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Todo es un remix: Fascinante video muestra las influencias creativas de The Matrix

AlterCultura

Por: Jimena O. - 10/05/2011

The Matrix,un proceso de sembrar una idea en la mente del planeta, se sirvió de una amplia gama de precursores filosóficos y cinematográficos, mostrando que todo es una mezcla y que toda la historia del arte es la historia de un solo autor.

Pese a que mitificamos la creatividad como un acto completamente original, la mayoría de nuestros procesos creativos están ligados a la memoria colectiva, consciente e inconscientemente, remezclando bits y memes que hemos procesado de distintas fuentes. El genial proyecto Everything is a Remix se basa en la tesis de que —como en el ADN— aprendemos copiando, de que somos seres miméticos  y que solo a través de la emulación, de entender lo que se ha hecho antes y poder reproducirlo, podemos introducir algo nuevo. Crear es sobre todo transformar y combinar elementos, tomar una idea y formular una variación. Conectar ideas y conceptos es la labor fundamental de quien hace un descubrimiento histórico o crea una obra clásica.

El caso de la película The Matrix es especialmente significativo. Una película que tiene tantos antecedentes, tantas influencia tan evidentes y que sin embargo es revolucionaria, no tanto en lo que dice, sino en cómo lo dice y cuándo lo dice. Desde el budismo y el platonismo hasta Jean Baudrillard y Phillip K. Dick y las películas de animación japonesa de los años ochenta y de artes marciales de los setenta, Matrix es una especie de pastiche cósmico de la métafora arquetípica de que la vida es un sueño, la realidad una ilusión, pero es su combinación de elementos filosóficos con efectos especiales, conceptos futuristas —con la energía radical cyberpunk— y un lenguaje cinematográfico moderno que logra insertar de manera profunda, como un virus, esta idea en la psique del planeta.

The Matrix demuestra que esa combinación de elementos multicitados enriquece una narrativa, ya que se planta en el terreno de la mente colectiva, en cierta forma nos seduce con lo conocido para llevarnos a lo desconocido.  El conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas que llama a cruzar el portal se convierte en una resonancia de fibras profundas, en un guiño a nuestra memoria, un clic onírico,  una membresía. Los gestos y secuencias del cine de kung-fu que se repiten sutilmente nos hacen entrar en las regiones de la infancia —de manera similar al té de magdalena de Proust— retrotraen, sin que lo notemos, una sensibilidad  y una comodidad, un lenguaje aprendido que se manifiesta y nos permite nadar en nuevos espacios informáticos con soltura.

Quizás lo más interesante de este fenómeno del remix de bits es que en muchos casos los creadores obran de manera inconsciente, entregándose al flujo de la mente global, son poseídos por los arquetipos y simplemente reproducen el mensaje de esta mente planetaria, o Logos, que habla a través de todos.

Podemos decir, con Borges (que decía con Valéry) para todas las empresas bajo el sol: "La historia de la literatura no debería ser la historia de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de las obras, sino la Historia del Espíritu". Un solo autor, una sola mente que remezcla el contenido de su memoria.