*

Aunque mentir sea, en cierto sentido, una ganancia evolutiva, muchos quisieran tener a su disposición un método para forzar al mentiroso a que diga la verdad; científicos estonianos parecen haber encontrado cómo erradicar el arte de mentir.

Mentir es, sin duda, uno de los logros más refinados de la evolución humana, pero también uno de los más misteriosos. Y quizá sea esa doble fascinación la que ha impulsado, casi desde siempre, numerosas investigaciones desde diversas perspectivas en torno al mentir.

En años recientes, con el apoyo de los modernos aparatos de escaneo cerebral y los descubrimientos sobre la fisiología de los procesos mentales, poco a poco se han revelado algunos de los secretos de la mentira, a veces con el único objetivo de prevenirla o sorprender al mentiroso en flagrante delito. En este sentido recordemos que, a lo largo de la historia, han sido muchos los procedimientos con que se ha intentado “corregir” al mentiroso, desde la tortura hasta el polígrafo, pasando por la sistematización de ciertas señales del lenguaje corporal que involuntariamente ponen en evidencia a quien finge que dice la verdad.

Y ahora pareciera que ese sueño largamente acariciado de saber con total certeza si una persona está mintiendo o no, podría por fin consumarse. Investigadores de la Universidad de Tartu, en Estonia, aseguran que aplicando pulsos magnéticos en el cerebro de una persona puede ser que esta quede incapacitada para mentir.

Inga Karton y Talis Bachmann llevaron a cabo un experimento en el que aplicaron estimulación magnética transcraneal a 16 voluntarios en distintas partes de su cerebro mientras miraban una serie de discos coloreados; los voluntarios podían decir qué color veían o podían mentir y decir uno distinto.

Los científicos encontraron que cuando los magnetos se situaban a la derecha o la izquierda del córtex dorsolateral prefrontal (al frente del cerebro), esto afectaba la capacidad de mentir de los participantes: estimulando el lado izquierdo, al menos ocho voluntarios mintieron con mayor frecuencia; si la estimulación iba al lado derecho, por el contrario, las afirmaciones se inclinaron mucho más hacia la verdad.

Para probar si esto se repetía con otras regiones del cerebro, los investigadores magnetizaron también el lóbulo parietal, sin cambios notables en la capacidad de mentir de los voluntarios.

“La decisión espontánea de mentir puede ser más o menos influenciada por la estimulación cerebral”, escribieron Karton y Bachmann en el artículo académico donde exponen su investigación.

Sin duda estos resultados son entre sorprendentes e inquietantes. En una sociedad como la nuestra, en que algunas verdades se construyen todavía a partir de un modelo confesional, no es difícil imaginar que investigaciones como esta sean el inicio de tecnologías presentes en casi cualquier lugar —la estación de policía, el cuarto de interrogación, el consultorio del médico, la sala familiar— donde “decir la verdad” sea imperioso.

[International Business Times]