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Impresionantes formaciones de nubes de aparente sencilla explicación científica pero indecible belleza natural.

Pocos ejercicios creativos y de imaginación tan elementales y al mismo tiempo tan fructíferos como voltear la vista al cielo y admirarse con la forma que toman las nubes, nuestras compañeras celestes más cercanas en esta travesía cósmica y natural. Y si bien toda nube encierra en sí misma un significado misterioso que nos invita a soñar con los reinos que se extienden detrás de su vaporosa superficie, en esta ocasión te presentamos 7 formas que seguramente te sorprenderán por lo inusitado de diseño, conseguido con nada más que con las mismas fuerzas naturales que dan lugar a las que ahora mismo tienes sobre ti.

 

Esta forma se conoce como “gloria matutina” y quizá no podría tener un título más honorable. Es resultado de una conjunción de elementos terrestres y marinos que ocurre en la Península de Cape York, en Australia. Los vientos alisos empujan la brisa a lo largo de la península durante el día hasta que esta se reúne con su compañera de la costa oeste en la noche. La colisión de brisas produce una perturbación de onda que se mueve tierra adentro hacia el suroeste, generando esta peculiar y gloriosa mañana.

 

¿Qué ves en estas nubes? Quizá lo mismo que los científicos que las bautizaron como mammatus: decenas de senos meteorológicamente atractivos y dispuestos a liberar en cualquier momento una lluvia de maná o hidromiel o cualquier otra sustancia de las que se beben en las bóvedas celestes. La forma de estas nubes podría deberse a que la evaporación provoca sacos que flotan negativamente porque se enfría el aire dentro de la nube.

 

Más de uno habrá confundido esta nube con un transporte extraterrestre, acaso una nave nodriza cuyo camuflaje solo un ingenuo tomaría por bueno. Estas se llaman nubes lenticulares y se producen por que una corriente de viento a gran velocidad se encuentra con un obstáculo topográfico, una montaña, por ejemplo. A medida que el aire circula por el lado de la montaña, este tiende a saltarla y después regresar, oscilación que se mantiene por unos momentos. Es en la parte ascendente de esta ola donde se forman las lenticulares, conforme el aire se enfría.

 


Las nubes, como sabemos, no son solo vapor, también llevan líquido en sus cuerpos. Gracias a esto es posible que tomen la forma conocida como “olas de Kelvin-Helmholz”, resultado del encuentro de dos líquidos de diferente densidad moviéndose a distintas velocidades.

 

Quizá el único ejemplar de este catálogo en el que las probabilidades de observarlo en vivo son mínimas, pues requiere para su formación de altas velocidades aéreas conseguidas únicamente en fenómenos como erupciones volcánicas, explosiones nucleares o, a veces, tormentas eléctricas, condiciones en las que una corriente de aire caliente se eleva velozmente. ¿Su nombre? Nubes píleo.

 

Un resplandor nocturno que asombro a numeras poblaciones en Estados Unidos y Europa cuyo sorprendente origen se debe al hielo existente en el límite de la atmósfera y el espacio; y brillan porque a la gran altura a la que se encuentran todavía se nutren de la luz del sol incluso cuando el astro se ha ocultado para los ojos de quienes habitamos la Tierra.

 

Estas impresionantes nubes rollo, que amenazan con echar su manto intangible de vapor sobre las construcciones humanas, preceden el advenimiento de una tormenta: las corrientes de aire caliente al frente de la tormenta llevan arriba el aire frío, mismo que después vuelve a bajar por los lados de la corriente ascendente. Estos movimientos conforman esta majestuosa ola que sirve de heraldo a otro fenómeno no menos estremecedor.

[Wired]