidad de reconocer las emociones, sentimientos, intenciones y demás aspectos de la personalidad de otros.
En un estudio llevado a cabo por Peter Jonason, Glenn Geher y Scott Barry Kaufman, por ejemplo, se encontró que
los individuos con altos puntajes en ‘triada oscura’ parecen mostrar un perfil empático que les permite conservar su habilidad para leer y evaluar las emociones de los otros y subsecuentemente utilizar esta información sensitiva para formular estrategias con las cuales pueden conseguir lo que desean, mientras que la falta de empatía afectiva puede llevarlos a pasar por alto o ignorar el daño potencial infligido a otros en este proceso
Por otro parte, en un investigación enfocada exclusivamente en el llamado “maquivaleismo”, se descubrió que las personas con esta inclinación tienen procesos mentales que buscan adelantarse al comportamiento de los otros, ejecutando maniobras que les permitan predecir tanto el pensamiento como las acciones de aquellos a quienes, además, buscan manipular sirviéndose de este conocimiento (a veces en situaciones de engaño y fraude).
En este sentido parece ser que, en etapas primitivas, la habilidad de manipular y la de “leer la mente” se desarrollaron al parejo en el cerebro de nuestros antecesores. Salvo que, en el caso concreto del ser humano, la llamada “metacognición”, que nos permite razonar sobre los pensamientos, creencias y deseos de los otros, está asociada también con una orientación positiva hacia nuestro entorno social.
Por último, como si se tratase de un ejercicio dialéctico ejecutado naturalmente, estos dos componentes de la mente humana derivan en la habilidad fundamental de saber distinguir nuestras emociones y nuestros pensamientos de las emociones y pensamientos de los otros, algo que se conoce como “la intecionalidad de segundo orden” y que, según Daniel Dennett, propició nada menos que el surgimiento de la conciencia humana.