La adoración a lo genital —fuente de donde mana la vida, umbral primero desde donde esta echa una primera ojeada— parece estar inscrito en lo más profundo de nuestra cultura y quizá incluso en nuestros genes. Tanto que aflora y permanece incluso en épocas y regiones en que podría creerse desaparecida, luego de muchos intentos por confinarla al ámbito del tabú y el secreto.
El culto y el interés, sin embargo, no decaen, y para muestra esta pequeña pero sustanciosa serie de 8 sitios consagrados a la veneración del pene y sus atributos, alineados todos en torno a su fecunda verticalidad.
Situado discretamente detrás de un prestigioso hotel en Bangkok, los miembros de este santuario conviven con estatuas de pequeños niños en perpetúas sonrisas que quizá se burlan de la presuntuosa virilidad de sus vecinos. En la imagen, un pene con pene.
Este recinto dominado por una inmensa reproducción de un órgano viril de proporciones ciclópeas tuvo un origen trágico, pues de acuerdo con la leyenda loca, una virgen fue arrastrada por el mar ante la impotencia de su amado, que, atónito, fue incapaz de salvarla. La mujer fue el sacrificio ofrecido para apaciguar una maldición que pesaba sobre los pescadores del puerto y, a su vez, el miembro de piedra se erigió para apaciguar su espírtu.
En la capital islandesa existe un curioso museo del que ya hemos dado cuenta en Pijama Surf. Se trata de un recinto cultural dedicado a la colección y el estudio del pene en todas sus variedades. Fundado en 1974 por el historiador Sigurdur Hjartarson (cuya idea le vino porque caerle el miembro de un toro en sus manos), el Museo Falológico exhibe cientos de de apéndices genitales masculinos, de casi todos los géneros animales, incluido el de un Homo sapiens recientemente donado a su acervo penil.
Al noreste de Irán, en las montañas que caracterizan esta región, se asienta un cementerio con 600 tumbas con una enigmática forma fálica cuya razón todavía nadie explica, aunque algunos presumen que se trata de cierta reminiscencia de un culto antiguo afecto a las partes pudendas del hombre.
Las ciudades japonesas de Komakiand y Kawasaki celebran el 15 de marzo y el primer domingo de abril, respectivamente, la llegada de la primavera y los dones que trae consigo. Su manera de agasajarla es, entre otros rituales, paseando penes erectos por los contornos de la ciudad, de todos los tamaños y colores, algunos rosáceos saludables y otros pequeños y portátiles: todos con un pene en la mano para festejar esa época señalada por su fertilidad.
En la localidad inglesa de Dorset descansa un antiguo dibujo de un gigante cuyo origen se desconoce. Esto no ha impedido, sin embargo, que su gallarda desnudez se convierta en uno de los símbolos más buscados de la región.
Otro atractivo en Corea del Sur es un parque temático situado en la isla Jeju (o Cheju) y construido exclusivamente en torno a los placeres en que el pene es un protagonista indiscutible (aunque no siempre imprescindible).
El destino comenzó como una especie de confinamiento obligatorio para las parejas recién casadas cuyo matrimonio había sido arreglado previamente por sus padres, por lo cual la isla comenzó a conocerse como la “isla de la educación sexual”.
A las afueras del monasterio Erdene Zuu, en Mongolia, se alza un prominente monolito que imita la forma de un pene humano y supuestamente es una especie de ominoso y expresivo recordatorio para que los monjes no olviden su celibato, aunque otros pobladores lo han tomado como un homenaje silencioso en medio de las estepas a la fecundidad que hace posible la vida.
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