Estudio psicológico investiga por qué "la ignorancia es felicidad"
Por: Luis Alberto Hara - 12/13/2011
Por: Luis Alberto Hara - 12/13/2011
A veces parece increíble la disparidad informativa que puede existir entre dos personas que comparten tiempo y espacio, que aparentemente viven en las mismas circunstancias sociales, económicas, políticas y otras pero que, por alguna razón, poseen datos sobre su realidad totalmente disímiles y a veces incluso contradictorios entre sí.
Un estudio reciente, publicado en la revista especializada Journal of Personality and Social Psychology de la Asociación Psicológica Estadounidense, investiga las implicaciones psicológicas de esa felicidad que algunos (o muchos) encuentran en la ignorancia, especialmente cuando se trata de problemas sociales que confrontan de algún modo su comodidad personal.
El responsable de la investigación fue Steven Shepherd, de la Universidad de Waterloo en Ontario, quien realizó una serie de 5 experimentos, entre 2010 y 2011, con 511 voluntarios adultos tanto en Estados Unidos como en Canadá, en algo que se describe como “una reacción en cadena de la ignorancia de un tema a la dependencia y la confianza en que el gobierno maneje el asunto”.
En el primer experimento, se reunió a los participantes que se sentían más afectados por la crisis económica, encontrando que al mismo tiempo procuraban evitar la información que cuestionaba la habilidad del gobierno para manejar la economía, aunque no la información positiva al respecto. A estas personas (197 estadounidenses con un promedio de edad de 35 años, 111 mujeres y 89 hombres) se les brindó información compleja sobre el funcionamiento de la economía y se intentó que saciasen sus dudas sobre el tema, en especial por qué esos procesos económicos les afectaban directamente. Aparte, un adiestramiento similar se llevó a cabo en un grupo de 58 canadienses (promedio de edad de 42 años, 20 hombres y 38 mujeres) a quienes también se les dio una descripción compleja de la economía para conocer los vínculos entre dependencia, confianza y evasión frente a la información.
Los participantes que recibieron esta especie de curso intensivo desarrollaron cierto desamparo frente a los temas económicos y, como consecuencia de esto, una mayor confianza y dependencia para con el gobierno y sus acciones en el ámbito económico, además de un menor deseo de aprender más sobre estos temas.
Uno de los investigadores que participaron en el estudio, Aaron C. Kay de la Universidad de Duke, se dice sorprendido de que frente la respuesta previsible de recelo a que otra persona sepa manejar algo que parece tan complejo, muchos prefieran desentenderse de asunto de dicha índole, dejando todo, como en este caso, en manos de la autoridad gubernamental. “Al final, ellos evitaron aprender sobre el tema porque eso podría quebrantar su fe en el gobierno”.
En el resto de los estudios, más o menos en la misma tónica, se jugó además con el tipo de información que se ofrecía a los participantes, a veces información más simple y otras igualmente especializada, resultando un efecto parecido: la gente con datos complejos sobre un tema opta por depositar en el gobierno toda su confianza más que quienes tienen información simple.
Ciertamente la investigación no es conclusiva, pero sin duda ofrece una idea de la actitud que muchos toman frente temas que, por alguna razón, desafían en algo su estabilidad personal. La respuesta ante la información especializada, sin embargo, es un tanto sorprendente, pues quizá lo previsible sería que más datos sobre un asunto despierten más curiosidad sobre este e incluso cierto grado de compromiso. Pero, al menos en estas pruebas, ocurre justamente lo contrario a partir del desamparo que algunos experimentan frente a lo que no comprenden.
Tal vez aquí podría preguntarse si esta postura frente a los problemas sociales depende menos de la información obtenida en el momento que de los antecedentes de la persona, de una suerte de curiosidad previa o inclinación cultivada en edades anteriores. En este caso, la información sobre un asunto sería un efecto secundario, circunstancial, de una actitud mucho más general que, quizá, sería un mejor objeto de investigación científica.