Relámpagos cristalizados: secreta fractalidad de la naturaleza
Ciencia
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/01/2011
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/01/2011
Georg Christoph Lichtenberg fue una de las figuras más notables del siglo XVIII en Europa. Cercano a los ideales enaltecidos por la Ilustración, dedicó su vida a indagar en tantas áreas de conocimiento como su curiosidad lo impulsara. A Lichtenberg podría comparársele un poco con el hombre renacentista por antonomasia, Leonardo da Vinci, sobre todo por su lúdica inquietud que lo llevó de la física a la literatura y la invención mecánica. Sus aforismos, admirados y celebrados por personajes como Nietzsche, Freud, Tolstoi y Wittgenstein, casi siempre son pequeñas obras maestras de la sátira más refinada, de esa inteligencia jovial y crítica que resuelve con un solo trazo cierto misterio para dejar al lector con más dudas de las que tenía antes de abrir el libro.
Sin embargo, uno de los descubrimientos más notables de este sabio alemán no pertenece a la literatura, aunque no por ello es menos estético. Se trata de las llamadas “figuras de Lichtenberg”, patrones fractálicos nacidos del instante en que una descarga eléctrica es congelada para siempre entre los límites de un material aislante.
Estas figuras, relámpagos arborescentes del instante eternizado, las descubrió Lichtenberg casualmente mientras realizaba otro tipo de experimentos con la corriente eléctrica en placas cubiertas de resina. Sin que lo notara, sobre esta resina se había acumulado una delgada capa de polvo que bastó para que por efecto de la electricidad se formaran esos extraños dibujos tan similares a los rayos de una buena noche de tormenta. Lichtenberg se sintió atraído por este fenómeno y siguió investigando al respecto hasta que encontró que la electricidad, en tanto no atravesara el aislante, se bifurcaba en regiones de carga positiva y negativa, efecto que se volvía completamente visible esparciendo polvo de sulfuro y óxido de plomo (minio) sobre la superficie. Estos materiales también revelaron una inclinación distinta con resultados sumamente diferentes entre sí: el sulfuro y la carga positiva se atraían mutuamente, formando figuras similares a una estrella; mientras que el óxido de plomo, más cercano a las cargas negativas, dejaba a su paso pequeños e imperfectos círculos parecidos a un abanico.
Por supuesto que entre mayor sea el voltaje de la corriente eléctrica, el diseño final resulta más impresionante y acabado. Sin embargo, no siempre se necesita un generador de proporciones gigantescas para conseguir un buen ejemplar de estas figuras. En el siguiente video Todd Johnson, físico adscrito al Fermi National Accelerator Laboratory, consigue una figura de Lichtenberg de bolsillo utilizando la energía de unos cuantos “electrones verdaderamente enojados”:
Pero una figura de Lichtenberg no se dibuja únicamente en un acrílico que sirva como original adorno de tu hogar. Si tienes la desgracia de ser golpeado por un rayo pero la fortuna de sobrevivir a su impacto, puede ser que en tu mismo cuerpo se grabe uno de estos diseños, un tatuaje completamente natural adquirido en condiciones inigualables.
Por último cabe destacar que las figuras de Lichtenberg se consideran fractales porque si bien en su aspecto superficial parece que carecen de las características que distinguen a estos, se cree que los patrones de ramificación provocados por la ruptura dieléctrica iteran y se extienden hasta un nivel molecular.
Técnicamente cualquiera de nosotros podría hacer su propia figura de Lichtenberg. Solo basta tener a la mano un buen pedazo de acrílico, una punta metálica (incluso un clip extendido serviría) y tóner del que se usa en las fotocopiadoras. El pedazo de metal se sitúa de tal modo que solo una de sus puntas toque el acrílico, el otro extremo servirá como contacto para la corriente eléctrica. Esta a su vez podrá provenir de al menos dos fuentes: si cuentas con un generador de electricidad, este es el momento de utilizarlo; si no, tú mismo tendrás que cargarte de energía (literalmente) frotando tus pies sobre una alfombra o pasándote un gato por todo tu cuerpo hasta quedar completamente electrizado, entonces toca la punta de metal. Ahora, para hacer visible el diseño, esparce con cuidado un poco del tóner y admira cómo las partículas siguen los patrones de la electricidad como si obedecieran un mandato secreto. Si deseas conservar el dibujo presiona una hoja de papel contra la tintura, como si se tratara de un sello o una impresión. Ahí lo tienes: un árbol nacido de la luz de un instante.
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